martes, 5 de noviembre de 2013

DESHACER LA AMÉRICA

El pasado viernes nos mudamos al auditorio de la Asociación Dante Alighieri para presentar, junto al Hospital Italiano Regional del Sur, “Ma, come siamo arrivati, cui?”, una charla en la que Ana Miravalles reconstruyó, a partir de su trabajo con entrevistas y documentos de archivo, parte de la historia de la inmigración italiana de la segunda posguerra en Bahía Blanca, acompañada por el dúo musical “Los Nonos de Atilio”.



Entre 1947 y 1960 llegaron al país alrededor de medio millón de italianos. No pocos se radicaron en Bahía Blanca. Aquí encontraron una ciudad constituida precisamente durante otro período de gran afluencia de trabajadores europeos, entre la última década del siglo XIX y las primeras tres del siglo XX. A menudo, sin embargo, la historia de ambas migraciones se cuenta como si fueran la misma, como si se hubiese tratado de un flujo humano continuo y uniforme, indiferente a las circunstancias personales pero también a los cambiantes contextos históricos, en el que el proceso migratorio es entendido como un simple “trasvase” de gente que llegó para quedarse y prosperar, asimilada sin problemas a una “sociedad de puertas abiertas”.

Las cosas, desde luego, fueron más complejas. Tanto la partida como la llegada solían estar plagadas de inconvenientes. El camino no sólo era ida, ni siempre ascendente. La realidad contradijo en más de una ocasión las expectativas, e incluso el margen para las decisiones individuales fue menos amplio de lo que a muchos de nosotros, hijos y nietos de aquellos “gringos”, nos gusta reconocer. Paralelas al deseo o la necesidad de emigrar de miles de italianos durante la segunda posguerra, las circunstancias políticas en sentido amplio (fascismo y miseria en Italia, peronismo e industrialización en Argentina) y políticas en sentido específico (determinados acuerdos entre los gobiernos de Argentina e Italia, influencia de instituciones como la iglesia católica o los partidos políticos, o de organismos internacionales como el CIME) fueron tan determinantes como las propias circunstancias personales a la hora de partir, de radicarse o decidir la vuelta.


Muchas veces se busca definir la imagen de nuestra ciudad poniendo de relieve las figuras de quienes, habiendo nacido acá, se destacan afuera, si es en el extranjero mejor. Como si su éxito exaltase una marca de origen, pero al mismo tiempo subrayase nuestra incapacidad para entender a la propia ciudad como un lugar memorable, donde también sucede la historia. “Ma, come siamo arrivati, cui?” invitó al ejercicio alternativo de comenzar a trazar el perfil de Bahía Blanca en base a las figuras de quienes, aún habiendo nacido en otros lugares, vinieron, vivieron y eventualmente murieron en este sitio. Morir en un lugar después de una vida de trabajo, puede darnos pistas, indicios, para pensar la ciudad no desde la pureza prístina de un origen esencial que se imprime en los genes de sus “hijos”, sino desde la multiplicidad de proveniencias de quienes a lo largo del tiempo han confluido en ella. El punto de vista de los que llegaron tal vez nos ayude a vislumbrar quienes somos sin renunciar a comprender las tensiones que nos constituyen.

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