jueves, 12 de febrero de 2015

EL BUEN MAQUINISTA

En la planta alta del museo hay una sala dedicada a la Escuela Técnica Carlos Gallini, el lugar en Ingeniero White en el que los aspirantes a maquinistas del ferrocarril aprendían el oficio guiados por sus compañeros en el gremio La Fraternidad. Hace algunos días, nuestra compañera Julieta Ortiz de Rosas entrevistó a Olga y Raúl Martínez, quienes le contaron acerca de la historia de su papá Amadeo, quien estudió y eventualmente dió clases en esa escuela.

En 1930, Amadeo Martínez ingresó en el Ferrocarril Sud para trabajar como pasaleña de las locomotoras a vapor. A los pocos años ya cumplía las funciones de foguista. En 1940 la empresa lo trasladó a Ingeniero White y lo ascendió al puesto de maquinista.




Amadeo manejó tanto las locomotoras a vapor como las diésel del Ferrocarril Roca, realizando el tramo Bahía Blanca-Olavarría, Olavarría-Bahía Blanca. Recuerda Raúl, su hijo mayor:

“Era un estudio embromado el de maquinista, los exámenes se rendían en Buenos Aires y muchos fracasaban, más en el tiempo de los ingleses. Para trabajar de maquinista tenías que estudiar mucho y no solo conocer la práctica del oficio, si no también el estudio de la señalización, de los cambios, cómo está compuesta la máquina, las piezas de la máquina, el problema del vapor. "

“Antes de que te largaras a transitar por ciertas vías tenías que ir a recorrerlas unas cuantas veces junto a alguien que ya las conocía, no podías largarte solo. El conocimiento de la vía era esencial para cualquier maquinista, vos calculá que todas las vías son completamente distintas.”


Lejos de las vías, Amadeo formó parte de varios grupos musicales (uno de ellos fue junto al padre de Juan Cambarelli, “El mago del bandoneón”) y acompañó con su guitarra a hijos e hijas de ferroviarios que cantaban durante las fiestas de la Fraternidad. Como si algo le faltara hacer, además escribía mucho. Irma, la hija menor, relata:

“A mi papá siempre lo recuerdo escribiendo cosas. Fue hasta 3º grado ¡pero tenía una redacción y una letra! Escribía de todo, tenía esa costumbre maravillosa”.

“Fijate, detrás de cada foto hay una reseña escrita por él”.


Junto con las fotos, aparece este poema didáctico, con aclaraciones incluídas, titulado 'El Buen Maquinista'. Amadeo lo escribió allá por la década de '30, en  la ciudad de Patagones.


El buen maquinista 

De Amadeo Delfino Martínez

Yo también como el mejor
maquinista recibido
sé hacer un buen recorrido
con máquinas a vapor.
Sé abrir el regulador (llave de abrir la marcha)
y recoger la “palanca” (marcha atrás ó adelante)
y si es brava la barranca,
mandarla al faie del “sector” (cambio de marcha).


Sé dar un contra vapor (en marcha, dar marcha atrás)
sin que sufra la caldera
y sé hacerlo de manera
que no salte el “inyector” (inyector de agua).
Y si voy con “cangeador” (aparato de cambio vía libre),
corriendo algún sesfaloso,
le hago una seña a mi “socio” (el foguista)
pa’ que produzca vapor.

En las noches muy oscuras
de neblina o temporales
mis ojos son como gato
pa’ divisar las señales.
Y al llegar a una estación,
si es que hay pasada o parada,
de lejos sé distinguen
la verde o la colorada.

Así al llegar a destino
entro la locomotora al galpón
y antes de dejar servicio
anoto reparación.

La vida de un maquinista
sin pretensiones ninguna,
y una vez dejao servicio
voy a pasar a la Comuna (casa de descanso).

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