viernes, 29 de octubre de 2021

NOTAS EXTENDIDAS

¡Qué difícil es hablar de la música! Decir algo sensato acerca de lo que el oído capta sin que la lengua sepa cómo traducir. Ayer fue el segundo concierto de Bahía [in] sonora. En estas notas, Marianela Calleja escribe su escucha, nos cuenta sus impresiones desde la platea que improvisamos anoche, "saborea sonidos como si le hicieran agua la boca”.


Derrida proponía leer en los márgenes. Esos espacios que aparentan ser el lugar digresional de un discurso, porque muchas veces nos sorprenden arrojando lecturas tangenciales, como cuando uno alegremente toma un desvío. Lo que escuchamos ayer en Ferrowhite, es marginal. Arrojemos entonces algunas pistas para empezar estas notas, un ensayo sobre la consigna: “Improvisar todo, levantando por sobre un pianississimo”:
Viajar de noche hasta Ingeniero White desde el centro de Bahía Blanca para asistir a un concierto de creaciones en tiempo real, videos intervenidos y músicas acusmáticas, ya anuncia bordes. Estacionar y entrar a Ferrowhite con la usina iluminada, intensidades.



Colores suspendidos -deconstrucción para violonchelo y contrabajo- es la primera pieza del dúo Auday-De Armas, que abre la noche casi como una meditación sobre tonos, que se desprenden de su materia para ir a espacios sonoros íntimos, o como una pesquisa sonora de espíritu detectivesco a puro lentes ahumados, o antifaces de superhéroe. Escuchamos las pinceladas con la cerda del arco tocando, encendiendo y volatilizando puentes, maderas, encordados; en un momento culminante una fricción, como queriendo agarrar esa supuesta sustancia, pellizcar las cosas, y tampoco. Todo para dejarnos a la escucha, suspendidos…
La primera intervención del grupo de creaciones Ars[in]sonora se escucha en A siete kms de acá obra de música y video realizada en colaboración por Nicolás Testoni, Marcelo Díaz y Ricardo de Armas que encontramos en una pantalla antes de pasar a la sala, y que se presenta en esta ocasión como un homenaje a Pedro Marto, vecino y amigo del museo. Un crudo contraste entre imágenes saturadas, cargadas de colores portuarios, vivos, como la del caminante y su perro sobre calle o cangrejal, o la máscara kitsch, eso que Benjamin llamó “la imagen más acabada de la infancia”, entre onírico y perturbante, aparecían y se desvanecían, chorreadas de color puro que los sonidos salpicaban; intercalados los grises eso sí, del polo petroquímico exhalando sus bocanadas.

Creación en tiempo real 1 es la primera de las tres intervenciones luminosas que se irán intercalando con dos obras acusmáticas a media luz. La performer Patricia Galassi suma a la batería de sentidos, el gusto. Saborea sonidos como si le hicieran agua la boca. Saca su batidorita, prepara espumas. Ya nadie sabe quién es quién porque ni los del escenario ni nosotros tenemos registro de separación alguna, ya el tiempo es otro. Degusta y traga y le desagrada; hay cosas que le desagradan…Y mete la cabeza de lleno en su lata y busca, o escupe, ¿qué hace? La acompañan, la sostienen finamente, la acompañamos todos. La música, una y otra vez, representando la esencia sin una referencia, los movimientos de la voluntad.
Javier Piñango es un español pionero de la composición acusmática, compone una pieza dedicada a este festival, para ser estrenada anoche: Espejismos. Bajan las luces, cierro los ojos y escucho motores, la motorización que se adueña de mi propio cuerpo, el bombeo de mi corazón y un oasis rojo, una visión en plena penumbra, fantasmas espejados. Demasiado corta, me digo, pero es propio de las visiones tomar una instantánea del tiempo.

A Creación en tiempo real 2 la sopla el viento. La flautista de Hamelin, Adriana Fernández, afina su piccolo y todos sus niños la siguen hasta limpiar el aire. Es un momento de reposo, sonoridades como destellos, llavecitas, semillas, trompetas que no anuncian clarines brillantes, sino que acarician, hacen temblar el sonido; por allí tonos que se destacan y ponen a todo como cintas de seda y se deslizan. Estamos disfrutando de alguna mañana primaveral que nos despierta. Fausto Caprín, Alberto Carranza, Agostina Carra, Jorge Del Valle, Andrea Zanzeri nos ponen afuera, al aire libre.
Tenés un acúfeno de la uruguaya Sofía Scheps continúa esta atmósfera anterior, aunque en dirección hacia adentro, introspectiva. Los acúfenos, zumbidos percibidos, ‘no reales’ solo en un sentido de definición estrecha, pero reales para los que los sentimos, se intercalan. Algunas veces la aguja del sonido, otras, armónicos debajo del agua, como en una placentera inmersión privada, única.
Creación en tiempo real 3 cierra la noche con todos los músicos interactuando. Nuevamente es la voz, ‘una voz (o dos) y nada más’, la que organiza la trama. Galassi vuelve, esta vez sale al diálogo Alfredo Miranda, en un portentoso, cageano nonsense; ya probó, degustó, comentó eléctricamente, se puso rabiosa, lloró, tragó mocos y volvió para llevarnos sin saber nadie adónde, lentamente. Era el final, toda la respiración se aceleraba. La batería de sentidos que nos habían hecho despertar, dosificadamente, se volvió cuerpo, cuerpo sonoro que vibraba. Se paró al frente de un orgasmo colectivo. Una escena viviente, de creación pura, de duración pura, que un solo gesto de silencio de aliento que se corta podía suplir con exactitud, y al que los demás siguieron sosteniendo sutilmente hasta acabar.
Cierra el concierto y Nicolás me invita a escribir unas notas: “Hay música, hay imágenes, faltan palabras”. Ya lo creo.

Marianela Calleja, Bahía Blanca 28 de octubre de 2021.

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