¿Con qué se encuentra
un visitante al llegar a este museo?
Ferrowhite es un museo ubicado en una encrucijada fabulosa
de muelles, rutas y rieles, de barros milenarios y bull carriers último modelo,
de elevadores y usinas monumentales, y casas con parra y gallinero. Por eso la
pregunta es menos que te vas a encontrar acá como que vas a hacer con todo esto.
Porque, estate seguro, este lugar va a hacer algo con vos antes incluso de que te
des cuenta.
Puede entonces que Ferrowhite se defina no solo por las
piezas que atesora sino además por lo que somos capaces, entre muchos, de hacer
con ellas. Martillos, tornos y tenazas; escariadores, sierras y bigornias; caladores,
cuchillos y piedras de afilar… más de 5000 piezas del ferrocarril y el puerto,
escamoteadas por un grupo de ferroviarios durante las privatizaciones de la
década del noventa, son el punto de partida para intentar comprender cómo se
organizaban los talleres en los que esas herramientas eran utilizadas, cómo
eran el orden y los conflictos de la sociedad a la que servían, y que tal resultan,
en comparación, las cosas hoy.
Quizás este museo debería contar entre su patrimonio tanto a
los objetos que aloja como a las personas que lo frecuentan, o mejor, a lo que
nos imaginamos que todas esas personas pueden llegar a hacer cuando
se juntan. Ahí está el Arca Obrera, la balsa de supervivencia hecha
con bidones plásticos en desuso que armamos con ayuda de Angel Caputo, Luis
Leiva y Roberto Orzali, trabajadores del mar. Ahí están los buques archivo
de Roberto Conte, las locomotoras de Domingo González, los pasajeros en
miniatura de Carlos Di Cicco, y la maqueta de la Estación Ingeniero White que edificó
el “Pupi” Micucci en la cocina de su casa, un portuario y tres ferroviarios que
dan cuenta de la historia que les toca vivir, poniendo en juego en sus
construcciones saberes que derivan pero al mismo tiempo están más allá, o
más acá, tanto de las habilidades pulidas a lo largo de su vida laboral, como
de las rutinas que la industria de la cultura programa para sus ratos libres.
En un museo taller las cosas, además de ser exhibidas, se
fabrican. ¿Y qué produce un museo taller? Un museo taller genera nuevas herramientas. Libros,
cuadernos, volantes y libretas; camperas,
banderas, remeras y musculosas; almuerzos, carnavales, sesiones de peluquería y
obras de teatro; almanaques, imanes, morrales y bolsas para las compras;
vagonetas, balsas, mecanos y estandartes. Cosas que sirven, y no para cualquier
cosa. Útiles para ampliar nuestra comprensión del presente y, por tanto,
nuestra perspectiva del futuro, forjados en la labor con objetos y documentos
del pasado, pero también en el cuerpo a cuerpo con la experiencia vital de
cientos, miles de trabajadores que forman parte de, y le dan forma a, esa
historia. Por eso, además de contarte con qué cosas te vas a encontrar acá,
queremos que sepas que nosotros contamos con encontrarte a vos. A la
posibilidad de esa reunión está referida la amalgama siempre imperfecta entre
la palabra museo y la palabra taller.
¿Y si los tiempos que conciernen a un museo no se contaran
solo en años, décadas, siglos, sino también en horas, minutos y segundos? ¿Y si
las grandes continuidades que el saber histórico empolla a lo largo de años y
años de culo en la silla, se pusieran en juego (y en crisis) en un rapto de
risa, en un paso de baile, o en un choque de copas? Sin exagerar, tal vez
Ferrowhite resulte un banco de pruebas apto para cruzar con provecho temporalidades
que a diario se disocian. Los témpanos del archivo y el crisol de la fiesta. El
proyecto anual de un museo con estas características, si acaso existe, deberá
estar atento, por tanto, no solo a la cronología sino a aquellos sucesos que trastocan
el plan. 365 días, en efecto, pero ¡todos diferentes!
Contado en trazo grueso, con lápiz de carpintero, 2013
viene barajado así:
El 2 de marzo vuelve el Carnaval
de la Marea, un corso con carrozas flotantes que reunirá a la Murga Vía
Libre del barrio Noroeste con los chicos del Taller de Percusión de Spurr, a
los Mocosos del Patiecito de La Casa del Niño de Ingeniero White con el “monstruo azul” de los corsos de
Cerri, para volver a afirmar, por tercer año consecutivo, que en las aguas de
este puerto se produce y se comercia, sí, pero también, contra viento y marea, se
vive y se festeja.
Con el fin de los carnavales y el inicio de las clases
pondremos en marcha la versión 2013 del Mecano
de la Marea, un juego de construcción fabricado con botellas de plástico y
maderas de descarte, que sirve para aprender sobre la operatoria de este
puerto, antes y ahora, y al mismo tiempo sobre el reparto de beneficios y
perjuicios que dicho funcionamiento genera.
En abril, en coincidencia con un nuevo aniversario de la
ciudad, lanzaremos “El Castillo de la
Energía”, libro en el que Nicolás Angel Caputo cuenta sus días como
mecánico y buzo de la usina General San Martín. En tanto que en junio vendrá a
visitarnos Juan Carlos Cena, para presentar “Ferrocarriles Argentinos”, publicación que incluye un artículo
elaborado por el museo en base a lo que sobre la recuperación de los trenes en
nuestra zona escribieron los ferroviarios Darío Aldo Temperini, Mario
De Simón, Adolfo Blasco, Raúl Rial y Pedro Caballero.
Del taller “Cómo
funciona la cosa” saldrán nuevos morrales y bolsas para las compras con
frases para llevar en un puño. Pero el producto estrella del taller será “Dicho y hecho” la primera serie de
cajas para herramientas fabricada en este museo impresas con algunas de las frases
memorables de los entrevistados de nuestro archivo oral. Imprescindible para
ordenar el galponcito del fondo inspirándose en verdaderos campeones de la
changa y el arreglito.
Lo que pase en vacaciones de invierno preferimos que sea una sorpresa, pero seguramente habrá taller de ritmos industriales. Septiembre nos encontrará preparando y octubre celebrando un nuevo cumpleaños del castillo, con la segunda edición de la fiesta de San Atilio, el único santo que cree más en el laburo que en los milagros. El año cierra con la presentación de “Los talleres invisibles”, libro en el que Ana Miravalles sintetiza una investigación que lleva más de cinco años en torno a la historia de los Talleres Bahía Blanca Noroeste, pieza clave durante casi 100 años de la infraestructura logística de la región y sector urbano en pleno cambio. En el medio, lo queramos o no, va a pasar de todo, y quien les dice, quizás lo más importante.
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