Y un día volvimos. Volvimos al museo, que trabajará todavía un tiempo a puertas cerradas. Del barrio, en cambio, nunca nos fuimos. (Ojo, que la pandemia tampoco). Estos fueron meses de echar raíz. De aferrarnos a quienes nos rodean, bailando el minué del "distanciamiento social". En cada tomate que despunta, en esos pedacitos de patio que, pretenciosamente, llamamos huertas, se anuda y extiende una red que está ahí para atajar cada vez que en este circo pobre nos caemos del alambre. Pero estos días en casa fueron también la ocasión de parar las antenas y sintonizar con gente de lejos que, cosa extraña, empezamos a sentir cerca, de hacer zoom sobre las incertidumbres que parecen haberse convertido en el patrimonio común de tantos museos. Regresamos, tal vez no mejores, pero sí distintos. Dispuestos, en lo oscuro, a sacar algunas chispas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario