martes, 22 de noviembre de 2011

41 DÍAS, 50 AÑOS DESPUÉS

Por estos días se cumplen 50 años de la huelga de 1961, la más extensa de la historia ferroviaria argentina. El viernes pasado nos juntamos en el museo con algunos de sus protagonistas para analizar las causas y las consecuencias de aquellas jornadas.




Para muchos ferroviarios la huelga del ‘61 es la huelga “larga”. El adjetivo alude no solo a los 41 días durante los que la actividad de estaciones y talleres cesó casi por completo, sino también al proceso de liquidación de los ferrocarriles que por entonces se ponía en marcha y que iba a durar, a pesar o en razón de la resistencia de tantos trabajadores, larguísimos años.

Juntarnos en este museo para hablar de la huelga del 61 busca componer esta historia a partir de muchas. Implica, por ejemplo, confrontar el plan del Banco Mundial y el General Larkin con los planes de ferroviarios de Ingeniero White como Mendiondo, Llera o Simontacci para mantener a sus familias sin el sueldo del mes durante aquellas seis semanas.

Si este es un museo ferroviario, lo es a condición de desmontar, hasta la última pieza, la idea de que existe un “tren de la historia”. ¿No habrá sido por no perder ese tren figurado que terminó por parecernos aceptable la pérdida de buena parte del ferrocarril real? Para quienes la esperaban de pie sobre ese andén frente al que finalmente no paró, la primera formación que arribó a estas tierras parecía conducir con rumbo fijo hacia un futuro próspero. Lean, si no, a los cronistas de la época. Más difícil es saber cuándo, en qué momento de nuestra historia, los argentinos empezamos a imaginar a los trenes corriendo a contramano. Pero poco a poco nos fuimos o nos fueron convenciendo de que el riel y sus trabajadores eran cosa del pasado, peso muerto, un lastre del que convenía deshacerse en nombre de ese mismo “progreso” del que antes habían sido emblema.

A veinte años de las privatizaciones (concesiones, en rigor), el transporte de commodities a los puertos crece -con el camión como gran protagonista-, en tanto el transporte de pasajeros colapsa. El tren ha dejado de unir a buena parte del país para sólo conectar grandes negocios agrarios y mineros que también proclaman la "vuelta del tren", pero en estricta función de sus propios intereses. La "época de oro" del riel no va a volver, simplemente porque nunca existió un tiempo sin conflictos. Pero así como casi nadie cree posible o incluso conveniente que los ferrocarriles retornen tal cual fueron, son muchos los que perciben que un proyecto de nación no está completo si se deja al margen al tren en su potencial articulación con los demás medios de transporte en un sistema integrado de comunicaciones.  

En eso consistió este encuentro: en el ida y vuelta entre relato y análisis, entre pasado y presente, en favor de la mejora de los trenes tangibles.

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