sábado, 18 de diciembre de 2021

MÁQUINA SÓNICA




¡Partamos! Por fin, la Mitología y el Ideal místico están superados. 
¡Estamos por asistir al nacimiento del Centauro 
y pronto veremos volar a los primeros ángeles!

Filippo T. Marinetti, Fundazione e Manifesto del Futurismo, 1973


Ayer cerraba el festival Bahia[in]sonora. Antes de llegar había estado escuchando una bella (sin “aura”) exposición sobre las máquinas eróticas de Duchamp, el tema de la apariencia y juego en la aparición del ready made, del filósofo argentino Ricardo Ibarlucía. Cómo éstas habían tornado arte, objetos cotidianos (como en el El gran vidrio. La novia puesta al desnudo por sus solteros, aun, de 1915) que se transformarían en la nueva belleza mecánica de la era de la reproductibilidad y habían buscado un espectador por primera vez, activo: La “estetización de la máquina”, transformada en “objeto de todas las cristalizaciones oníricas”, conduce a su creciente “erotización”, reemplazando en adelante a la modelo que posa desnuda en el atelier del pintor…celebración de las “sensaciones dinámicas” del movimiento y de la luz, como destructores de la “materialidad de los cuerpos”.” (Ibarlucía, Belleza sin aura, 341-42).

Casi como un continuo de las máquinas que abandonaba, el ingreso a la sala central de Ferrowhite Museo/Taller, me transportaba sin pausa a esas núbiles, esas novias del ensamble femenino Música Innova, que con su acción sonora Interferencias, aparecían rodeándonos, percutiendo las "máquinas" del Ferrowhite: bielas, reguladores de locomotoras, ruedas y palancas, pronunciando "arde el lenguaje", en una sentencia que me recordaba lejanamente al Heidegger de Hölderlin…, a nuestro Gelman,… y otra que nombraba al "sentido común", lo único con lo que contamos, y que prontísimo me trasladaba a Hanna Arendt, las reflexiones sobre el nexo entre imaginación y política.


Antes de entrar a la sala de concierto la videoinstalación de Pablo Magne y Ricardo de Armas. REM. Un sueño en blanco y negro con largos baches negros como intermitencias a modo de movimientos oculares, esa fase del sueño protector de las memorias, coloreado con lejanos fragmentos de música orquestal de fondo y salmodias.

Si Bahia[in]sonora había sido el gran plato de frescura auditiva que acompañó el reencuentro luego del aislamiento preventivo, esta vez, venía acompañado de una literal degustación-maridaje de sonido y sabor, al estilo de Lili García; quien hipnóticamente me llevó de la nariz, hasta la piel de los limones de Calabria.

La intervención de Facu Feels acompañado del dúo Zanzeri-De Armas interpretando Adagio y sarabanda de Michel Correte (1741), estiraba aún más la idea de la máquina como objeto estético, hacia la del hombre-máquina y la de “cuerpo de juego”: “La sobreexcitación estética contrarresta el proceso de anestesiamiento de la percepción en el mundo maquinizado, “la crisis de la experiencia cognitiva causada por la alienación de los sentidos”…”un mecanismo, un dispositivo que al activarse, libera una “espacio de juego” que rehabilita la percepción, dando lugar al despliegue de la imaginación y la creatividad, así como a la experiencia corporal que el espectador hace del objeto” (348).


Y si empezamos hablando de máquinas, Rocío Palma y su performance de flauta traversa y electrónica en vivo con SoLow, herramienta interactiva creada por la finlandesa Maija Anttila, llegaba a lo transhumano. Contrapunto aleatorio entre humano y máquina donde no podía reconocerse separación nítida. ¿Habría ahí alguna lejana reminiscencia de búsqueda interactiva sobre los ritmos carnáticos?

Las intervenciones de Ars[in]sonora ampliaron todavía más lo ya escuchado a lo largo del festival. En una primera intervención, dos chimenteras se regocijan, chusmean, alardean y finalmente, liquidan al personaje en cuestión-de-danza; al mejor estilo de Henri Michaux en Le grand combat. En la segunda y última intervención, el grupo Ars[in]sonora exploró el lenguaje a medias. El balbuceo. La distorsión. La cosa a medio decir. La mitad de verdad…


Me pregunto si salimos otros de este baño sonoro inmersivo al que nos sumergieron durante las cuatro entregas. Márgenes, bordes, desfiguraciones, distorsiones, verdad a medias. Nunca la música bahiense había llegado hasta ahí, había decidido de una vez perderse en sus costas… Como esa máquina erótica de Duchamp que perpetúa la idea de un arte fuera del canon y una estética sin aura; maridaje de arte y vida, desde la íntima cercanía de pistones y utensilios, teléfonos y manivelas.


Marianela Calleja

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