martes, 7 de diciembre de 2010

LA CIENCIA NUESTRA



Hasta ahora lo habíamos visto solo de espaldas, trabajando en la construcción del vagón todo puertas. Muchos ferroviarios nos habían hablado de esos vagones, uno de los últimos trabajos hechos en Talleres Bahía Blanca Noroeste cuando todavía pertenecían a Ferrocarriles Argentinos, pero recién hace unos pocos días supimos quién es ese hombre, que parece perderse frente a semejante mole de metal.
La semana pasada fuimos a verlo a Narciso Lucas:


Después de haber trabajado como obrero metalúrgico desde los 14 años, y luego como maquinista en la Lanera San Blas durante 13 años, Narciso Lucas ingresó en 1982 en Talleres Noroeste, en la sección herrería y participó, además de la construcción del vagón Todo Puertas, de la del vagón ejecutivo y el vagón para el tren de auxilio del guinche Takraf. En 1993, cuando Ferrosur se hizo cargo del Taller, pasó al galpón de montaje y ahí trabajó en la reparación de locomotoras diesel-eléctricas. En 1996, Ferrosur abandonó definitivamente estos talleres y trasladó su base operativa a Olavarría, y Lucas pidió el retiro, pero en poco tiempo ingresó en el taller de mantenimiento que Ferroexpreso Pampeano instaló junto al viejo galpón de locomotoras de Ingeniero White, hasta hace cinco años, que se jubiló.

Un poster, con varias fotos preparadas por la hija de Lucas, vendría a ser como una especie de curriculum gráfico:



Y cuando le mostré la foto de la comitiva japonesa, me dijo:
(los cortes marcan el ritmo, y las pausas en el hablar de Narciso)
ah, si, ahora que me decís me acuerdo,
si no, no me acordaba;
recorrieron todo;
nosotros trabajabamos en la herrería,
para ellos era todo nuevo,
te imaginás ellos
la tecnología que tienen,
ver ahi
que trabajabamos con esos hornos rudimentarios,
eran con gasoil, cómo templábamos las hojas,
¿sabés cómo templabamos?
Las hojas de los elásticos
las metiamos al horno,
le dábamos la curvatura,
uno lo tenía con una pinza,
el otro le daba con un martillito
y de ahi al agua,
a una batea con agua;
al meterla al agua
se enfriaba automáticamente
pero quedaba como un vidrio,
entonces había que revenirla, se revenía a 400º ,
una vez que apagábamos el horno,
eso habia que hacerlo a ojo,
no teníamos manómetro,
no teníamos nada para marcar la temperaura,
ni reloj, nada,
entonces teníamos un palito,
no sé qué madera era,
el palito revenidor, le decíamos,
un palito cuadradito así,
y le pasábamos,
si largaba chispita ya estaba, si no,...
ah.. si ya estaba, lo sacábamos,
y eso era todo la ciencia nuestra,
lo que aprendíamos trabajando,
y los japoneses miraban y miraban lo que hacíamos
y no entendían nada,
y nos veían a nosotros y estaban sorprendidos,
y nostros nos matábamos de risa...

No hay comentarios: