sábado, 1 de mayo de 2010
PASAJEROS
Desde hace algunos años el museo aloja, junto a llaves, martillos y tenazas, objetos que no provienen del pasado ferroportuario, sino que han sido construidos por los propios ferroviarios para vincular ese pasado al presente. Este domingo 2 de mayo, en Ferrowhite extendemos los festejos por el Día del Trabajador presentando las figuras que el mecánico ajustador Carlos Di Cicco talló en madera balsa: pasajeros que transitan las estaciones ferroviarias de un mundo extraño que es, al mismo tiempo, el nuestro.
A continuación el texto que Luis Sagasti escribió para la muestra:
Los muñequitos de los chocolatines Jack descansaban –y aún hoy lo hacen- en unos ataúdes de chocolate, claro, que se comían en un santiamén casi sin saborear. El rango de emociones que provocaban lo encabezaba la sorpresa de que nos tocara uno que no teníamos. Y como no era cosa de todos los días comprarse un chocolatín, el desencanto hacía de la boca una trompa si el muñeco liberado ya figuraba en nuestra colección.
Los muñecos de Di Cicco, frontales y de colores puros bien de pomo como venían los Jacks, parecen ser parte de una colección infinita a la que no le falta ninguna pieza. Pero al mismo tiempo, cualquiera de ellos da la sensación de poder iniciar una serie que a su vez encabezaría a otra. De estos asuntos los chinos que Borges citaba o inventaba sabían mucho.
Solos o de a pares, los muñequitos, pensados para habitar la maqueta de una estación del ferrocarril, dan cuenta de un afán conciliador que da la impresión de no querer olvidarse de nadie. Todos los tipos sociales parecen tener cabida en el trabajo de Di Cicco. Como en los trenes del general Perón.
Esa conciliación no solo es conceptual sino también plástica: puede advertirse en la factura de cada muñeco. Por un lado dan la sensación de ser esbozos, bocetos, algo inacabado, pero al mismo tiempo se percibe con claridad una dedicación silenciosa y tierna a la vez como si luego de cada jornada, la cabeza del trabajador necesitara restituirse a un cuerpo que por momentos debería sentirse como ajeno.
Y hay un par de muñequitos que parecen ser los más difíciles de conseguir. Y contra lo que se cree, no es la pareja haciendo el amor. Seguro. Y la impresión punzante de que la estación de trenes era una verdadera arcadia, donde todo era posible, como en Trulalá.
La colección de Jacks guardaban una epifanía que de chico uno no alcanzaba a darse cuenta: la posibilidad de observar por primera vez a Hijitus de perfil. Como ver al guarda tocar la campana de la estación, ni más ni menos.
Luis Sagasti
Carlos Di Cicco (1937-2005) fue oficial mecánico en el Galpón de Locomotoras de Ingeniero White y gasista a domicilio. Apasionado por los trenes, en su casa era posible encontrar revistas y carpetas con recortes de noticias ferroviarias y una maqueta poblada por muchas de las figuras que podrán verse desde mañana en La Casa del Espía.
La foto de este post es de Carlos Mux
En casa los vimos nacer de un trocito de madera.
ResponderEliminarNosotras, señora e hijas de Carlos Di Cicco, mujeres que conocíamos de los fierros y el ferrocarril sólo por compartir las anécdotas y los sonidos acallados de amaneceres tempraneros en respuesta de un silbato lejano, no llegábamos a apreciar la dimensión de esos pequeños muñecos.
Su tamaño subjetivo que sólo alcanzábamos a sospechar cuando Carlos revelaba a algún ocasional visitante el preciado secreto de esa maqueta a la que le dedicaba horas enteras, un mundo que lo devolvía a momentos de una historia que, con el transcurso de los años adoptó la pátina romántica de los relatos de un tiempo pasado y siempre mejor.
Carlos se fue, y tiempo después lo siguió mamá, Raquel. Ella supo en el tiempo en que lo sobrevivió que era preciso darle a Ferrowhite ese valor, en pequeño y privado homenaje a las grafas que supo limpiar a jabón y tabla, para la madrugada siguiente; en honor a un quince años de madrugones y a los siguientes años, esos que su marido había dedicado a atesorar recuerdos, vivencias, conocimientos y referencias del ferrocarril.
También para otros hombres de grafa azul que siguen respondiendo al llamado del silbato y que, hoy como en el ayer, se puedan sentir identificados con lo que Carlos rescató.
Silvia, Marisa y yo, Inés. Nos sentimos orgullosas del enorme trabajo que la gente de Ferrowhite y sus colaboradores realizaron con este pequeño legado.
Muchísimas gracias, Silva, Marisa e Inés, por este hermoso comentario.
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