En un museo la historia es cuestión de espacio. Pero hacer lugar para la “doble manía” de conservar ciertas cosas y organizarlas de cierta manera requiere, a su vez, tiempo. Tres meses tardamos en fabricar la estantería que hoy terminamos de instalar en nuestro taller ‘Prende’. El artefacto mide siete metros de largo por casi tres de alto, repartidos en tres módulos que suman a la tarea del museo cincuenta fornidos estantes. Hacer lugar es un ejercicio físico, pero también intelectual: medir, dibujar, marcar, cortar, calar, martillar, serruchar, encolar, limar, laquear, lijar o atornillar resultan operaciones de primer orden museográfico. La nueva estantería se alza sobre el esqueleto de un viejo mueble ferroviario. En su construcción ensamblamos materiales de distintas épocas, montantes de pinotea y tablas de fenólico reunidos para mantener en pie a esta institución del Estado. Es costumbre concebir al museo como aquel espacio “en el que todos los tiempos se acumulan fuera del tiempo”. Acá nos gusta imaginar, en cambio, que en su demora laboriosa, un museo puede llegar a ser útil para ensanchar nuestra experiencia del tiempo vivido, para hacer de esa experiencia algo distinto al puro apuro que solemos confundir con el presente o asumir, resignados, como la insuperable condición de nuestra época.
lunes, 27 de marzo de 2017
HACER LUGAR
En un museo la historia es cuestión de espacio. Pero hacer lugar para la “doble manía” de conservar ciertas cosas y organizarlas de cierta manera requiere, a su vez, tiempo. Tres meses tardamos en fabricar la estantería que hoy terminamos de instalar en nuestro taller ‘Prende’. El artefacto mide siete metros de largo por casi tres de alto, repartidos en tres módulos que suman a la tarea del museo cincuenta fornidos estantes. Hacer lugar es un ejercicio físico, pero también intelectual: medir, dibujar, marcar, cortar, calar, martillar, serruchar, encolar, limar, laquear, lijar o atornillar resultan operaciones de primer orden museográfico. La nueva estantería se alza sobre el esqueleto de un viejo mueble ferroviario. En su construcción ensamblamos materiales de distintas épocas, montantes de pinotea y tablas de fenólico reunidos para mantener en pie a esta institución del Estado. Es costumbre concebir al museo como aquel espacio “en el que todos los tiempos se acumulan fuera del tiempo”. Acá nos gusta imaginar, en cambio, que en su demora laboriosa, un museo puede llegar a ser útil para ensanchar nuestra experiencia del tiempo vivido, para hacer de esa experiencia algo distinto al puro apuro que solemos confundir con el presente o asumir, resignados, como la insuperable condición de nuestra época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario