Durante 2016 y 2017, trabajamos en la construcción de tres obreros para armar. Los hicimos con la intención de indagar, junto a los grupos educativos que visitan el museo, en las transformaciones en el trabajo asalariado, acá, en Ingeniero White. Cada uno de estos obreros representa un modelo económico y de acumulación de las riquezas: el agroexportador, bajo la tutela del capital inglés; el de gestión estatal, y el neoliberal, con su puerto transnacional. Durante el diseño y construcción de estas siluetas surgieron varias preguntas vinculadas con lo que entendemos por
trabajo:
¿hay trabajo sin salario?, ¿qué implica trabajar en el capitalismo?, ¿cómo imaginamos a la clase trabajadora del futuro? Pero en esos intercambios surgió también una pregunta que en el museo parecía soslayada:
¿Y el trabajo de las mujeres? ¿El puerto es sólo un lugar para hombres? Fue así que nos propusimos armar otras tres siluetas, dedicadas a la cuestión del trabajo femenino. Y en eso estamos.
El proyecto es mucho más que un simple añadido a las tres figuras que ya existen. En cierta forma, transforma por completo nuestra perspectiva del mundo laboral. Por un lado, sentimos que nos falta mucho por aprender de las historias concretas de las trabajadoras de la ciudad. Por el otro, tenemos claro que no es posible atender a esas historias prescindiendo de un abordaje de la economía en clave feminista, que considere la incidencia crucial de las mujeres en el sistema productivo. La construcción de estas obreras implica preguntas y lecturas nuevas que vinculan la explotación laboral en el capitalismo con las formas de opresión de la cultura patriarcal. Por eso nos preguntábamos si las obreras debían seguir la misma cronología que los obreros; si teníamos que diferenciar entre trabajadoras de sectores altos, medios y bajos; si representábamos sólo obreras del puerto o de otros lugares del país…
De entrada quedó claro que no podíamos encarar solas este desafío. Necesitábamos convocar a otras compañeras y hurgar en los saberes que guardamos sobre los trabajos que hemos hecho y hacemos las mujeres en este lugar. La mañana del sábado 1° de junio organizamos un taller de reflexión, con desayuno incluido, del que participaron integrantes del taller Prende y de la Asociación Amigas del Castillo, alumnas de nuestro taller de costura y serigrafía, docentes de la UNS vinculadas al museo a través de un proyecto de extensión y vecinas del barrio Boulevard; también contamos con la presencia de una compañera de la Cooperativa Las Flores, otra de la Secretaría de Niñez y otra del gremio docente de Suteba.
La economía que buscamos transformar
Partimos de un gráfico que propone pensar a la actividad económica en nuestra sociedad bajo la figura de un iceberg. Los trabajos vinculados al mercado y al Estado son la parte visible en tanto las tareas vinculadas al cuidado y la reproducción de la vida permanecen ocultas. En el capitalismo, las esferas de la producción material y la reproducción de la vida se encuentran divididas y el trabajo doméstico viene a operar como el vínculo que hace posible el sostenimiento de ambas. El hogar es el ámbito en donde se realiza una inmensa cantidad de trabajos que no son pagos y que las mujeres asumen en forma asimétrica con respecto a los varones. Mercedes D’Alessando, del Colectivo Economía Femini(s)ta, sostiene que “
el trabajo no pago necesita ser reconocido como lo que es, una tarea indispensable para toda la vida social y la base sobre la que se levanta la actividad económica cotidiana”[2].
Durante el feminismo de la segunda ola, allá por los años '60 y '70, pensadoras como Silvia Federicci elaboraron una crítica a la identificación entre la feminidad y los trabajos domésticos, como si estos fuesen un atributo “natural” de las mujeres. Comenzó a defenderse, incluso, la iniciativa de que las mujeres cobraran un salario por asumir, de manera diferencial, estas labores. Además, Federici nos brinda una explicación histórica sobre cómo fue que los trabajos comenzaron a definirse en función del sexo. Para esto, se remonta los centros industriales de Inglaterra, entre los años 1830 y 1840, y afirma que la "división sexual" de los trabajos fue una respuesta del capital a la rebelión obrera que exigía por aquél entonces la reducción de la jornada laboral. Los empresarios aumentaron los salarios de los varones y rechazaron la presencia femenina al interior de las fábricas. Como consecuencia, las tareas domésticas pasaron a ser la principal actividad de las mujeres: “
El trabajo doméstico es mucho más que la limpieza de la casa. Es servir a los que ganan el salario, física, emocional y sexualmente, tenerlos listos para el trabajo días tras día”[3].
La demanda por una justa distribución de las tareas domésticas entre varones y mujeres está en estrecha relación con la posibilidad de que las mujeres decidan cómo quieren organizar su tiempo, ganando así en calidad de vida. Es importante que el Estado garantice la provisión de un sistema de cuidados con el objetivo de aminorar la carga de estas responsabilidades sobre las mujeres, considerando que el sistema laboral en el que se insertaron masivamente en los ’90 en Argentina, no está preparado para sostener la doble jornada laboral, la de adentro y la de afuera de casa. Igual de indispensable es enfrentarnos a la cultura machista que deslegitima las capacidades de las mujeres para ocupar o ascender en determinados puestos de trabajo.
Una lista interminable
En el taller nos propusimos pensar entre todas los trabajos realizados por mujeres que predominaron en cada una de las etapas consideradas. El relato de vida de Ida Muhamed, quien trabajó en la fábrica de bolsas de Bunge y Born hasta mediados de los años ‘60, fue nuestro punto para situarnos en el tiempo; su historia de alguna manera “medió” entre un pasado más remoto –que ubicamos en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX- y, los trabajos que las mujeres asumimos en el presente. Al igual que los obreros, las futuras obreras para armar también serán simplificaciones o recortes de la historia, a los efectos de que nos sirvan como dispositivos para reflexionar sobre los cambios en el trabajo y la cultura a lo largo del tiempo.
Salieron estas ideas sobre trabajos de mujeres, roles de género y posibles íconos de objetos:
Modelo agroexportador (fines del siglo XIX hasta 1930)
Srta. Maestra, bolsera, lavandera*,
operarias de cigarreras, enfermeras,
curanderas, monjas, campesinas, fileteras, prostitutas, parteras y actrices.
Íconos: mamadera, puntero, tabla de lavar, fuentón, tarro de leche y delantal.
Roles sociales: marcada asociación entre mujer-madre.
La figura de Julieta Lanteri, como feminista ítalo-argentina que luchó por el voto femenino.
Modelo de gestión estatal (1930-1976)
Modista, fileteras (peladoras de camarones), trabajadora doméstica,
administrativa (correos, telégrafos, secretarias, dactilógrafa).
Continúan: Srta Maestra, enfermeras y bolseras.
Rol de mujer como ‘asistente’ del varón.
- Objetos: máquina de coser, Olivetti, tijera, Singer, Godecco, chango de compras, peine/’toca’, ruleros, secador de pelo, peinado de los ’60, urna, voto, píldora anticonceptiva.
Trabajos actuales, desde el neoliberalismo
Microemprendedoras (showroom, gastronomía, venta artesanal, venta de Essen),
choferes, fuerzas armadas, médicas, empresarias, universitarias,
ingenieras, trabajadoras sociales, trabajadoras domésticas,
artistas, política, liderazgo, docente.
Crecimiento del Feminismo, expresión de bocas abiertas,
celular, jean, pañuelos, título universitario, pc, recibo de sueldo de trabajadora doméstica, mujer tatuada, mujer abanico/multifacética,
objetos vinculados con la maternidad, píldora, ley del divorcio, megáfono.
*Los trabajos que aparecen remarcados fueron elegidos en una segunda ronda de debate como representativos de cada época.
Indisciplinadxs
El movimiento de mujeres y los feminismos están en una etapa de crecimiento en muchos lugares del mundo. En nuestro país, desde hace no tantos años, algunos museos comenzaron a incluir lecturas con perspectiva de género en sus muestras y, cada 8 de marzo, reivindican la defensa de la igualdad o, el fin de las violencias o, la autonomía de los cuerpos.
En 2017, en el marco del primer Paro Internacional de Mujeres, sacamos del depósito una máquina de coser que había llegado al museo en 2006 desde la fábrica de bolsas Gorbatto. Todo ese tiempo tuvo que pasar para que un “objeto indisciplinado”[1] ocupara nuestras salas. A su vez, esto se liga con la publicación de “Bolseras”, un cuaderno publicado por el museo en 2006 en base a testimonios de obreras que se dedicaron a una actividad clave en la economía portuaria hasta los años ’60.
En un museo que, desde sus inicios abordó la historia del trabajo junto a lxs protagonistas del puerto, del ferrocarril y las usinas, la realización de este proyecto ahonda ese camino. Acá también podemos vincular el movimiento ‘Ni una menos’ con la situación de las trabajadoras en épocas de turbulencias económicas como la actual, con despidos, cierres de fábricas y quita de jubilaciones: “
En Bahía Blanca, la desocupación en las mujeres es de un 10, 9%, pero la cifra asciende al 25,3% cuando hablamos de mujeres de 18 a 29 años. Es decir que sobre un total de 13.000 desocupados, 9.000 somos mujeres”, nos anoticiamos durante la lectura del documento del último 3J en la Plaza Rivadavia.
En breve estaremos informando la fecha del segundo encuentro, para seguir explorando qué trabajadoras, en definitiva, vamos a construir, y qué vestimentas y herramientas cada una portará.
[1] Ver Objetos indisciplinados:
http://museotaller.blogspot.com/2019/03/esta-maquina-de-coser-pertenecio-la.html
[2] D’ Alessando, M., Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour). Buenos Aires, Sudamericana, 2017, pág. 64.
[3] Federici, S., El patriarcado del salario, Buenos Aires, Tinta limón, 2018, pág. 26.