Tantas mañanas compartidas había que celebrarlas de noche. Con lxs chicxs del taller Prende cerramos el año recorriendo los alrededores del Castillo, explorando, linterna en mano, la paradoja de que esa usina que iluminó a una ciudad permanezca en sombras, se convierta, cada vez que cae el sol, en guarida oscura para los mil monstruos que nuestra imaginación suelta ahí adentro. ¿Y qué descubrimos? Que en esa boca de lobo también caben la risa y el brindis, las ganas de jugar e imaginar un futuro mejor de los que insistimos en trajinar este sitio tan difícil como maravilloso.
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