domingo, 4 de julio de 2010

LOS TALLERES RELATADOS


Talleres Bahia Blanca Noroeste, 1986, Archivo De Simón - Ferrowhite
En primer plano, subestación electrica en construcción. 
Detrás, la oficinas de Jefatura (con ventanas rectangulares)
y, contiguos, los galpones de ajustaje y tornería


Fueron invisibles durante muchos años.

Ahora que los van a limpiar, demoler, reciclar, reurbanizar, se habla otra vez de estos edificios.(aunque siguen diciendo que eran la ¡Estación Noroeste!)

Suele circular una descripción centrada en el recuerdo de la magnificencia de los edificios hechos por los ingleses. Se trata de un criterio de recorrido, válido por cierto, que nombra y vuelve visibles ciertas cosas, pero que ignora otras, por no "verlas", o por considerarlas, en la comparación, insignificantes.
Resulta entonces un relato que, al no ver en ese sitio más que ruinas, transforma los talleres en un lugar en el que cada cosa está ahi desde siempre -o ya no-, en una configuración instantanea, inmutable; un relato que da cuenta de la presencia de los edificios, como de la de un muerto. Y un muerto que murió hace mucho mucho tiempo, poco después de haber nacido, pero cuya breve y remota historia pareciera ser la única que puede ser contada y sentida como propia.

Entrar en los talleres no a través de los edificios sino a través de lo que cuentan quienes trabajaron ahi permite ver, no solamente cómo los edificios ingleses fueron mantenidos, reacondicionados  y adaptados a las necesidades que, a lo largo del tiempo, se fueron planteando, sino también las construcciones hechas en los últimos cincuenta años (por ejemplo, la ampliación del galpón de montaje, el inmenso almacén local, y la sub usina ut supra que está todavía frente a las oficinas de jefatura). Y en ese recorrido verbal uno también puede detenerse frente al árbol en el medio de la playa donde se hacían los asados, y frente al comedor de montaje, a los baños nuevos o a la escalera de las oficinas.

Atravesados por la historia (vivida y puesta en palabras) de cada uno de sus trabajadores (e incluyo en esta categoría a todos, desde los jefes, supervisores y capataces, hasta aprendices, oficiales y peones), los talleres aparecen como un espacio en el que se organizan, de un modo singular, tanto las relaciones entre personal jerárquico y obrero, como los saberes respecto de toda clase de oficios y trabajos, y también respecto del ferrocarril en su conjunto así como los reclamos y conflictos, y los momentos de esparcimiento y camaradería.

Uno podría, incluso, llegar a plantear la posibilidad de un relato que, si bien tiene un ilustre punto de inicio cronológico con la puesta en marcha de estos talleres por parte de la empresa Bahía Blanca Noroeste y con la construcción de los edificios que vemos hoy por parte de la empresa Buenos Aires al Pacífico a partir de 1904 (en realidad, los edificios estuvieron listos entre 1907 y 1908) y una digna continuidad con la administración por parte de la empresa británica Ferrocarril Sud a partir de 1925, ponga un énfasis equivalente en la gran cantidad de personal que trabajó en talleres después de la nacionalización de los ferrocarriles en 1948 como consecuencia del aumento de la demanda de servicios ferroviarios, en la variedad de trabajos de reacondicionamiento y reparación de vagones a partir de la década del 60, en los embates económicos que sufrió el taller por la asignación de trabajos a talleres ferroviarios privados locales, y en los esfuerzos inmensos que se hicieron desde adentro para contrarrestar, ya a fines de la década del 80 una política de vaciamiento y abandono.

O sea, ¿sería posible un relato que dé cuenta tanto de un complejo edilicio como de un complejo entramado de relaciones, de valores, de ideas y propuestas que aún hoy están absolutamente presentes y en actividad?.

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