miércoles, 2 de mayo de 2007

EL TALLER EN EL TALLER

En la foto: a la izquierda, Roberto Peñacorada, jefe de Producción, a la derecha, Mario De Simón, jefe de los Talleres Bahía Blanca Noroeste entre 1981 y 1993.

Ellos vinieron hace unos días al museo y estuvimos hablando extensamente sobre diferentes aspectos del funcionamiento de los talleres ferroviarios hasta que se produjo la privatización y, en el caso de Talleres BBNO, el vaciamiento y el desguace: los multiples oficios del taller, los cabecillas y capataces, peones y aprendices, oficiales y administrativos, los comedores, la playa donde se arreglaban los vagones, los galpones, los tornos polacos, las huelgas de 1958 y 1961, los vagones "todo puertas", los vagones tolva, los vagones para el cemento, las ofertas de españoles y japoneses que querían hacer "maravillas" con ese taller......


Una cosa para observar en la foto: en primer plano, el reloj de De Simón; colgado en la pared, un reloj que estuvo en alguna oficina ferroviaria; y al fondo, cerca del techo, el famoso "pito del Noroeste". El pito sonaba cada mañana a las seis para indicar el horario de entrada de los obreros, y el que llegaba tarde tenía que dar su "explique"; las locomotoras, los vagones tenían un calendario de reparación bien preciso: un día para cada tarea, un tiempo estimado para cada arreglo, y por eso cada uno sabía cuánto tiempo tenía que emplear para hacer lo suyo. Podríamos decir que el taller mismo era como una gran máquina, como un engranaje.

Y sin embargo tanto Peñacorada como De Simón cuentan que siempre quedaban huecos para una charla, para un "perrito" (sobre todo en secciones como herrería, fundición, carpintería), para organizar un asado, y que muchas veces (especialmene en los últimos tiempos) había que ingeniárselas, entre todos, para terminar los trabajos aunque faltaran materiales o personas. Por eso muchas veces, -esto lo decía De Simón- tenían que hacer igual que en ese dibujito animado en que, en una orquesta de gatos paulatinamente diezmada por un ratón que serrucha el piso a los distintos ejecutantes, los pocos gatos que quedan corren desesperados de un puesto al otro, para que todo siga funcionando.

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