lunes, 9 de diciembre de 2019

EN CASA


El domingo 1 de diciembre fue, en la Casa del Espía, una tarde de encuentros únicos.


Por un lado, el de tres mujeres que no se conocían entre sí. Allí pasaron su infancia y adolescencia: Elena Franke, nieta del primer jefe de la usina castillo, el alemán Gustav Monch, durante la década del 40; Glay Bottini, sobrina de Louis Slasky, el jefe checoslovaco que vino después; y Elena Compiano, hija de Oscar Compiano, el último jefe que residió con su familia en ese lugar hasta mediados de los años 60. Las tres vivieron en esa casa, las tres jugaron en el parque del castillo, las tres se bañaron en “la playita”, pero no de manera simultánea, sino sucesiva. Por eso nunca hasta ahora habían tenido, siquiera, noticia la una de la otra.

Y por otro lado, fue la oportunidad para reunir a cada una de esas mujeres con amigas que hacía décadas no veían: Adriana Blasoni, Haydee Tejeda, Perla Costanzi y muchas otras con las que se reconocieron, se emocionaron y, juntas, volvieron a evocar tantas vivencias.

Nada de esto no hubiera sido posible sin el minucioso trabajo de rastreo que a lo largo de varios años llevó a cabo Rodolfo Díaz, y de su reelaboración, como relato, por parte del escritor Patricio Chaija: el gerente alemán y sus posibles vínculos con las redes de espionaje nazi que operaban en la Argentina, la casa de muñecas, las andanzas de las niñas en el parque del castillo, los visitantes que llegaban hasta la “superusina”, todo volvió a aflorar en esta tarde en la que, por unas horas, la casa volvió a iluminarse con la memoria de sus anteriores ocupantes. Participaron el grupo creativo de danzas l’ Atelier, de Pamela Lenzú, el cantante de tangos Jorge Morantes, y la repostera Ana María Araujo, quien nos deleitó con su maravillosa torta-libro.

Cuando a través de las ventanas de la casa vimos a Maura Beluzo pedaleando con su bicicleta por entre los muchos visitantes que habían llegado hasta el museo, la felicidad –y el sentido de todo, en verdad– terminó de ser completa. La casa y el parque volvieron a vivir con el recuerdo y la emotividad del encuentro de estas señoras, y siguen viviendo así, en el goce de una nena de 7 años y en el de todos nosotros.





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