jueves, 4 de abril de 2019
FUEGO FRATRIMONIAL
Las personas que visitan el museo no se quedan a vivir acá. A determinada hora, las puertas cierran, el equipo ficha salida y el público es invitado, cordialmente, a retirarse del lugar. En cierto sentido, estamos en el museo siempre de paso. Son las cosas, y no la gente, las que parecen ocuparlo de pleno derecho, las que han sido sido asignadas a residir en él de manera permanente. Repensar la institución museo implica, entre otras cosas, revisar esta relación de prioridad de los objetos sobre las personas. ¿Puede el museo funcionar como una casa? Y en tal caso, ¿De qué tipo de casa hablamos? ¿Qué formas del vivir juntxs es posible proponer bajo este techo?
El fin de semana que pasó, trabajadoras y trabajadores de museos de todo el país se juntaron en los museos de Ingeniero White. Comieron en la cocina del Museo del Puerto, levantaron carpa en el parque de Ferrowhite y, agotados tras explorar la ciudad, transformaron por un rato a nuestras salas en el campamento de una tribu que, a pesar de permanecer la mayor parte del año dispersa, elige pensarse como una hermandad: la fraternidad, o sororidad, de los que comparten no sólo un oficio, con sus alegrías y sus penas, sino también la confianza en que los museos, nacidos tantas veces para consagrar privilegios, pueden convertirse en una casa de iguales destinada a inquietar, aunque sea un poco, esas mismas jerarquías. Amuchadxs como fósforos en una cajita, lxs museólogxs mochilerxs encendieron en la noche del puerto su "fuego fratrimonial".
El primer Encuentro Fratrimonial fue organizado por la Asociación de Trabajadores de Museos con la colaboración del Museo del Puerto, Ferrowhite, el Galpón Enciclopédico de Bella Vista, y el apoyo del Instituto Cultural de Bahía Blanca. Más sobre ATM en:
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