Este sábado, a las 18 hs., en Ferrowhite presentamos “Los ferrocarriles en Bahía Blanca (1884-1948)” libro de nuestro amigo y colaborador Hector Guerreiro, publicado en dos volúmenes gracias a un subsidio del Fondo Municipal de las Artes. Aquí una presentación a cargo de Ana Miravalles y Nicolás Testoni.
Que Bahía Blanca es una ciudad ferroportuaria, que su “segunda fundación” tuvo lugar con la llegada del ferrocarril y la inauguración de un muelle de hierro en el puerto y que las empresas ferroviarias cumplieron un papel preponderante en el “progreso” de toda esta región, son afirmaciones que muchos hemos escuchado. Pero no era tan fácil -hasta ahora- reunir los materiales necesarios para comenzar a establecer una cronología precisa, un mapa detallado y una descripción certera y bien documentada de este proceso. De eso se trata este libro de Héctor Guerreiro. Datos, fechas, nombres y apellidos exactos, basados en una cuidadosa revisión de materiales de archivo, permiten seguir la progresiva extensión de las líneas férreas hacia nuestra ciudad y desde ella hacia la región, la construcción de vías y empalmes, de muelles y colosales elevadores para la exportación de cereal, así como la incorporación de novedades técnicas en el material rodante y de tracción.
No hay que olvidar que Hector Guerreiro es un experimentado ferromodelista. De algún modo, tanto estas páginas como la maqueta que Guerreiro amplía sin pausa en una de las salas de Ferrowhite (museo taller), son construcciones afines, rieles paralelos que se cruzan en un horizonte imaginario. Por un lado, la lectura de “Los ferrocarriles en Bahía Blanca” permite comprender que ese ferrocarril en miniatura que cada fin de semana fascina a los visitantes del museo no es cualquier maqueta, sino una en la que cada pieza ha encontrado su lugar sostenida por un enorme cúmulo de información: planos, fotos, mapas, recortes de diarios de antigua data vendrían a ser el cemento que mantiene unida esa ficción a escala de un tren “con pasajeros felices”. Pero por otro, nos interesa pensar desde este museo taller, es también el oficio de modelista el que imprime al trabajo con los documentos del pasado algo de su método y secreta lógica.
El objetivo declarado en la introducción de este libro refuerza dicha conexión. El propósito es “ubicar” en el tiempo los momentos relevantes de un proceso cuyo resultado la maqueta traduce al espacio. En efecto, las obras realizadas en Bahía Blanca y la zona por las empresas ferroviarias de capital extranjero hasta su nacionalización, en el año 1948, son prolijamente enumeradas y descriptas aquí, no solamente aquellas vinculadas al transporte de cargas y pasajeros, o al funcionamiento de los puertos locales, sino también las que determinaron la infraestructura urbana local: la construcción de estaciones ferroviarias, usinas eléctricas, molinos harineros, depósitos de vino, mercados de frutos y balnearios; los puentes, caminos adoquinados y barrios obreros; los servicios de carros, tranvías y colectivos; la provisión de servicios de luz, agua corriente y gas que estuvieron a cargo de las compañías ferroviarias, encuentran también su lugar en este libro bajo la idea de que tanto Bahía y sus barrios (Villa Mitre, Villa Rosas, Villa Harding Green) como las localidades de Ingeniero White, Cerri o Punta Alta, son parte constitutiva e inseparable de una misma estructura de producción.
Sin embargo, este libro comparte con la miniatura ferroviaria no solo la pretensión panorámica, también aquel rasgo que en la representación a escala funciona como su opuesto y necesario complemento. Cronología y maqueta son pródigas en pormenores. Se trata, en ambos casos, de construcciones minuciosas, que proceden menos por planteos de índole general, que a partir del ordenamiento o puesta en serie de innumerables detalles. Y los detalles tienen por función, a pesar o en razón de su aparente irrelevancia, volver vívido al conjunto. Así, el uso de material periodístico no queda circunscripto en este libro a la corroboración de fechas, nombres y lugares: las crónicas aparecen citadas, transcriptas a veces en su integridad, de manera que es posible “ver” a través de los ojos de los cronistas de otras épocas la actividad de los directivos de las empresas, de los políticos o de los usuarios, como si una fotografía se pusiera por unos instantes en movimiento, y uno pudiera, junto a Coleman, Harding Green o d’Abreu compartir un suculento banquete con personalidades de la “sociedad” local y nacional, sumarse al recorrido original de una línea, inspeccionar el flamante hotel de inmigrantes preparado para recibir a uno de los pocos contingentes que llegaron directamente desde Europa al puerto de Ingeniero White, o retozar al aire libre en alguno de los pic-nics que las compañías ferroviarias organizaban para su personal. Referencias aparentemente triviales como la temperatura, el menú de un coche comedor, la cantidad de minutos que tardaba un tren, o los horarios de partida y llegada de un paseo, permiten percibir parte de la experiencia de quienes eran protagonistas de las noticias de aquel tiempo, e inferir, por contrapartida, la de quienes raramente aparecían mencionados en los artículos de prensa, pero cuya labor muda resulta ineludible considerar a la hora de comprender el sentido de las cifras de exportación, la fecha de inauguración de un elevador o la cantidad de kilómetros de un ramal.
Empresas que halagan a sus clientes, un sistema de producción y comercialización que parece ser homogéneo y funcional para todos, edificios levantados por impulso del destino, una ostentación del lujo y los privilegios que aparenta no molestar a nadie... no sería difícil llegar a pensar, en una primera lectura que todo esto corresponde a la realidad de una Bahía Blanca que ya -definitivamente- no existe y que con la ciudad actual comparte solo el nombre. Pero no hay que olvidar que esa imagen es producto del punto de vista con el que la estamos observando: tal como el autor afirma, en esta obra se han tomado en cuenta "los sucesos más destacados... y que obviamente no fueron los únicos"; las fuentes consultadas provienen de sectores inevitablemente interesados en ese proceso (diarios, informes, libros, etc.); y el estado actual de deterioro y desmantelamiento de buena parte de esas instalaciones acentúa los contrastes. No solo las vías aún cruzan Bahía Blanca de punta a punta, o los edificios ferroviarios, aunque ignorados, arrasados o refuncionalizados, todavía lucen imponentes: una compleja trama de inversiones, trabajo, políticas de Estado y resistencias obreras une secretamente el pasado a la ciudad actual. Reconocer ese vínculo depende de un trabajo, en ocasiones nada sencillo, que encuentra en Héctor Guerreiro a un artífice tenaz, y a partir de ahora, en estas páginas, una herramienta imprescindible.
Que buen trabajo... Excelente Sr. Guerreiro y equipo del museo.
ResponderEliminarMis felicitaciones!
Aprovecho para preguntarles cómo hacer para poder comprar una copia para mi colección personal. No puedo dejar que me falte tamaña documentación...
Saludos a todos.
Gracias, Pablo. Por ahora, el libro de Héctor está a la venta en el museo. También podés conseguirlo contactándolo directamente a él: fcpagochico@yahoo.com.ar
ResponderEliminarAbrazo grande y a ver cuando te vemos por el museo!