lunes, 21 de agosto de 2017

LA ESTRATEGIA DEL CHIMANGO

En este museo prender la luz, poner a cargar el celular o cambiarle las pilas a un control remoto, ya no será lo mismo. Los ensayos de Guido Poloni nos embarcan en la aventura de convertir cada una de estas acciones en un ejercicio soberano. ¿Puede una persona, o una familia, o una comunidad, producir por su cuenta y a su modo las energías que consume? Guido no tiene respuesta, pero con su laboratorio salvaje intenta activar una imaginación utópica menos interesada en abolir o escapar del orden vigente que en hackearlo para gestar, en sus intersticios, otras formas de vida. Algo que con su amigo Agustín Rodríguez podríamos llamar la estrategia del chimango.

Comenzamos la tarde del último sábado partiendo en contingente desde los Museos de Arte hacia el basural que crece entre calle Belisario Roldán y las aguas del estuario. Ese lugar que Agustín -en otro acto soberano- decidió bautizar, con cartel indicador y todo, "Parque Nacional El Chimango". Ratas y chimangos prosperan allí donde la ciudad se vuelve carroña, recordándonos que naturaleza y sociedad no son ámbitos separados sino parte de una misma realidad atravesada por intrincados intercambios.

Las chicas y chicos del taller Prende nos esperaban al pie de la usina desmantelada, listos para comprobar que los átomos de hidrógeno pueden separarse de las moléculas de agua y convertirse así en combustible, y que para eso no hace falta instrumental sofisticado, sino unos cuantos frascos de cocina, un poco de soda caústica y algunos globos de cumpleaños. O mejor: que en manos de Guido, casi cualquier cosa estalla. Y que con la explosión la intriga despierta. Y que la intriga da hambre. Y que para el hambre no hay nada mejor que el chocolate y las tortas que prepararon las amigas de la Asociación, encendiendo hornos y hornallas que emplean el mismo gas que está en la base de todos los procesos del Polo Petroquímico. Pura energía que se transforma.









Gracias a Pablo La Padula, biólogo, artista y tutor del programa Plataforma Futuro, y al ingeniero químico Agustín D'Alessandro, de la Universidad Nacional del Sur, por ser parte fundamental de esta movida.

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