sábado, 30 de enero de 2016

WINCOFON



Hoy se cumple un año de la muerte de nuestro querido Pedro Caballero. En Ferrowhite, Ravel y su bolero vuelven a girar en el Winco.

miércoles, 27 de enero de 2016

ESTALLÓ EL VERANO

Enchufar a trifásica, arrancar la sierra, manguerear con la hidro, limar con la mola y hacer piruetas sobre la barreta para que el clavo, por fin, zafe del durmiente. Mientras en otras orillas el verano "estalla", en La Rambla de Arrieta es una construcción paciente.








viernes, 22 de enero de 2016

YO SOY BENTEVEO





El último sábado, junto a nuestro amigo Ezequiel Semo, fuimos a Saldungaray a conocer el taller de Adolfo Ferreira. Llegamos, por las dudas, después de la siesta, pero como intuíamos, a esa hora Ferreyra tampoco descansa.

“Del museo Ferrowhite”, le decimos, “venimos a conocer el cochemotor”. Y en eso estaba precisamente Adolfo, esa tarde calurosa. Una "idea loca" que de a poco va tomando cuerpo: fabricar un vehículo doble comando con capacidad para 26 personas. Ya están listas las ruedas y el chasis. La idea es andar por la vía entre Carhué y Epecuén "o por donde la Comisión Nacional de Regulación del Transporte me habilite". Y si no, "lo corto en pedacitos y lo vendo como souvenir”, bromea. 

Adolfo trabajó un año en los talleres de Boulogne del ferrocarril Belgrano. Entró de peón y terminó siendo jefe de cuadrilla de relevo, haciendo la reparación de los coches de pasajeros en el turno de la noche. Desde hace 35 años vive en Saldungaray. En la esquina de Pellegrini 107, atiende junto a sus hijos la carpintería que ocupa el edificio de la antigua Farmacia de las Sierras. Ahí fabrican, entre otras cosas, puertas, muebles, alacenas y ruedas para carruajes. La carpintería no ocupa sólo el salón sino que se extiende por el patio: sierras, tupís, tornos, agujereadoras y otras herramientas de todo tipo y tamaño se entreveran con árboles de ciruela, fierros y lonjas de madera cortadas ahí mismo y apiladas.



Como las pestañas de las ruedas de un tren que se balancean sin tocar el riel, la conversación hace equilibrio entre temas varios. Adolfo pasa de explicarnos cómo funciona el cochemotor que está fabricando -“sencillo, para que cualquier mecánico pueda arreglarlo”- a los problemas del transporte en Argentina, muchos menos fáciles de resolver: camiones muy grandes y autos veloces sobre rutas hechas para carretas como las que él repara. De mostrarnos el barco que hizo para la escenografía de un acto escolar (cuyo efecto de navegar entre olas no pudo ver porque era él mismo quien lo hacía funcionar), a contarnos el chiste de un paisano que al bajarse del tren en Retiro encuentra una locomotora manicera y empieza a golpearla diciendo que “a estas hay que matarlas de chiquitas, porque de grandes te arruinan el ganado. A mí ya me mataron tres.”

Ir a conversar con Adolfo no es hacer una entrevista del modo convencional: no concertamos una cita, no llevamos grabador, no tenemos en mente una serie de preguntas insoslayables. En este caso el orden, “el despacho” de la información, como diría Semo, adquiere una forma particular. Sucede a medida que se muestran unos bocetos, se acciona una palanca o se dibuja, o se cuenta, a medida que se conoce al interlocutor: “¿Vos qué sos, carpintero o benteveo?”, le pregunta a Guillermo. Y enseguida distiende, “yo soy benteveo”.



Lo ponemos al tanto del proyecto que estamos llevando adelante en la Rambla de Arrieta de construir mobiliario exterior con viejos durmientes de ferrocarril, y de los problemas que surgen de enfrentar en la práctica una madera tan pesada y dura. “¿Cómo se corta, cómo se agujerea el quebracho?”, preguntamos entre urgidos y esperanzados. Adolfo pone a disposición lo que aprendió en los tres años que hizo en la escuela industrial Raggio pero sobre todo lo que experimentó en sus treinta y cinco años de oficio. “Mejor si está mojado”, dice, y enseguida aclara "no es que sea un genio”. Descubrió ese yeite luego de que una lluvia de invierno le empapara una pila de durmientes que tenía en el patio lista para cortar. “Y se cortaban como manteca”. Como un alquimista generoso, nos revela uno de los descubrimientos de su laboratorio a cielo abierto. Acaso porque sabe que para aprender carpintería hay que mirar “lo que se hizo antes”. "Descular un oficio" como se devana un ovillo de lana o se desarma un vagón de madera, empezando justo por el final.

miércoles, 13 de enero de 2016

VERANO EN LA RAMBLA DE ARRIETA

En Ferrowhite el verano nos encuentra en malla y borcegos de seguridad, acarreando toneladas de durmientes. Más de un centenar de durmientes de quebracho colorado que Ferroexpreso Pampeano reemplazó en la playa de maniobras de Ingeniero White, con los que vamos a armar bancos, mesas y fogones para La Rambla de Arrieta.


Quebracho, o sea: árbol que quiebra el hacha de quien quiere talarlo. Madera tan dura que soportó el peso de miles de vagones sepultada por décadas en la tierra salitrosa. Durmientes cuya fortaleza evoca el esfuerzo descomunal de los hacheros del monte chaqueño, de los carpinteros ferroviarios y de los catangos que con ellos tendieron kilómetros y kilómetros de vías. Pero también nombres como el de "La Forestal", la compañía inglesa que, entre fines del siglo XIX y principios del XX, arrasó con 2.000.000 de hectáreas de quebrachales en Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero. Una historia que hace eco con los desmontes que el boom sojero de los últimos años impulsó en el norte de nuestro país.






Levantar estos durmientes supone tantear el peso de esa historia y el desafío de construir a partir de ella.

¿Y QUÉ QUIEREN? CON EL CALOR QUE HACE


Estamos probando nuestras balsas de bidones para una visita sorpresa. Novedades en breve.