Estibador, bailarín y, entre tantas otras cosas, también dibujante, Pedro murió antes de que pudiéramos poner la minerva del museo en marcha. Ahora que Guille por fin lo logró, su imagen migra y se multiplica en esta pequeña estampa. Un Pedro para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, listo para circular entre propios y extraños como lo que hoy es: una presencia impalpable que nos acompaña.
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