Difícil resumir todo lo que se hizo en Ferrowhite de enero hasta hoy, pero poco se pierde con intentarlo. Ferrowhite es un lugar en el que las cosas, además de ser exhibidas, se fabrican. ¿Y qué produce un museo taller? Un museo taller genera herramientas. Útiles para ampliar nuestra comprensión del presente y, por tanto, nuestra perspectiva del futuro, forjados en la labor con objetos y documentos del pasado, pero también en el cuerpo a cuerpo con la experiencia vital de cientos, miles de trabajadores que forman parte de, y le dan forma a, esa historia.
NAVEGAR SIN TEMOR
Arrancamos 2012 botando en las aguas de la ría el “Arca Obrera”, una balsa de supervivencia construida con bidones de agua en desuso. La embarcación es resultado de la tarea del equipo del museo junto a Roberto Orzali, Angel Caputo y Roberto ´Bocha´ Conte, trabajadores del mar. Inspirada en la balsa de tambores que, allá por los 70, utilizaban en su labor los buzos de la ex usina General San Martín, el Arca Obrera sirve para navegar por la ría, pero también para aventurarse en la historia de las transformaciones del espacio costero y su impacto en la Bahía toda. Entre el 11 y el 14 de octubre, el Arca unió Ingeniero White con el puerto de Buenos Aires para participar de Fase, un encuentro de arte y tecnología que se desarrolló en las salas del Centro Cultural Recoleta. Tal vez la pregunta implícita en el proceso de su construcción y uso es qué tipo de lazos somos capaces de tramar en el disenso, toda vez que de mantenernos unidos depende seguir a flote.
MOMO EN LA MAREA
Y la nave se bautizó con fiesta: la noche del 10 de marzo los ritmos del agua y del ritual reunieron sus ciclos y de tan raro encuentro vino a resultar ese cataclismo que llamamos el Carnaval de la Marea. Para los whitenses, la palabra “marea” alude no solo al movimiento del mar, sino además al extenso territorio que el vaivén del agua afecta. Un sitio en el que cada cosa varía su disfraz con los cambios de la luna, el movimiento de los vientos o el trabajo de las dragas. Un lugar en el que se exporta, se comercia, se produce, sí, pero también se vive y se festeja. Aquel sábado 10, dejaron su huella en el barro de La Rambla de Arrieta, los murgueros de la agrupación "Vía Libre", la compañía de acrobacia aérea "Fuera de Código", las bandas "La Cigarra", "Te va piola" y "Los de siempre", el grupo de candombe "Vamo' Arriba", los músicos Sarita Cappelletti, Chiche Ursino, Alejandro Paredes y Astor Vitali... Junto a ellos, una verdadera multitud cantó y bailó hasta que los pies y las gargantas se volvieron brasa. Como la marea, el carnaval se fue para volver.
Arrancamos 2012 botando en las aguas de la ría el “Arca Obrera”, una balsa de supervivencia construida con bidones de agua en desuso. La embarcación es resultado de la tarea del equipo del museo junto a Roberto Orzali, Angel Caputo y Roberto ´Bocha´ Conte, trabajadores del mar. Inspirada en la balsa de tambores que, allá por los 70, utilizaban en su labor los buzos de la ex usina General San Martín, el Arca Obrera sirve para navegar por la ría, pero también para aventurarse en la historia de las transformaciones del espacio costero y su impacto en la Bahía toda. Entre el 11 y el 14 de octubre, el Arca unió Ingeniero White con el puerto de Buenos Aires para participar de Fase, un encuentro de arte y tecnología que se desarrolló en las salas del Centro Cultural Recoleta. Tal vez la pregunta implícita en el proceso de su construcción y uso es qué tipo de lazos somos capaces de tramar en el disenso, toda vez que de mantenernos unidos depende seguir a flote.
MOMO EN LA MAREA
Y la nave se bautizó con fiesta: la noche del 10 de marzo los ritmos del agua y del ritual reunieron sus ciclos y de tan raro encuentro vino a resultar ese cataclismo que llamamos el Carnaval de la Marea. Para los whitenses, la palabra “marea” alude no solo al movimiento del mar, sino además al extenso territorio que el vaivén del agua afecta. Un sitio en el que cada cosa varía su disfraz con los cambios de la luna, el movimiento de los vientos o el trabajo de las dragas. Un lugar en el que se exporta, se comercia, se produce, sí, pero también se vive y se festeja. Aquel sábado 10, dejaron su huella en el barro de La Rambla de Arrieta, los murgueros de la agrupación "Vía Libre", la compañía de acrobacia aérea "Fuera de Código", las bandas "La Cigarra", "Te va piola" y "Los de siempre", el grupo de candombe "Vamo' Arriba", los músicos Sarita Cappelletti, Chiche Ursino, Alejandro Paredes y Astor Vitali... Junto a ellos, una verdadera multitud cantó y bailó hasta que los pies y las gargantas se volvieron brasa. Como la marea, el carnaval se fue para volver.
Los ferroviarios que hemos ido entrevistando a lo largo de este tiempo no solo nos han contado sus vidas y oficios: todos de un modo u otro plantean ideas acerca de cómo podrían mejorarse los ferrocarriles y qué características específicas debería tener esa reorganización en una zona de importancia como la de Bahía Blanca. Propuestas que, más allá de la factibilidad inmediata de su puesta en práctica, coinciden en más de un aspecto. A principios de año, Juan Carlos Cena nos invitó a participar del libro “Ferrocarriles Argentinos. Destrucción / Recuperación.”. Con la premisa de la reconstrucción en mente, consultamos a Darío Aldo Temperini, Mario De Simón, Adolfo Blasco, Raúl Rial y Pedro Caballero, y a partir de sus escritos y comentarios elaboramos un informe, que esperamos sirva como un punto de partida posible para lo mucho que queda por hacer de acá en más. Mientras preparamos para principios del próximo año la presentación del libro de Cena, el informe de nuestros ferroviarios puede consultarse acá.
CÓMO FUNCIONA LA COSA
Quién sabe si lo primero que convendría ver en este museo no son las manos de quienes lo sostienen. Andrea, Carla, Cristian, Marcela, Noe y Nicolás se reúnen, acá en Ferrowhite, todos los miércoles por la tarde. En estos meses, aprendieron a imprimir sobre papel y tela, por eso tienen los dedos llenos de tinta. Un museo taller deja marcas, crea una mancha identitaria que viaja debajo de las uñas. La serigrafía es una forma de organizar ese contagio. A diferencia de lo que pasa con las impresiones industriales, en la serigrafía no hay reproducciones exactas. Diez remeras recién impresas, todas iguales, todas distintas, parecen preguntar: ¿En qué nos parecemos, en qué somos singulares? Y la pregunta se transfiere, como la tinta a través de la trama finísima del sablón, al grupo de "aprendices" y "maestros" que se reúne en este museo a pesar de que el trabajo y la familia casi no dejan tiempo para otra cosa. Porque si la cultura presupone la tarea de un colectivo, no hay práctica cultural que valga la pena, creemos, si no es capaz de interrogar y transformar, aunque sea un poco, al colectivo que la pone en marcha. El taller cierra el año editando el Almanaque GIGANTE Ingeniero White 2013, del que, nos alegra decir, ya casi no quedan ejemplares.
El martes 4 de septiembre, Día del Inmigrante, Ferrowhite mudó su actividad a la Asociación Dante Alighieri. Allí presentamos "La lingua del Giretti. Idioma, inmigración y trabajo en Bahía Blanca a principios del siglo XX". Un poco charla, otro poco recital, el encuentro propuso pensar la relación entre la lengua y las condiciones sociales en las que se dieron tanto la partida como la llegada a estas tierras de miles de trabajadores. Puestas las cosas en perspectiva, quizás las migraciones, tanto las externas como las internas, resulten un fenónemo compartido por la mayoría de las sociedades modernas. Pero las corrientes migratorias representan mucho más que una fuerza de producción, a menudo barata, precarizada, esclava. Los migrantes reconfiguran los paisajes que atraviesan. A su paso, desafían tanto las nociones esencialistas de la identidad, como aquellos elogios de la "diferencia" que se enuncian al margen de los contextos territoriales específicos y de las luchas concretas por la igualdad. "Piernas tenemos, no raíces" sugirió Ana Miravalles, a manera de (provisoria) conclusión, para invitarnos a entender que las herencias culturales pueden ser el fundamento de una habilidad prospectiva para inventar, a partir de la mezcla, un futuro mejor.
AÑOS LUZ
El sábado 20 de octubre celebramos los 80 años de la inauguración de la usina General San Martín. La central que, entre 1932 y 1988, fabricó la energía necesaria para que encendieran las lamparitas del alumbrado público, se accionaran las norias de los elevadores del puerto y funcionaran cada una de las planchas, las heladeras y los televisores que fueron poblando los hogares de la ciudad y la región.
Junto a la Agrupación Espontánea de Artes del Movimiento, las bandas Polaroid, Los Nonos de Atilio y Bendita Sal, los músicos Sarita Cappelletti, Patricia y Marcelo Martínez, los chicos de la Orquesta Escuela de Ingeniero White y el taller de percusión de Spurr, celebramos a todos los que alguna vez trabajaron en la usina. Y otra vez, un montón de gente se acercó hasta el museo, en esta ocasión para manifestar sus ganas de colaborar en la recuperación del castillo como un espacio para la comunidad. Bajo esa consigna consagramos a San Atilio, patrono profano de la energía, de las profundidades y de los soñadores, un "santo de barrio", como se dijo por ahí, con más fe en la acción que en los milagros.
Durante 2012 liberamos, junto a Alicia Antich, al Dragón de la Draga; con Natalia Burdgart y el colegio Presidente Sarmiento organizamos el concurso de video "White en 1´"; con Pedro Caballero celebramos los 127 años del puerto exhibiendo 127 fotos memorables; y este fue también el año en el que volvimos a colaborar y le dijimos "hasta siempre" a nuestra amiga Mirta Colángelo... Quizás lo que acá se fabrica, de manera más o menos frágil, tentativa, siempre provisoria, son relaciones, una amalgama inestable entre palabras, imágenes, cuerpos y cosas que configuran, todas juntas, formas alternativas de entender y practicar la vida en común, a partir de revisar las jerarquías consagradas a la hora de contar el pasado, de analizar la coyuntura o de imaginar el porvenir de este, nuestro lugar en el mundo. O al menos esa es la idea, aún si, o justamente cuando, más de una vez nos sale otra cosa.
Porque Ferrowhite, esto también hay que decirlo, no es hijo de un método patentado puesto en práctica por una voluntad unánime, sino de la constante, muchas veces ardua negociación de nuestras diferencias. Hay quien piensa que con conocer con más precisión la historia de este sitio, previniendo así las generalizaciones apresuradas y los mitos (incluidos los progresistas) que esas generalizaciones fundan, alcanza y sobra. Está quien reclama, en cambio, que este museo estatal vale sobre todo por las intensidades que genera, por la capacidad de transformar al visitante, aunque sea por un rato, en un artífice de la historia. Y la verdad, importa menos decidir quién tiene razón, que el pequeño milagro de que sigamos trabajando alrededor de una misma mesa. La historia de este museo es también la historia de nuestra variable capacidad para convertir nuestras discusiones en una potencia. Y lo increíble es que a veces funciona.
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