jueves, 21 de febrero de 2013

LOS TÉMPANOS DEL ARCHIVO Y EL CRISOL DE LA FIESTA

Los amigos del Área de Diseño y Comunicación del Instituto Cultural nos hicieron un par de preguntas con vistas al segundo número de la revista Rompeviento. Embalados con el armado del tercer Carnaval de la Marea, nos salió responder esto:

¿Con qué se encuentra un visitante al llegar a este museo?

Ferrowhite es un museo ubicado en una encrucijada fabulosa de muelles, rutas y rieles, de barros milenarios y bull carriers último modelo, de elevadores y usinas monumentales, y casas con parra y gallinero. Por eso la pregunta es menos que te vas a encontrar acá como que vas a hacer con todo esto. Porque, estate seguro, este lugar va a hacer algo con vos antes incluso de que te des cuenta.

Puede entonces que Ferrowhite se defina no solo por las piezas que atesora sino además por lo que somos capaces, entre muchos, de hacer con ellas. Martillos, tornos y tenazas; escariadores, sierras y bigornias; caladores, cuchillos y piedras de afilar… más de 5000 piezas del ferrocarril y el puerto, escamoteadas por un grupo de ferroviarios durante las privatizaciones de la década del noventa, son el punto de partida para intentar comprender cómo se organizaban los talleres en los que esas herramientas eran utilizadas, cómo eran el orden y los conflictos de la sociedad a la que servían, y que tal resultan, en comparación, las cosas hoy.

Quizás este museo debería contar entre su patrimonio tanto a los objetos que aloja como a las personas que lo frecuentan, o mejor, a lo que nos imaginamos que todas esas personas pueden llegar a hacer cuando se juntan. Ahí está el Arca Obrera, la balsa de supervivencia hecha con bidones plásticos en desuso que armamos con ayuda de Angel Caputo, Luis Leiva y Roberto Orzali, trabajadores del mar. Ahí están los buques archivo de Roberto Conte, las locomotoras de Domingo González, los pasajeros en miniatura de Carlos Di Cicco, y la maqueta de la Estación Ingeniero White que edificó el “Pupi” Micucci en la cocina de su casa, un portuario y tres ferroviarios que dan cuenta de la historia que les toca vivir, poniendo en juego en sus construcciones saberes  que derivan pero al mismo tiempo están más allá, o más acá, tanto de las habilidades pulidas a lo largo de su vida laboral, como de las rutinas que la industria de la cultura programa para sus ratos libres.

En un museo taller las cosas, además de ser exhibidas, se fabrican. ¿Y qué produce un museo taller? Un museo taller genera nuevas herramientas. Libros, cuadernos, volantes y libretas; camperas, banderas, remeras y musculosas; almuerzos, carnavales, sesiones de peluquería y obras de teatro; almanaques, imanes, morrales y bolsas para las compras; vagonetas, balsas, mecanos y estandartes. Cosas que sirven, y no para cualquier cosa. Útiles para ampliar nuestra comprensión del presente y, por tanto, nuestra perspectiva del futuro, forjados en la labor con objetos y documentos del pasado, pero también en el cuerpo a cuerpo con la experiencia vital de cientos, miles de trabajadores que forman parte de, y le dan forma a, esa historia. Por eso, además de contarte con qué cosas te vas a encontrar acá, queremos que sepas que nosotros contamos con encontrarte a vos. A la posibilidad de esa reunión está referida la amalgama siempre imperfecta entre la palabra museo y la palabra taller. 

¿Qué va a pasar en Ferrowhite durante 2013?

¿Y si los tiempos que conciernen a un museo no se contaran solo en años, décadas, siglos, sino también en horas, minutos y segundos? ¿Y si las grandes continuidades que el saber histórico empolla a lo largo de años y años de culo en la silla, se pusieran en juego (y en crisis) en un rapto de risa, en un paso de baile, o en un choque de copas? Sin exagerar, tal vez Ferrowhite resulte un banco de pruebas apto para cruzar con provecho temporalidades que a diario se disocian. Los témpanos del archivo y el crisol de la fiesta. El proyecto anual de un museo con estas características, si acaso existe, deberá estar atento, por tanto, no solo a la cronología sino a aquellos sucesos que trastocan el plan. 365 días, en efecto, pero ¡todos diferentes!
Contado en trazo grueso, con lápiz de carpintero, 2013 viene barajado así:

El 2 de marzo vuelve el Carnaval de la Marea, un corso con carrozas flotantes que reunirá a la Murga Vía Libre del barrio Noroeste con los chicos del Taller de Percusión de Spurr, a los Mocosos del Patiecito de La Casa del Niño de Ingeniero White  con el “monstruo azul” de los corsos de Cerri, para volver a afirmar, por tercer año consecutivo, que en las aguas de este puerto se produce y se comercia, sí, pero también, contra viento y marea, se vive y se festeja.

Con el fin de los carnavales y el inicio de las clases pondremos en marcha la versión 2013 del Mecano de la Marea, un juego de construcción fabricado con botellas de plástico y maderas de descarte, que sirve para aprender sobre la operatoria de este puerto, antes y ahora, y al mismo tiempo sobre el reparto de beneficios y perjuicios que dicho funcionamiento genera.

En abril, en coincidencia con un nuevo aniversario de la ciudad, lanzaremos “El Castillo de la Energía”, libro en el que Nicolás Angel Caputo cuenta sus días como mecánico y buzo de la usina General San Martín. En tanto que en junio vendrá a visitarnos Juan Carlos Cena, para presentar “Ferrocarriles Argentinos”, publicación que incluye un artículo elaborado por el museo en base a lo que sobre la recuperación de los trenes en nuestra zona escribieron los ferroviarios  Darío Aldo Temperini, Mario De Simón, Adolfo Blasco, Raúl Rial y Pedro Caballero.

Del taller “Cómo funciona la cosa” saldrán nuevos morrales y bolsas para las compras con frases para llevar en un puño. Pero el producto estrella del taller será “Dicho y hecho” la primera serie de cajas para herramientas fabricada en este museo impresas con algunas de las frases memorables de los entrevistados de nuestro archivo oral. Imprescindible para ordenar el galponcito del fondo inspirándose en verdaderos campeones de la changa y el arreglito.



Lo que pase en vacaciones de invierno preferimos que sea una sorpresa, pero seguramente habrá taller de ritmos industriales. Septiembre nos encontrará preparando y octubre celebrando un nuevo cumpleaños del castillo, con la segunda edición de la fiesta de San Atilio, el único santo que cree más en el laburo que en los milagros. El año cierra con la presentación de “Los talleres invisibles”, libro en el que Ana Miravalles sintetiza una investigación que lleva más de cinco años en torno a la historia de los Talleres Bahía Blanca Noroeste, pieza clave durante casi 100 años de la infraestructura logística de la región y sector urbano en pleno cambio.  En el medio, lo queramos o no, va a pasar de todo, y quien les dice, quizás lo más importante.

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