Este texto es una versión corregida y ampliada de una entrada publicada en este blog el 7 de noviembre de 2011. Forma parte de "El castillo de la energía", libro en preparación en el que Angel Caputo cuenta su historia como trabajador en la usina Gral. San Martín.
A.B., N.T.
A.B., N.T.
Aunque a primera vista parezca una construcción del medioevo europeo, un
edificio que, de manera inexplicable, hubiera atravesado el océano para
terminar varado en estas costas, el “castillo” del puerto alguna vez fue una
usina. Un establecimiento industrial en el que durante décadas se produjo la
electricidad necesaria para que funcionaran elevadores y muelles, pero
también para que encendieran cada una de las lamparitas, las heladeras, las
planchas, las radios y los televisores que fueron poblando los hogares de
Ingeniero White, de Bahía Blanca, e incluso, de varias localidades de la
región.
“Todo dependía de acá”, dice Nicolás
Ángel Caputo. Y es cierto. Contando la historia del castillo tal vez
sea posible esbozar una historia de la generación
de energía eléctrica a nivel local, actividad básica para comprender el
crecimiento de nuestra ciudad a lo largo de buena parte del siglo XX. 67 años para ser
precisos, desde su inauguración, el 1° de octubre de 1932, hasta su desguace
definitivo en 1999. Una historia que arranca sobre el
comienzo del fin de la hegemonía del capital inglés en la zona, y que pasa por
la estatización peronista de los servicios públicos, en los cuarenta, y los
planes del desarrollismo, en los sesenta, para transformarse, ya en los
noventa, en caso testigo del abandono y la destrucción del patrimonio público.
Pero ¿Cómo fue posible que una única
central tuviera a su cargo el abastecimiento de energía de una ciudad en
permanente cambio durante tanto tiempo? ¿Cuál fue la relación entre oferta y
demanda de energía a lo largo de ese extenso período? Veamos.
ELECTRICIDAD Y RIEL
El castillo no fue la primera usina que
existió en Bahía Blanca. Como sucedió con el ferrocarril, el establecimiento de
un servicio eléctrico en la ciudad tuvo menos que ver con la atención de las
necesidades de su población civil, que con las demandas operativas de su
puerto. La energía eléctrica llegó para activar los guinches y los cabrestantes
que movían cosechas enteras de los vagones a las bodegas de los barcos, es
decir, impulsada por los intereses involucrados en la economía de
agroexportación.
Por eso, hasta la década del 20, fueron
las empresas ferroviarias de origen inglés las principales generadoras de
energía. Ejemplos de ello son las dos usinas construidas por el Ferrocarril Sud
en Ingeniero White (en 1902 y 1908) para uso exclusivo de las instalaciones de
la empresa, y las usinas ubicadas en la esquina de Brickman
y Donado (1907) y en Loma Paraguaya (1910), con las que el Ferrocarril
Buenos Aires al Pacífico se hizo cargo, además, del alumbrado público y la
provisión de electricidad para algunas residencias particulares. Tarea que, a
juzgar por las crónicas de la época, no estuvo exenta de numerosos
inconvenientes. [1]
En 1924, cuando la empresa Ferrocarril Sud adquirió
los bienes del Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, concentró sus
actividades en el transporte ferroviario y en las exportaciones portuarias,
abandonando los servicios urbanos de electricidad, gas y transporte tranviario
que gestionaba a través de empresas subsidiarias. [2]
El 17 de febrero de 1927 el señor Fernando
Guerrico, por la comisión local del FCS [3] y los señores Juan Carosio y Atanasio Iturbe, por la Compañía Ítalo Argentina
de Electricidad (CIAE) firmaron el contrato de compraventa de las instalaciones
que el ferrocarril tenía en la ciudad para el servicio eléctrico. El
cumplimiento de ese contrato quedaba subordinado, según su artículo cuarto, a
la sanción por las autoridades municipales de una concesión para producir y
suministrar energía en el partido de Bahía Blanca. Por eso, el 21 de febrero,
la CIAE hizo la solicitud formal ante el Honorable Concejo Deliberante [4] para que dicha concesión sea promulgada.
La resolución a favor de la nueva compañía no fue
inmediata. El asunto fue tratado en varias sesiones [5] debido a las diferencias respecto al precio de las tarifas, la duración del
contrato y las repercusiones que el otorgamiento tendría sobre otras
“instituciones nacientes” como las cooperativas eléctricas de Punta Alta [6] y de Ingeniero White [7].
Finalmente, en la sesión extraordinaria del 6 de
agosto (que comenzó a las 21.45 horas y terminó a las 7.20 del día siguiente),
el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad la Ordenanza-Contrato sobre el
servicio de electricidad, cuyo primer artículo decía: “Se concede a la Compañía
Ítalo Argentina de Electricidad la autorización para producir, introducir,
transportar, distribuir y vender energía eléctrica destinada al alumbrado
público y particular, fuerza motriz, tracción y cualesquiera otros usos y
aplicaciones de la misma en el territorio del Municipio, para uso dentro y
fuera del Partido de Bahía Blanca y el uso de todas las calles, caminos, plazas
y puentes públicos para la colocación de postes, cables y demás dispositivos y aparatos que se necesiten para la explotación de ese servicio.” [8]
Así, a través de las Empresas Eléctricas de Bahía
Blanca S.A (EEBB S.A), una filial que debió crear a los efectos de que el
municipio pudiera “discutir cualquier punto en emergencia urgente y para una
mejor fiscalización” [9],
la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad [10] se
instalaba en la ciudad para quedarse, según los términos de la concesión, por
un mínimo de veinte años y un máximo de cincuenta [11].
LA SÚPER USINA
En 1929, EEBB compró al Estado nacional
un terreno de 13.242 metros cuadrados sobre la costa de la ría de Bahía Blanca.
Como el lugar era un cangrejal al que cubrían las mareas, fue necesario
rellenar el terreno con material extraído del dragado del canal principal de la
ría e hincar 700 pilotes de hormigón en el el lecho pedregoso del estuario,
para convertir a ese espacio ‘ganado al mar’ en terreno firme, seguro para la
edificación.
En 1930, siguiendo el diseño del
arquitecto de la Ítalo Guiseppe Molinari, la empresa alemana Compañía General
de Obras Públicas S. A. (GEOPÉ) comenzó la obra que demandaría dos años de
trabajo, el empleo de centenares de obreros y miles de toneladas de hormigón.
Con un equipo de cuatro calderas
Babcock-Wilcox y dos turbinas Brown Boveri de 7.500 kilovatios cada una, la
central fue inaugurada el 1 de octubre de 1932. Como los 15.000
kilovatios que generaba triplicaban la capacidad de la usina de Loma Paraguaya,
el castillo, denominado formalmente ‘Usina Ingeniero White’, era conocido como
la “súper usina”.
Con su puesta en marcha, la instalación de
subestaciones de distribución en la ciudad y la región, y la explotación de la usina de Loma
Paraguaya (hasta 1942), Empresas Eléctricas de Bahía
Blanca sentó las bases de un monopolio sobre la provisión de electricidad que
se consolidaría a lo largo de los siguientes 16 años.
MONOPOLIO VS.COOPERATIVISMO
En julio de 1934, apenas dos años
después de la puesta en marcha de la usina castillo, se fundó la Cooperativa
Eléctrica Bahiense Limitada. Compuesta por aproximadamente 2.000 socios, la
cooperativa cuestionaba la hegemonía que EEBB mantenía sobre el servicio de
energía en la ciudad.
La cooperativa denunciaba que la misma
energía producida en la usina de Ingeniero White era vendida a $0,33 en Bahía
Blanca y a $0,10 en Punta Alta donde funcionaba desde 1926 la primera
cooperativa eléctrica del país. De modo que, donde no había competencia se
cobraba un importe alto, mientras que, donde sí la había, se practicaba una
política de precios bajos para destruirla [12].
En 1936 la cooperativa obtuvo el
permiso del Concejo Deliberante para utilizar calles, caminos y puentes a los
efectos de la colocación de postes, cables y demás elementos necesarios para la
distribución de energía eléctrica entre sus asociados. Pero el doble veto a
dicha ordenanza por parte del intendente conservador Martín Dithurbide
(1936-1940), y la promulgación, en 1939,
de la ley 4.742 de servicios eléctricos de la provincia de Buenos Aires [13],
dificultaron la posibilidad de instrumentar un servicio alternativo al de la
Ítalo. Aunque abocada a otras funciones, la cooperativa eléctrica continuó
existiendo hasta 1969, año en que fue absorbida por la Cooperativa Obrera
Limitada.
La ciudad iniciaba la década del ‘40 con el
suministro eléctrico totalmente concentrado en las EEBB. Un repaso a las memorias de la empresa, permite advertir
que, si bien con tendencia a la baja, el gran cliente de la usina durante sus
primeros diez años de existencia continuó siendo el propio ferrocarril inglés,
que mantenía bajo su dominio el manejo de muelles y elevadores. En 1932, las
instalaciones del Ferrocarril Sud requerían para funcionar 20.537
Kilowatts/hora, en tanto el consumo sumado de particulares, oficinas, alumbrado
y transporte público (tranvías), es decir, el resto de la ciudad, alcanzaba los
22.554 kw/h [14].
DEL INGENIERO WHITE AL GENERAL SAN MARTÍN
La década de 1940 comenzó con una incipiente intervención del estado
provincial en materia energética. La misma ley 4.742 que dificultaba la
constitución de cooperativas eléctricas, dispuso la creación de la Dirección de
Servicios Eléctricos, encargada de estudiar y de proponer soluciones para
atender la creciente demanda de energía.
La participación del estado en el sector eléctrico
se incrementó luego del golpe militar de 1943. En marzo de 1944 la Dirección de
Servicios Eléctricos, Mecánica y Ferrocarriles, organismo que reemplazó al
anterior, derogó la ley 4.742 y comenzó con una tarea centrada en el control de
tarifas, la recepción de datos estadísticos de los concesionarios, el
asesoramiento técnico a municipios y cooperativas, las restricciones del
consumo en oficinas del estado provincial y de las autorizaciones para
industrias y comerciantes [15].
La política de intervención en los servicios públicos en general, y de
la energía eléctrica en particular, se continuó durante el primer gobierno
peronista (1946-1952). El Plan Nacional de Electrificación (1946) tenía, entre
otros objetivos, el acrecentamiento de la potencia instalada, la coordinación de la política
energética entre la nación, las provincias y las comunas, y finalmente, la
estatización del servicio que, en la provincia de Buenos Aires, seguía
concentrado en un 95% en empresas extranjeras [16].
En el marco del Plan General de Electrificación de
la provincia de Buenos Aires (Ley 5.239 de 1947) y la ley 5.141 de
expropiaciones (1947), el 11 de octubre de 1948 se dispuso “la expropiación de
los bienes muebles, inmuebles e instalaciones afectados al servicio público de
electricidad en Bahía Blanca y Punta Alta, por los que se pagará, en concepto
de precio y de indemnización, la suma de 9 millones 157 mil 353.16 pesos, menos
la parte que pueda corresponder a las tarifas percibidas por el concesionario
en concepto de amortización del capital” [17].
Con un acto presidido por el ministro de Obras
Públicas, Raúl Mercante, el 15 de noviembre de 1948 el gobierno provincial tomó
posesión del edificio, en lo que sería una de las tres expropiaciones (aunque
con indemnizaciones) del gobierno a grupos foráneos [18]. A partir de ese momento, el castillo pasó a
depender de la Dirección de Energía y Mecánica de la provincia de Buenos Aires
(DEMBA) y su nombre ‘Ingeniero White’ fue reemplazado por el de ‘Gral. San
Martín’.
Por la intensidad de las actividades
portuarias así como también por el crecimiento demográfico, los requerimientos
de energía fueron en permanente aumento. Durante el decenio peronista, la usina
debió responder, además, a un aumento de la demanda derivado de la producción e
incorporación masiva a la vida doméstica de numerosos artefactos eléctricos de
fabricación nacional vinculados a las políticas de promoción de la industria
ligera destinada al mercado interno: heladeras, ventiladores, planchas
y calefones [19].
En 1947 Bahía Blanca contaba con más de 100.000
habitantes [20].
Para entonces, la “superusina” que a principios de
los años treinta podía parecer sobredimensionada con respecto al tamaño de la
ciudad que abastecía, comenzaba, a principios de los cincuenta, a ser exigida
hasta el límite de su capacidad. De allí que, en marzo de 1954, se anunciara la
incorporación de una nueva turbina de 15.000 kilovatios que duplicaría la
capacidad de generación de la central General San Martín.
“En el vasto plan eléctrico incluido en
el Segundo Plan Quinquenal del gobierno provincial (…) Bahía Blanca tendrá su
parte de importancia. Con acertado criterio se ha tenido en cuenta la cada vez
mayor demanda de energía, y es así como la usina de Ingeniero White, todavía la
más importante del estado bonaerense, contará con una nueva turbina de 15.000
kilovatios, es decir que su capacidad de producción ha de duplicarse.” [21]
LA CARRERA ENTRE NECESIDADES Y PRODUCCIÓN
Pero si la usina entera tardó sólo dos
años en construirse, la ampliación de sus equipos generadores debería esperar
más de ocho. Las obras anunciadas durante el segundo gobierno de Perón serían
inauguradas por el desarrollista Arturo Frondizi, recién en 1962.
Varias notas periodísticas dan cuenta
de la paulatina llegada a puerto de equipos y materiales, a bordo de los
vapores “Río Bermejo” y “Río Quinto” de la flota mercante del Estado, provenientes
del puerto de Génova [22]. Sin embargo habrá que esperar hasta enero de
1959 para que se inicien las obras de montaje, con la construcción de las bases
de hormigón de las nuevas calderas [23].
Finalmente, tres calderas y dos
turbinas fabricadas por la compañía Franco Tosi, en Legnano, Italia, fueron
inauguradas, ante el presidente Frondizi en persona, el 10 de febrero de 1962. En esa misma
oportunidad se habilitaron los laboratorios de agua y aceite (donde hoy avanza
la Rambla de Arrieta) y el taller regional de reparaciones (en el que
actualmente funciona Ferrowhite).
Aunque el castillo amplió su capacidad generadora, para entonces había
crecido también la demanda y la zona a abastecer. Un informe publicado por La
Nueva Provincia en julio de 1968, estima que en aquel año la usina atendía a
una población que superaba los 430.000 habitantes, e incluía, además de a Bahía
Blanca, White, Cerri y Cabildo, a otras 17 localidades de la región: Tornquist,
Pigüé, Coronel Suárez, Guaminí, Adolfo Alsina,
Puán, Espartillar, Arroyo Corto, Goyena, Dufaur, Sierra de la Ventana,
Saldungaray, Pehuen-Có, Bajo Hondo, Médanos, Algarrobo y Coronel Dorrego. Sólo
en el decenio 1957/1967 el consumo de energía se había casi triplicado pasando
de 58 a 143 millones de kilovatios/ hora.
“La carrera entre las necesidades de energía y la producción presenta por
ahora un balance favorable para la segunda, pero, indudablemente, se está
llegando a un límite. (…) Las tres calderas existentes tienen una capacidad de
generación de vapor de 18.000 kilovatios cada una. Dos están permanentemente en
servicio para atender la demanda y una se encuentra en reserva o en reparación,
según los casos. Si se tiene en cuenta que los consumos “pico” que se producen
precisamente ahora, de junio a agosto, alcanzan a los 36.000 kilovatios, puede
observarse que la usina está abasteciendo a la ciudad y la zona justo en el
límite.” [24]
DE VIDA O MUERTE
Con el castillo trabajando al máximo de su capacidad, sin equipos de
reserva suficientes, y con la usina de la Base Naval Puerto Belgrano como único
auxilio en caso de emergencia, cualquier accidente o desperfecto podía
ocasionar la suspensión del servicio eléctrico.
El 11 de diciembre de 1966 un ratón se escabulle en el generador n°1
produciendo un cortocircuito que deja sin luz a toda la ciudad. No es el primer
roedor que trae problemas. Según la crónica “es la tercera ocasión en que una
causal de ese tipo provoca inconvenientes” [25]. Para entonces, es ya
famoso el corte provocado por un gato, incidente que habría llegado a las
páginas de periódicos de Nueva York y París.
Noticias como esta se repiten por aquellos años. “Más de 17 horas sin luz
en Bahía Blanca y la zona” reza el título principal de La Nueva Provincia del 4
de noviembre de 1968, atribuyendo el suceso a otro cortocircuito, esta vez en
las barras de alta tensión que recibían la energía de los generadores. Se trata
del apagón más largo del que se tenga registro en los, hasta aquel momento, 36
años de historia de la usina. Record que será superado poco después cuando la
rotura de un tubo de combustible y un principio de incendio, dejen en sombras a
Bahía durante “18 horas y 35 minutos” [26].
Estos inconvenientes no sólo afectaban a la vida de la ciudad. Ingeniero
White vive por aquellos años el auge de la exportación de frutas del Valle del
Río Negro. “Nuestro problema es de vida o muerte. Los cinco millones de cajones
de fruta exportados este año nos obligan a pensar en soluciones rápidas (…) En
el caso de los frigoríficos de fruta, un apagón provocaría la pérdida de muchos
millones de pesos” [27]. Así se expresan
representantes de la Corporación del Comercio y la Industria ante el ingeniero
Adalberto Luccini, interventor de la Dirección de Energía de Buenos Aires
(DEBA) durante el gobierno de Onganía, quien les asegura que, en caso de
inconvenientes, el suministro de energía para las operaciones portuarias tendrá
prioridad por sobre el resto de los usuarios.
La respuesta más o menos inmediata a las quejas de grandes empresarios y
ciudadanos de a pie, fue la incorporación de una turbina a gas comprada en
Alemania a la empresa Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft (AEG), e
instalada en el castillo entre febrero y marzo de 1969. [28] Un generador similar
sería emplazado en Villa Rosas sobre fines del mismo año. Como estos equipos entraban
rápidamente en funcionamiento, lograban suplir con eficiencia la
provisión del servicio cuando el consumo aumentaba. Por otra parte,
se iniciaron las tareas de interconexión con la usina de Necochea, obra incluida
en el plan de interconexión provincial que sería
terminada recién en 1971 [29].
Sin embargo, a pesar de las mejoras y ampliaciones, los problemas de
abastecimiento no desaparecieron.
Por eso, y ante la perspectiva de la creación de un polo petroquímico que,
evidentemente, incrementaría el consumo energético, a principios de la década
de 1970 se empezó a considerar la posibilidad de construir una nueva
central. Dos eran los proyectos que se evaluaban en esos
años. Uno proponía la instalación de una usina nuclear con una potencia de un millón
de kilovatios (tres veces superior a Atucha [30]),
mientras que el otra preveía la creación de una central térmica que aprovechara
el carbón de Río Turbio.
Luego
de muchas idas y vueltas, en 1978, en plena dictadura militar, se decidió por
la segunda opción y se confeccionaron los pliegos, bases y condiciones para la
instalación de la usina
Comandante Luis Piedra Buena, que aún tardaría otros diez años en entrar en
funcionamiento.
EL ÚLTIMO QUE CIERRE LA PUERTA Y APAGUE LA LUZ
En la
década de 1980, con la incorporación de Bahía Blanca al sistema de
interconexión nacional a través de líneas de 132 KV, la usina General San
Martín perdió la exclusividad en la provisión de energía y poco a poco se
volvió menos importante. Sin embargo, el castillo todavía resultaba útil para
la ciudad. De hecho, en 1982 se hicieron importantes trabajos (como retubar las
calderas y cambiar los álabes de las turbinas) porque se especulaba que, con la
habilitación de la nueva central de mayor capacidad de generación, esta usina
quedaría para el abastecimiento exclusivo del polo petroquímico local.
Nadie
imaginaba lo que pasaría sólo seis años más tarde. El fin del castillo en tanto que usina llegó en diciembre
de 1988, cuando desde La Plata se decidió detener las calderas y las turbinas.
El cierre de la usina coincidía con el fin de una era. A partir de 1989, el
gobierno de Carlos Menem encararía la privatización del sector energético
nacional.
Sin embargo, por un momento pareció que la posibilidad de volver
a poner al castillo en marcha no se había perdido por
completo. En 1993 hubo un intento de
repotenciar su funcionamiento y para ello, algunos de los antiguos
trabajadores, Ángel Caputo entre ellos, fueron
convocados para realizar los trabajos de reparación y alistamiento general de
las máquinas. La máquina 4 quedó reparada y lista para trabajar cinco años más,
pero sin el apoyo político que hubiera sido necesario para la recuperación, el intento quedó en eso.
Por el contrario, en 1997, antes de la privatización de la Empresa Social
de Energía de la provincia de Buenos Aires (ESEBA S.A.) [31],
el gobierno provincial ordenó el remate de toda la
maquinaria del complejo (turbinas, transformadores, repuestos…). El resto fue
desguazado entre 1999 y 2000. Roberto
Salvucci, dibujante técnico de la usina resume: “Es como si vos a un auto le
hacés el motor de nuevo, le hacés chapa y pintura y, después, lo partís al
medio” [32].
"Salvemos al castillo". Boceto para serigrafía realizado por Noe Maceratesi en el taller "Cómo funciona la cosa".
En 2001 el edificio de la usina, los talleres y el predio fueron entregados
por ESEBA S.A Residual a la Municipalidad de Bahía
Blanca. En 2002 el castillo fue declarado
monumento histórico nacional por la ley 25.580, promovida por el diputado
nacional Luis Brandoni, y en el mismo año fue declarado monumento histórico y
patrimonio cultural provincial por la ley provincial 12.932, propuesta por la
senadora provincial Alicia Fernández de Gabiola. En 2004,
luego de dos años de trabajo las persianas del taller regional volvieron a levantarse con la apertura de Ferrowhite. El resto de la historia es más o menos conocida.
Pero, como dijimos, para que durante más
de cincuenta años la usina produjera energía eléctrica, además de máquinas,
caños, fuego y vapor, fue necesario el trabajo de alrededor de 150 personas
entre personal de turno y de mantenimiento [33].
150 trabajadores entre peones, medio oficiales, oficiales especializados,
capataces, jefes de sección y de turno que se encargaban de trabajos
específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las numerosas secciones
existentes: máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua
y aceite, taller regional, carpintería, pintura, hojalatería, almacén. Sobre
ellos nos cuenta Ángel en su libro.
BAHÍA, “POLO ENERGÉTICO”
El castillo, decíamos al principio, no fue la primera usina de la ciudad. Tampoco la última. Y no nos referimos solo a la central Piedra Buena. En septiembre de 2011, el diario La Nueva Provincia titula: “Ya piensan en una nueva termoeléctrica” [34]. En junio de 2012, el rumor parece confirmarse: AES Corporation, una empresa estadounidense, invertirá 1.000 millones de dólares para construir la central térmica Almirante Guillermo Brown en la localidad de Gral. Daniel Cerri.
El castillo, decíamos al principio, no fue la primera usina de la ciudad. Tampoco la última. Y no nos referimos solo a la central Piedra Buena. En septiembre de 2011, el diario La Nueva Provincia titula: “Ya piensan en una nueva termoeléctrica” [34]. En junio de 2012, el rumor parece confirmarse: AES Corporation, una empresa estadounidense, invertirá 1.000 millones de dólares para construir la central térmica Almirante Guillermo Brown en la localidad de Gral. Daniel Cerri.
Esteban Sabanés
Roberto Salvucci
Héctor Guerreiro
Ana Miravalles
Personal del archivo del Concejo Deliberante
Trabajadores de la usina que fueron entrevistados
Roberto Salvucci
Héctor Guerreiro
Ana Miravalles
Personal del archivo del Concejo Deliberante
Trabajadores de la usina que fueron entrevistados
[1] Guerreiro, Héctor. “Caminos de hierro en Bahía Blanca.
Ferrocarril Pago Chico.”, boletín informativo n°46, marzo-abril de 2009.
[2] Compañía Sud
Americana de Luz y Fuerza Limitada, Compañía de Gas de Bahía Blanca Limitada y
Compañía de Tranvías de Bahía Blanca.
[3] Las empresas
que esta comisión incluía eran: Ferrocarril del Sud de Buenos Aires Limitada,
Ferrocarril de Bahía Blanca y Noroeste, Compañía Sud Americana de Luz y Fuerza
y Compañía de Gas de Bahía Blanca Limitada. Copia correspondiente al contrato
N° 6.906.N/1.420 137/B.B/N.30 entre FCS y CIAE del 17 de febrero de 1927.
Archivo Guerreiro- Ferrowhite.
[4] Libro 19
(1923-1927), Acta Nº 14 correspondiente a la sesión del 21 de febrero de 1927
[Folios 348-364]. Archivo HCD de la ciudad de Bahía Blanca.
[5] 23 de mayo
(acta Nº 36), 3 de junio (acta Nº 38), 11 de julio (acta Nº 46), 25 de julio
(acta Nº 48), 5 de agosto (acta Nº 50) y 6 de agosto (acta Nº 51).
[6] Fundada en
1926 y habilitada por el HCD en la sesión del 23 de mayo de 1927. Libro 20, Acta N° 36 [Folios 101-126]. Archivo HCD.
[7] Fundada en
1927, la cooperativa Eléctrica de Ingeniero White nunca obtuvo el permiso para
funcionar.
[8] Los concejales
que asistieron a la sesión fueron: Agustín Arrieta, Ramón Ayala Torales,
Estanislao Boffi, Carlos E. Cisneros, Nicolás C. Caprece, Luis Harrington,
Mario M. Guido, David Justus, Federico Mela, A. T. Marcellino, Pilade Maffi,
Francisco Lódolo, J. F. González, Manuel Lucero, Moisés Tapiero y Emiliano
Troncoso. Estuvieron ausentes sin aviso: Martín Dithubide, Alberto Medus,
Florencio Melzi, R. Olaciregui, Eduardo Pont, José M. Pérez Bustos y Jesús
Zárraga. Libro 20 (1927), Acta Nº 51 correspondiente a la sesión del 6 y 7 de
agosto de 1927 [Folios 309-336] Archivo HCD de la ciudad de Bahía Blanca.
[9] Libro 20, Acta
Nº 48 correspondiente a la sesión del 25 de julio de 1927. Archivo HCD.
[10] La CIAE
(fundada en 1912 por Brown Boveri, Pirelli y un grupo de capitalistas
argentinos) pertenecía, a su vez, a la Société Suisse- Américaine d’ Electricité,
grupo financiero con domicilio legal en Zurich, Suiza. Ver Lanciotti, Norma,
“Inversión extranjera y marcos regulatorios. Las empresas de electricidad en
Argentina, 1890-1956”, en V Coloquio
Anual de Historia de las Empresas, Universidad de San Andrés, Buenos Aires,
2007, pp. 12-13.
[11] La empresa
podía solicitar ante la Legislatura de la provincia de Buenos Aires la
extensión del período de concesión hasta un máximo de treinta años. Libro 20,
Acta Nº 46 correspondiente a la sesión del 11 de julio de 1927. Archivo HCD. En
octubre de 1932, la empresa obtuvo por decreto del poder ejecutivo de la
provincia de Buenos Aires, una prórroga en la concesión del servicio por quince
años. Consultar “Balance correspondiente al año 1932 [1933]”, en Empresas Eléctricas de Bahía
Blanca, Annual Reports (1930- 1942), Archivo Ferrowhite.
[12] Cooperativa
Eléctrica Bahiense, Demanda de inconstitucionalidad de la ley Nº 4742 de
Servicios eléctricos de la Pcia. de Bs. As., Coop. Eléctrica Bahiense
Ltda., Bahía Blanca, 1940.
[13] Esta ley
imponía a los prestatarios del servicio de energía eléctrica una serie de
condiciones fáciles de cumplir para grandes empresas como EEBB, pero
prácticamente imposibles para una cooperativa: la obligación de dar luz a
cualquiera que lo pidiera y la acreditación efectiva, al momento de solicitar
la concesión, de la realización del 40% del capital que debían tener.
[14] Consultar
“Balance correspondiente al año 1931 [1932]”, en Empresas Eléctricas de Bahía Blanca, Annual
Reports (1930- 1942), Archivo Ferrowhite.
[15] La Scaleia,
Luis, "El estado empresario y las políticas públicas en el sector
eléctrico en la
provincia de Buenos Aires, 1946
– 50”, en Primer Congreso sobre el peronismo: la primera década, Red de estudios sobre el peronismo, Mar del
Plata, 2008, pp.6 -7.
[16] La Scaleia, Op. Cit., p.4.
[17] La Nueva
Provincia, 4/11/1948.
[18] El 27 de noviembre de 1948, el
gobierno nacional prohibió las expropiaciones por los juicios que los
concesionarios hacían al estado por las diferencias en las valorizaciones de
las instalaciones afectadas. Otras dificultades, de orden económico,
complicaron más la concreción del Plan de Electrificación, que fue anulado y
reemplazado por otro. Ver La Scaleia, Op.
Cit., pp. 10-11.
[19] La Scaleia, Op.
Cit, p.3.
[20] La Scaleia, Op.
Cit, p.3.
[21] LNP, 15/3/1954.
[22] LNP, 15/12/1955, 21/1/1956 y 15/7/1956.
[23] LNP, 28/1/1959.
[24] LNP, 3/7/1968.
[25] LNP, 12/12/1966.
[26] LNP, 29/1/1969.
[27] LNP, 13/11/1968.
[28] LNP, 9/2/1969 y 27/3/1969.
[29] LNP, 30/8/1971.
[30] LNP, 23/1/1972,
12/6/1972, 15/8/1972 y LNP, Sesquicentenario de la fundación de Bahía Blanca,
Bahía Blanca, 1978.
[31] En agosto de
1990, las funciones de la empresa provincial fueron escindidas. A partir de
entonces, la Empresa Social de Energía de la Provincia de Buenos Aires Sociedad
Anónima (ESEBA S.A.) pasó a encargarse de las actividades de explotación,
quedando DEBA (que más adelante se denominaría Ente Provincial Regulador
Energético) para las funciones político- administrativas.
[32] Entrevista a
Roberto Salvucci, 31 de agosto de 2012. Archivo Oral Ferrowhite.
[33] Cabe aclarar
que esas 150 personas incluyen solamente al personal que trabajaba en la usina. En el distrito sur de DEBA llegaron a trabajar alrededor de 1800 personas, entre las secciones de administración, almacén, personal, distribución.
[34] LNP,
29/9/2011.
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