jueves, 24 de enero de 2019

TODO LO QUE PASA CUANDO 'NADA' PASA


Es enero y la ciudad se aquieta y se vacía. Entra en una suerte de hibernación por el efecto del calor. Sin embargo, debajo de esa aparente calma, hay un movimiento incesante. Acá en el museo, visitas foráneas conviven con trabajo interno.



En estos días recibimos turistas de Bariloche, Tandil y Buenos Aires, de Tornquist, Neuquén y Costa Rica, de Comodoro Rivadavia, Ushuaia y Corrientes. Nos visitan quinceañeras que eligen al castillo como locación para una sesión de fotos y también llegan del Registro de Imágenes de Buenos Aires en busca de sitios de interés turístico de la provincia.

Una mañana, Leonardo Schawm, que trabajó más de veinte años en esta usina, se acerca con su familia que está de viaje, y en un periquete repasa todas las secciones por las que pasó y las chanzas que se hacían en el taller. Otra, el Gringo Mazzucatto, que estuvo en la termoeléctrica hasta que le llegó el telegrama de despido, llega con sus compañeros  de la Municipalidad para ayudarnos a solucionar un desperfecto eléctrico.



Mientras, otras acciones menos visibles pero no por ello menos importantes se suceden. Tienen que ver con el “mantenimiento”, con aquello que se hace para que el museo siga marchando. Como una locomotora a la que se le hace el alistamiento periódico, el museo a su modo también entra en reparaciones.

Es el momento de fumigar y desratizar, de descongelar heladeras y freezers, de ordenar estanterías y alacenas. En el verano tienen lugar estas tareas regulares, pero también otras un poco más extraordinarias como la reparación de la membrana de los techos que se llovían desde hace algunos años.



Jonatan y El Ruso soportan en las alturas el reflejo de la membrana asfáltica mientras abajo los compañeros de Electricidad y Mecánica y más luego de Alumbrado Público se vuelven detectives buscando las fallas que nos dejaron sin luz. Una zapatilla en corto y un cuis que mordió un cable de alimentación, son los resultados de la investigación. En ellos resuena el eco de los gatos que había que espantar del castillo por temor a que, intentando cazar palomas, cayeran arriba de un transformador y dejaran a la ciudad a oscuras.



En el Prende, se reanudan los encuentros de mujeres para imprimir y coser cartucheras y bolsas que portan la pregunta ¿Qué pasa que no pasa? Por momentos, el taller se vuelve una escuela de oficios. Analía llega con sus herramientas de trabajo y junto con ellas trae la experiencia de trabajo en Torello, donde fabricaba pantalones. Es la encargada de poner en marcha la remalladora que recibimos como contraprestación de un trabajo de impresión de remeras para la Delegación de Ingeniero White. Yesica y Julieta reciben las primeras clases de costura y entre todas se estudia cómo hacer el dobladillo o a qué distancia poner las correas. ¡Eureka, tenemos el prototipo de la bolsa!



En otro lado, Stella, Camila y Silvia cortan e imprimen las cartucheras a dos colores poniendo en práctica lo que aprendimos en el taller de mesa lineal del año pasado. Al fondo, Katy con su nieta Fran acomodan la alacena de insumos y alimentos. En los descansos, las Amigas del Castillo y del Prende seguimos pensando colectivamente cómo ayudar a la familia Celaya que perdió su casa en un incendio.

Afuera, Roberto y Zulema cortan el pasto y riegan cuidadosamente los rosales hasta tanto se repare el riego eléctrico, mientras que Emilia averigua desde la oficina proveedores y presupuestos para realizar esa tarea.  



En los tiempos libres de la rutina de trabajo, y al calor del verano porteño, incubamos algunas ideas para este año: un mueble de archivo de transparencias para el Prende, un taller comunitario de baldosas, un mural dedicado a Celestina, la Reina del mar.

Como verán, en Ferrowhite se transpira la camiseta.