¿Qué conserva este museo? Martillos, tornos, tenazas y, por estos días, también tomates. Con las familias del taller Prende dedicamos la semana que pasó a preparar salsa en conserva. ¿Por qué? Porque es parte de lo que hace falta, hoy por hoy, para parar la olla. Gastón y Stefano consiguieron 15 cajones de tomates, Julieta los acercó en su camioneta, Silvia juntó por su barrio una picadora, embudos y decenas de botellas, el Cuzco trajo el mechero y la garrafa, Manina donó la legendaria máquina de poner tapas de los Orzali, Marcelo cortó leña, Guille prendió el fuego, Carlitos diseño las etiquetas, y con Titi, Daiana, Grecia, Paola, Yesica, Camila, Analía, Alejandrina y las dos Lorenas, pusimos manos a la obra.
Lo que con la conserva se quiere conservar no son sólo tomates, o la ciencia casera de almacenar alimentos, o esos pocos pesos que nos ahorramos improvisando esta fábrica que recuerda a la economía doméstica de nuestros abuelos, es la capacidad de afrontar, entre varios, esas carencias que, a pesar de afectar a la mayoría, tienden a presentarse como asunto exclusivo de cada uno. Lo que buscamos preservar, y en la medida de lo posible potenciar, es la chance de encontrar juntos maneras de vivir desobedientes al individualismo que prescribe la época, aunque más no sea para seguir mojando el pan en el tuco de los fideos.
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