martes, 23 de octubre de 2012

EL CASTILLO DE LOS DESTINOS CRUZADOS



El último sábado celebramos los 80 años de la inauguración de la usina General San Martín, el "castillo de la energía". Damos testimonio con un montón de fotos y otros tantos abrazos: a las bandas Los Nonos de Atilio, Polaroid y Bendita Sal, a los músicos Sarita Cappelletti, Patricia Martínez, Flor Hardoy e Ivan Cors, al coro Canto Libre, a los chicos del taller de percusión de Spurr y de la Orquesta Escuela de Ingeniero White, a las chicas de la agrupación Espontánea de Artes del Movimiento y a los bailarines del Centro de Jubilados del puerto, a los que se comieron una hamburguesa en el carrito de San Expedito, a los que bailaron, a los que se quedaron tirados en el pasto, a los cantaron y a los que se quedaron mudos, a los que rieron y a los que lagrimearon sin pudor, a quienes trabajaron acá toda una vida y a los que ni siquiera sabían que esto era una usina, a cada uno de los que se acercaron a prenderle una vela a San Atilio, ese "santo de barrio" con más fe en la acción que en los milagros, a todos, en fin, gracias por las luz.

jueves, 18 de octubre de 2012

HASTA QUE LAS VELAS NO ARDAN


La usina General San Martín cumple 80 años y lo festejamos a todo voltaje con kermese, rock y santería.

La entrada al castillo se convierte en una gruta de los milagros para que acuda en ayuda de este edificio el novel San Atilio, patrono de las profundidades (y de los soñadores).

Tocan Polaroid (rock), Los Nonos de Atilio (canzonettas), Flor, Indio y Nico (tributo al Flaco Spinetta) y Bendita Sal (ska), volamos como angelitos con la Agrupación Espontánea de Artes del Movimiento, y para los hambrientos de fe, comidas rápidas en el carrito de San Expedito y tragos sanadores en la cantina del Hospital Menor.

Además: Sarita Cappelletti junto a Patricia Martínez en la Casa del Espía, batucada en el parque con la Orquesta Escuela de Ingeniero White y el Taller de percusión de Spurr. Recién llegado de Cosquín, baila el Centro de Jubilados de Ingeniero White, y en el museo taller, Canto Libre, un coro de la ostia auspiciado por el Sindicato de Luz y Fuerza.

En fin, una fiesta divina, que te recontrapone las pilas. ¿Te prendes?

miércoles, 17 de octubre de 2012

ATILIO




El próximo sábado, desde las seis de la tarde, en Ferrowhite celebramos los 80 años de la inauguración de la usina General San Martín. La fiesta va dedicada al gran Atilio Miglianelli y a todos sus compañeros en el castillo.

Esta foto la sacó Cristian Peralta durante el primer encuentro de teatro documental que organizamos en el museo, allá por 2006. Aquel evento se llamó "Nadie se despide en White" y, en efecto, a juzgar por todos los comentarios que dispara la imagen de Atilio por estos días ("un tipazo", "un emblema", "un maestro", "un grande de verdad"), parece haber gente en este puerto a la que nunca se le dice adios. Personas cuyo recuerdo tiene tantísimo que ver con nuestro futuro.

lunes, 15 de octubre de 2012

AÑOS LUZ

Este texto es una versión corregida y ampliada de una entrada publicada en este blog el 7 de noviembre de 2011. Forma parte de "El castillo de la energía", libro en preparación en el que Angel Caputo cuenta su historia como trabajador en la usina Gral. San Martín. 
A.B., N.T. 

Aunque a primera vista parezca una construcción del medioevo europeo, un edificio que, de manera inexplicable, hubiera atravesado el océano para terminar varado en estas costas, el “castillo” del puerto alguna vez fue una usina. Un establecimiento industrial en el que durante décadas se produjo la electricidad necesaria para que funcionaran elevadores y muelles, pero también para que encendieran cada una de las lamparitas, las heladeras, las planchas, las radios y los televisores que fueron poblando los hogares de Ingeniero White, de Bahía Blanca, e incluso, de varias localidades de la región.

“Todo dependía de acá”, dice Nicolás Ángel Caputo. Y es cierto. Contando la historia del castillo tal vez sea posible esbozar una historia de la generación de energía eléctrica a nivel local, actividad básica para comprender el crecimiento de nuestra ciudad a lo largo de buena parte del siglo XX. 67 años para ser precisos, desde su inauguración, el 1° de octubre de 1932, hasta su desguace definitivo en 1999. Una historia que arranca sobre el comienzo del fin de la hegemonía del capital inglés en la zona, y que pasa por la estatización peronista de los servicios públicos, en los cuarenta, y los planes del desarrollismo, en los sesenta, para transformarse, ya en los noventa, en caso testigo del abandono y la destrucción del patrimonio público.

Pero ¿Cómo fue posible que una única central tuviera a su cargo el abastecimiento de energía de una ciudad en permanente cambio durante tanto tiempo? ¿Cuál fue la relación entre oferta y demanda de energía a lo largo de ese extenso período? Veamos.


ELECTRICIDAD Y RIEL
El castillo no fue la primera usina que existió en Bahía Blanca. Como sucedió con el ferrocarril, el establecimiento de un servicio eléctrico en la ciudad tuvo menos que ver con la atención de las necesidades de su población civil, que con las demandas operativas de su puerto. La energía eléctrica llegó para activar los guinches y los cabrestantes que movían cosechas enteras de los vagones a las bodegas de los barcos, es decir, impulsada por los intereses involucrados en la economía de agroexportación.

Por eso, hasta la década del 20, fueron las empresas ferroviarias de origen inglés las principales generadoras de energía. Ejemplos de ello son las dos usinas construidas por el Ferrocarril Sud en Ingeniero White (en 1902 y 1908) para uso exclusivo de las instalaciones de la empresa, y las usinas ubicadas en la esquina de Brickman y Donado (1907) y en Loma Paraguaya (1910), con las que el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico se hizo cargo, además, del alumbrado público y la provisión de electricidad para algunas residencias particulares. Tarea que, a juzgar por las crónicas de la época, no estuvo exenta de numerosos inconvenientes. [1]

En 1924, cuando la empresa Ferrocarril Sud adquirió los bienes del Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, concentró sus actividades en el transporte ferroviario y en las exportaciones portuarias, abandonando los servicios urbanos de electricidad, gas y transporte tranviario que gestionaba a través de empresas subsidiarias[2]

El 17 de febrero de 1927 el señor Fernando Guerrico, por la comisión local del FCS [3] y los señores Juan Carosio y Atanasio Iturbe, por la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE) firmaron el contrato de compraventa de las instalaciones que el ferrocarril tenía en la ciudad para el servicio eléctrico. El cumplimiento de ese contrato quedaba subordinado, según su artículo cuarto, a la sanción por las autoridades municipales de una concesión para producir y suministrar energía en el partido de Bahía Blanca. Por eso, el 21 de febrero, la CIAE hizo la solicitud formal ante el Honorable Concejo Deliberante [4] para que dicha concesión sea promulgada.

La resolución a favor de la nueva compañía no fue inmediata. El asunto fue tratado en varias sesiones [5] debido a las diferencias respecto al precio de las tarifas, la duración del contrato y las repercusiones que el otorgamiento tendría sobre otras “instituciones nacientes” como las cooperativas eléctricas de Punta Alta [6] y de Ingeniero White [7].

Finalmente, en la sesión extraordinaria del 6 de agosto (que comenzó a las 21.45 horas y terminó a las 7.20 del día siguiente), el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad la Ordenanza-Contrato sobre el servicio de electricidad, cuyo primer artículo decía: “Se concede a la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad la autorización para producir, introducir, transportar, distribuir y vender energía eléctrica destinada al alumbrado público y particular, fuerza motriz, tracción y cualesquiera otros usos y aplicaciones de la misma en el territorio del Municipio, para uso dentro y fuera del Partido de Bahía Blanca y el uso de todas las calles, caminos, plazas y puentes públicos para la colocación de postes, cables y demás dispositivos y aparatos que se necesiten para la explotación de ese servicio.” [8]

Así, a través de las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca S.A (EEBB S.A), una filial que debió crear a los efectos de que el municipio pudiera “discutir cualquier punto en emergencia urgente y para una mejor fiscalización” [9], la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad [10] se instalaba en la ciudad para quedarse, según los términos de la concesión, por un mínimo de veinte años y un máximo de cincuenta  [11].



LA SÚPER USINA
En 1929, EEBB compró al Estado nacional un terreno de 13.242 metros cuadrados sobre la costa de la ría de Bahía Blanca. Como el lugar era un cangrejal al que cubrían las mareas, fue necesario rellenar el terreno con material extraído del dragado del canal principal de la ría e hincar 700 pilotes de hormigón en el el lecho pedregoso del estuario, para convertir a ese espacio ‘ganado al mar’ en terreno firme, seguro para la edificación.

En 1930, siguiendo el diseño del arquitecto de la Ítalo Guiseppe Molinari, la empresa alemana Compañía General de Obras Públicas S. A. (GEOPÉ) comenzó la obra que demandaría dos años de trabajo, el empleo de centenares de obreros y miles de toneladas de hormigón.

Con un equipo de cuatro calderas Babcock-Wilcox y dos turbinas Brown Boveri de 7.500 kilovatios cada una, la central fue inaugurada el 1 de octubre de 1932. Como los 15.000 kilovatios que generaba triplicaban la capacidad de la usina de Loma Paraguaya, el castillo, denominado formalmente ‘Usina Ingeniero White’, era conocido como la “súper usina”.

Con su puesta en marcha, la instalación de subestaciones de distribución en la ciudad y la región, y la explotación de la usina de Loma Paraguaya (hasta 1942), Empresas Eléctricas de Bahía Blanca sentó las bases de un monopolio sobre la provisión de electricidad que se consolidaría a lo largo de los siguientes 16 años.


MONOPOLIO VS.COOPERATIVISMO
En julio de 1934, apenas dos años después de la puesta en marcha de la usina castillo, se fundó la Cooperativa Eléctrica Bahiense Limitada. Compuesta por aproximadamente 2.000 socios, la cooperativa cuestionaba la hegemonía que EEBB mantenía sobre el servicio de energía en la ciudad.
La cooperativa denunciaba que la misma energía producida en la usina de Ingeniero White era vendida a $0,33 en Bahía Blanca y a $0,10 en Punta Alta donde funcionaba desde 1926 la primera cooperativa eléctrica del país. De modo que, donde no había competencia se cobraba un importe alto, mientras que, donde sí la había, se practicaba una política de precios bajos para destruirla [12].
En 1936 la cooperativa obtuvo el permiso del Concejo Deliberante para utilizar calles, caminos y puentes a los efectos de la colocación de postes, cables y demás elementos necesarios para la distribución de energía eléctrica entre sus asociados. Pero el doble veto a dicha ordenanza por parte del intendente conservador Martín Dithurbide (1936-1940), y la promulgación, en 1939,  de la ley 4.742 de servicios eléctricos de la provincia de Buenos Aires [13], dificultaron la posibilidad de instrumentar un servicio alternativo al de la Ítalo. Aunque abocada a otras funciones, la cooperativa eléctrica continuó existiendo hasta 1969, año en que fue absorbida por la Cooperativa Obrera Limitada. 
  

La ciudad iniciaba la década del ‘40 con el suministro eléctrico totalmente concentrado en las EEBB. Un repaso a las memorias de la empresa, permite advertir que, si bien con tendencia a la baja, el gran cliente de la usina durante sus primeros diez años de existencia continuó siendo el propio ferrocarril inglés, que mantenía bajo su dominio el manejo de muelles y elevadores. En 1932, las instalaciones del Ferrocarril Sud requerían para funcionar 20.537 Kilowatts/hora, en tanto el consumo sumado de particulares, oficinas, alumbrado y transporte público (tranvías), es decir, el resto de la ciudad, alcanzaba los 22.554 kw/h [14].

DEL INGENIERO WHITE AL GENERAL SAN MARTÍN
La década de 1940 comenzó con una incipiente intervención del estado provincial en materia energética. La misma ley 4.742 que dificultaba la constitución de cooperativas eléctricas, dispuso la creación de la Dirección de Servicios Eléctricos, encargada de estudiar y de proponer soluciones para atender la creciente demanda de energía.
La participación del estado en el sector eléctrico se incrementó luego del golpe militar de 1943. En marzo de 1944 la Dirección de Servicios Eléctricos, Mecánica y Ferrocarriles, organismo que reemplazó al anterior, derogó la ley 4.742 y comenzó con una tarea centrada en el control de tarifas, la recepción de datos estadísticos de los concesionarios, el asesoramiento técnico a municipios y cooperativas, las restricciones del consumo en oficinas del estado provincial y de las autorizaciones para industrias y comerciantes [15].
La política de intervención en los servicios públicos en general, y de la energía eléctrica en particular, se continuó durante el primer gobierno peronista (1946-1952). El Plan Nacional de Electrificación (1946) tenía, entre otros objetivos, el acrecentamiento de la potencia instalada, la coordinación de la política energética entre la nación, las provincias y las comunas, y finalmente, la estatización del servicio que, en la provincia de Buenos Aires, seguía concentrado en un 95% en empresas extranjeras [16].
En el marco del Plan General de Electrificación de la provincia de Buenos Aires (Ley 5.239 de 1947) y la ley 5.141 de expropiaciones (1947), el 11 de octubre de 1948 se dispuso “la expropiación de los bienes muebles, inmuebles e instalaciones afectados al servicio público de electricidad en Bahía Blanca y Punta Alta, por los que se pagará, en concepto de precio y de indemnización, la suma de 9 millones 157 mil 353.16 pesos, menos la parte que pueda corresponder a las tarifas percibidas por el concesionario en concepto de amortización del capital” [17].
Con un acto presidido por el ministro de Obras Públicas, Raúl Mercante, el 15 de noviembre de 1948 el gobierno provincial tomó posesión del edificio, en lo que sería una de las tres expropiaciones (aunque con indemnizaciones) del gobierno a grupos foráneos [18]. A partir de ese momento, el castillo pasó a depender de la Dirección de Energía y Mecánica de la provincia de Buenos Aires (DEMBA) y su nombre ‘Ingeniero White’ fue reemplazado por el de ‘Gral. San Martín’.

Por la intensidad de las actividades portuarias así como también por el crecimiento demográfico, los requerimientos de energía fueron en permanente aumento. Durante el decenio peronista, la usina debió responder, además, a un aumento de la demanda derivado de la producción e incorporación masiva a la vida doméstica de numerosos artefactos eléctricos de fabricación nacional vinculados a las políticas de promoción de la industria ligera destinada al mercado interno: heladeras, ventiladores, planchas y calefones [19].

En 1947 Bahía Blanca contaba con más de 100.000 habitantes [20]. Para entonces, la “superusina” que a principios de los años treinta podía parecer sobredimensionada con respecto al tamaño de la ciudad que abastecía, comenzaba, a principios de los cincuenta, a ser exigida hasta el límite de su capacidad. De allí que, en marzo de 1954, se anunciara la incorporación de una nueva turbina de 15.000 kilovatios que duplicaría la capacidad de generación de la central General San Martín.

“En el vasto plan eléctrico incluido en el Segundo Plan Quinquenal del gobierno provincial (…) Bahía Blanca tendrá su parte de importancia. Con acertado criterio se ha tenido en cuenta la cada vez mayor demanda de energía, y es así como la usina de Ingeniero White, todavía la más importante del estado bonaerense, contará con una nueva turbina de 15.000 kilovatios, es decir que su capacidad de producción ha de duplicarse.” [21]


LA CARRERA ENTRE NECESIDADES Y PRODUCCIÓN
Pero si la usina entera tardó sólo dos años en construirse, la ampliación de sus equipos generadores debería esperar más de ocho. Las obras anunciadas durante el segundo gobierno de Perón serían inauguradas por el desarrollista Arturo Frondizi, recién en 1962.

Varias notas periodísticas dan cuenta de la paulatina llegada a puerto de equipos y materiales, a bordo de los vapores “Río Bermejo” y “Río Quinto” de la flota mercante del Estado, provenientes del puerto de Génova [22]. Sin embargo habrá que esperar hasta enero de 1959 para que se inicien las obras de montaje, con la construcción de las bases de hormigón de las nuevas calderas [23].

Finalmente, tres calderas y dos turbinas fabricadas por la compañía Franco Tosi, en Legnano, Italia, fueron inauguradas, ante el presidente Frondizi en persona,  el 10 de febrero de 1962. En esa misma oportunidad se habilitaron los laboratorios de agua y aceite (donde hoy avanza la Rambla de Arrieta) y el taller regional de reparaciones (en el que actualmente funciona Ferrowhite). 


Aunque el castillo amplió su capacidad generadora, para entonces había crecido también la demanda y la zona a abastecer. Un informe publicado por La Nueva Provincia en julio de 1968, estima que en aquel año la usina atendía a una población que superaba los 430.000 habitantes, e incluía, además de a Bahía Blanca, White, Cerri y Cabildo, a otras 17 localidades de la región: Tornquist, Pigüé, Coronel Suárez, Guaminí, Adolfo Alsina, Puán, Espartillar, Arroyo Corto, Goyena, Dufaur, Sierra de la Ventana, Saldungaray, Pehuen-Có, Bajo Hondo, Médanos, Algarrobo y Coronel Dorrego. Sólo en el decenio 1957/1967 el consumo de energía se había casi triplicado pasando de 58 a 143 millones de kilovatios/ hora.

“La carrera entre las necesidades de energía y la producción presenta por ahora un balance favorable para la segunda, pero, indudablemente, se está llegando a un límite. (…) Las tres calderas existentes tienen una capacidad de generación de vapor de 18.000 kilovatios cada una. Dos están permanentemente en servicio para atender la demanda y una se encuentra en reserva o en reparación, según los casos. Si se tiene en cuenta que los consumos “pico” que se producen precisamente ahora, de junio a agosto, alcanzan a los 36.000 kilovatios, puede observarse que la usina está abasteciendo a la ciudad y la zona justo en el límite.” [24]


DE VIDA O MUERTE
Con el castillo trabajando al máximo de su capacidad, sin equipos de reserva suficientes, y con la usina de la Base Naval Puerto Belgrano como único auxilio en caso de emergencia, cualquier accidente o desperfecto podía ocasionar la suspensión del servicio eléctrico.

El 11 de diciembre de 1966 un ratón se escabulle en el generador n°1 produciendo un cortocircuito que deja sin luz a toda la ciudad. No es el primer roedor que trae problemas. Según la crónica “es la tercera ocasión en que una causal de ese tipo provoca inconvenientes” [25]. Para entonces, es ya famoso el corte provocado por un gato, incidente que habría llegado a las páginas de periódicos de Nueva York y París.

Noticias como esta se repiten por aquellos años. “Más de 17 horas sin luz en Bahía Blanca y la zona” reza el título principal de La Nueva Provincia del 4 de noviembre de 1968, atribuyendo el suceso a otro cortocircuito, esta vez en las barras de alta tensión que recibían la energía de los generadores. Se trata del apagón más largo del que se tenga registro en los, hasta aquel momento, 36 años de historia de la usina. Record que será superado poco después cuando la rotura de un tubo de combustible y un principio de incendio, dejen en sombras a Bahía durante “18 horas y 35 minutos” [26].


Estos inconvenientes no sólo afectaban a la vida de la ciudad. Ingeniero White vive por aquellos años el auge de la exportación de frutas del Valle del Río Negro. “Nuestro problema es de vida o muerte. Los cinco millones de cajones de fruta exportados este año nos obligan a pensar en soluciones rápidas (…) En el caso de los frigoríficos de fruta, un apagón provocaría la pérdida de muchos millones de pesos” [27]. Así se expresan representantes de la Corporación del Comercio y la Industria ante el ingeniero Adalberto Luccini, interventor de la Dirección de Energía de Buenos Aires (DEBA) durante el gobierno de Onganía, quien les asegura que, en caso de inconvenientes, el suministro de energía para las operaciones portuarias tendrá prioridad por sobre el resto de los usuarios.

La respuesta más o menos inmediata a las quejas de grandes empresarios y ciudadanos de a pie, fue la incorporación de una turbina a gas comprada en Alemania a la empresa Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft (AEG), e instalada en el castillo entre febrero y marzo de 1969. [28] Un generador similar sería emplazado en Villa Rosas sobre fines del mismo año. Como estos equipos entraban rápidamente en funcionamiento, lograban suplir con eficiencia la provisión del servicio cuando el consumo aumentaba. Por otra parte, se iniciaron las tareas de interconexión con la usina de Necochea, obra incluida en el plan de interconexión provincial que sería terminada recién en 1971 [29].

Sin embargo, a pesar de las mejoras y ampliaciones, los problemas de abastecimiento no desaparecieron. Por eso, y ante la perspectiva de la creación de un polo petroquímico que, evidentemente, incrementaría el consumo energético, a principios de la década de 1970 se empezó a considerar la posibilidad de construir una nueva central. Dos eran los proyectos que se evaluaban en esos años. Uno proponía la instalación de una usina nuclear con una potencia de un millón de kilovatios (tres veces superior a Atucha [30]), mientras que el otra preveía la creación de una central térmica que aprovechara el carbón de Río Turbio.
Luego de muchas idas y vueltas, en 1978, en plena dictadura militar, se decidió por la segunda opción y se confeccionaron los pliegos, bases y condiciones para la instalación de la usina Comandante Luis Piedra Buena, que aún tardaría otros diez años en entrar en funcionamiento.

EL ÚLTIMO QUE CIERRE LA PUERTA Y APAGUE LA LUZ
En la década de 1980, con la incorporación de Bahía Blanca al sistema de interconexión nacional a través de líneas de 132 KV, la usina General San Martín perdió la exclusividad en la provisión de energía y poco a poco se volvió menos importante. Sin embargo, el castillo todavía resultaba útil para la ciudad. De hecho, en 1982 se hicieron importantes trabajos (como retubar las calderas y cambiar los álabes de las turbinas) porque se especulaba que, con la habilitación de la nueva central de mayor capacidad de generación, esta usina quedaría para el abastecimiento exclusivo del polo petroquímico local.

Nadie imaginaba lo que pasaría sólo seis años más tarde. El fin del castillo en tanto que usina llegó en diciembre de 1988, cuando desde La Plata se decidió detener las calderas y las turbinas. El cierre de la usina coincidía con el fin de una era. A partir de 1989, el gobierno de Carlos Menem encararía la privatización del sector energético nacional.

Sin embargo, por un momento pareció que la posibilidad de volver a poner al castillo en marcha no se había perdido por completo. En 1993 hubo un intento de repotenciar su funcionamiento y para ello, algunos de los antiguos trabajadores, Ángel Caputo entre ellos, fueron convocados para realizar los trabajos de reparación y alistamiento general de las máquinas. La máquina 4 quedó reparada y lista para trabajar cinco años más, pero sin el apoyo político que hubiera sido necesario para la recuperación, el intento quedó en eso.

Por el contrario, en 1997, antes de la privatización de la Empresa Social de Energía de la provincia de Buenos Aires (ESEBA S.A.) [31], el gobierno provincial ordenó el remate de toda la maquinaria del complejo (turbinas, transformadores, repuestos…). El resto fue desguazado entre 1999 y 2000. Roberto Salvucci, dibujante técnico de la usina resume: “Es como si vos a un auto le hacés el motor de nuevo, le hacés chapa y pintura y, después, lo partís al medio” [32].

"Salvemos al castillo". Boceto para serigrafía realizado por Noe Maceratesi en el taller "Cómo funciona la cosa".

En 2001 el edificio de la usina, los talleres y el predio fueron entregados por ESEBA S.A Residual a la Municipalidad de Bahía Blanca. En 2002 el castillo fue declarado monumento histórico nacional por la ley 25.580, promovida por el diputado nacional Luis Brandoni, y en el mismo año fue declarado monumento histórico y patrimonio cultural provincial por la ley provincial 12.932, propuesta por la senadora provincial Alicia Fernández de Gabiola. En 2004, luego de dos años de trabajo las persianas del taller regional volvieron a levantarse con la apertura de Ferrowhite. El resto de la historia es más o menos conocida.  
  
Pero, como dijimos, para que durante más de cincuenta años la usina produjera energía eléctrica, además de máquinas, caños, fuego y vapor, fue necesario el trabajo de alrededor de 150 personas entre personal de turno y de mantenimiento [33]. 150 trabajadores entre peones, medio oficiales, oficiales especializados, capataces, jefes de sección y de turno que se encargaban de trabajos específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las numerosas secciones existentes: máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua y aceite, taller regional, carpintería, pintura, hojalatería, almacén. Sobre ellos nos cuenta Ángel en su libro. 
  

BAHÍA, “POLO  ENERGÉTICO” 
El castillo, decíamos al principio, no fue la primera usina de la ciudad. Tampoco la última. Y no nos referimos solo a la central Piedra Buena. En septiembre de 2011, el diario La Nueva Provincia titula: “Ya piensan en una nueva termoeléctrica” [34]. En junio de 2012, el rumor parece confirmarse: AES Corporation, una empresa estadounidense, invertirá 1.000 millones de dólares para construir la central térmica Almirante Guillermo Brown en la localidad de Gral. Daniel Cerri. 

En plena crisis energética nacional -derivada para algunos del crecimiento económico, para otros de la falta de planificación e inversión- hay quienes piensan a Bahía Blanca como un nuevo ‘polo energético’. Una central eléctrica, una mega refinería, una planta regasificadora son algunos de los proyectos que circulan alrededor de esta premisa. Como en otras etapas de la historia de la ciudad, el debate se actualiza: en qué consiste el carácter público de un servicio, para qué sirve esa energía y cuáles son las alternativas (tecnológicas y organizacionales) para responder a esas necesidades, son algunas de las preguntas que vuelven a plantearse.


GRACIAS
Esteban Sabanés
Roberto Salvucci
Héctor Guerreiro
Ana Miravalles
Personal del archivo del Concejo Deliberante
Trabajadores de la usina que fueron entrevistados



[1] Guerreiro, Héctor. “Caminos de hierro en Bahía Blanca. Ferrocarril Pago Chico.”, boletín informativo n°46, marzo-abril de 2009.
[2] Compañía Sud Americana de Luz y Fuerza Limitada, Compañía de Gas de Bahía Blanca Limitada y Compañía de Tranvías de Bahía Blanca.
[3] Las empresas que esta comisión incluía eran: Ferrocarril del Sud de Buenos Aires Limitada, Ferrocarril de Bahía Blanca y Noroeste, Compañía Sud Americana de Luz y Fuerza y Compañía de Gas de Bahía Blanca Limitada. Copia correspondiente al contrato N° 6.906.N/1.420 137/B.B/N.30 entre FCS y CIAE del 17 de febrero de 1927. Archivo Guerreiro- Ferrowhite.
[4] Libro 19 (1923-1927), Acta Nº 14 correspondiente a la sesión del 21 de febrero de 1927 [Folios 348-364]. Archivo HCD de la ciudad de Bahía Blanca.
[5] 23 de mayo (acta Nº 36), 3 de junio (acta Nº 38), 11 de julio (acta Nº 46), 25 de julio (acta Nº 48), 5 de agosto (acta Nº 50) y 6 de agosto (acta Nº 51).
[6] Fundada en 1926 y habilitada por el HCD en la sesión del 23 de mayo de 1927. Libro  20, Acta N° 36 [Folios 101-126]. Archivo HCD.
[7] Fundada en 1927, la cooperativa Eléctrica de Ingeniero White nunca obtuvo el permiso para funcionar.
[8] Los concejales que asistieron a la sesión fueron: Agustín Arrieta, Ramón Ayala Torales, Estanislao Boffi, Carlos E. Cisneros, Nicolás C. Caprece, Luis Harrington, Mario M. Guido, David Justus, Federico Mela, A. T. Marcellino, Pilade Maffi, Francisco Lódolo, J. F. González, Manuel Lucero, Moisés Tapiero y Emiliano Troncoso. Estuvieron ausentes sin aviso: Martín Dithubide, Alberto Medus, Florencio Melzi, R. Olaciregui, Eduardo Pont, José M. Pérez Bustos y Jesús Zárraga. Libro 20 (1927), Acta Nº 51 correspondiente a la sesión del 6 y 7 de agosto de 1927 [Folios 309-336] Archivo HCD de la ciudad de Bahía Blanca.
[9] Libro 20, Acta Nº 48 correspondiente a la sesión del 25 de julio de 1927. Archivo HCD.
[10] La CIAE (fundada en 1912 por Brown Boveri, Pirelli y un grupo de capitalistas argentinos) pertenecía, a su vez, a la Société Suisse- Américaine d’ Electricité, grupo financiero con domicilio legal en Zurich, Suiza. Ver Lanciotti, Norma, “Inversión extranjera y marcos regulatorios. Las empresas de electricidad en Argentina, 1890-1956”, en V Coloquio Anual de Historia de las Empresas, Universidad de San Andrés, Buenos Aires, 2007, pp. 12-13.
[11] La empresa podía solicitar ante la Legislatura de la provincia de Buenos Aires la extensión del período de concesión hasta un máximo de treinta años. Libro 20, Acta Nº 46 correspondiente a la sesión del 11 de julio de 1927. Archivo HCD. En octubre de 1932, la empresa obtuvo por decreto del poder ejecutivo de la provincia de Buenos Aires, una prórroga en la concesión del servicio por quince años. Consultar “Balance correspondiente al año 1932 [1933]”, en Empresas Eléctricas de Bahía Blanca, Annual Reports (1930- 1942), Archivo Ferrowhite.
[12] Cooperativa Eléctrica Bahiense, Demanda de inconstitucionalidad de la ley Nº 4742 de Servicios eléctricos de la Pcia. de Bs. As., Coop. Eléctrica Bahiense Ltda., Bahía Blanca, 1940.
[13] Esta ley imponía a los prestatarios del servicio de energía eléctrica una serie de condiciones fáciles de cumplir para grandes empresas como EEBB, pero prácticamente imposibles para una cooperativa: la obligación de dar luz a cualquiera que lo pidiera y la acreditación efectiva, al momento de solicitar la concesión, de la realización del 40% del capital que debían tener.
[14] Consultar “Balance correspondiente al año 1931 [1932]”, en Empresas Eléctricas de Bahía Blanca, Annual Reports (1930- 1942), Archivo Ferrowhite.
[15] La Scaleia, Luis, "El estado empresario y las políticas públicas en el sector eléctrico en la
provincia de Buenos Aires, 1946 – 50”, en Primer Congreso sobre el peronismo: la primera década, Red de estudios sobre el peronismo, Mar del Plata, 2008, pp.6 -7.
[16] La Scaleia, Op. Cit., p.4.
[17] La Nueva Provincia, 4/11/1948.
[18]  El 27 de noviembre de 1948, el gobierno nacional prohibió las expropiaciones por los juicios que los concesionarios hacían al estado por las diferencias en las valorizaciones de las instalaciones afectadas. Otras dificultades, de orden económico, complicaron más la concreción del Plan de Electrificación, que fue anulado y reemplazado por otro. Ver La Scaleia, Op. Cit., pp. 10-11. 
[19] La Scaleia, Op. Cit, p.3.
[20] La Scaleia, Op. Cit, p.3.
[21] LNP, 15/3/1954.
[22] LNP, 15/12/1955, 21/1/1956  y 15/7/1956.
[23] LNP, 28/1/1959.
[24] LNP, 3/7/1968.
[25] LNP, 12/12/1966.
[26] LNP, 29/1/1969.
[27] LNP, 13/11/1968.
[28] LNP, 9/2/1969 y 27/3/1969.
[29] LNP, 30/8/1971.
[30] LNP, 23/1/1972, 12/6/1972, 15/8/1972 y LNP, Sesquicentenario de la fundación de Bahía Blanca, Bahía Blanca, 1978.
[31] En agosto de 1990, las funciones de la empresa provincial fueron escindidas. A partir de entonces, la Empresa Social de Energía de la Provincia de Buenos Aires Sociedad Anónima (ESEBA S.A.) pasó a encargarse de las actividades de explotación, quedando DEBA (que más adelante se denominaría Ente Provincial Regulador Energético) para las funciones político- administrativas.
[32] Entrevista a Roberto Salvucci, 31 de agosto de 2012. Archivo Oral Ferrowhite.
[33] Cabe aclarar que esas 150 personas incluyen solamente al personal que trabajaba en la usina. En el distrito sur de DEBA llegaron a trabajar alrededor de 1800 personas, entre las secciones de administración, almacén, personal, distribución.
[34] LNP, 29/9/2011.

miércoles, 10 de octubre de 2012

SEÑORES DE LA ENERGÍA



En ocasión del cumpleaños número 80 de la usina Gral. San Martín, cabe hacer, una vez más, una aclaración. Si durante más de cincuenta años en la usina se fabricó la energía eléctrica necesaria para abastecer a la ciudad, el puerto y parte de la región, no fue sólo por el fuel oil que quemaban sus calderas, ni por el vapor que hacía girar las turbinas, sino, sobre todo, por los "señores" del castillo de la energía. 

150 trabajadores entre peones, medio oficiales, oficiales especializados, jefes de sección y de turno, que se encargaban de trabajos específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las secciones de máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua y aceite, administración, carpintería, taller regional, almacén,  pintura, hojalatería...

Por eso, si trabajaste o tenés algún pariente que haya trabajado en el castillo, te invitamos especialmente a que nos acompañes en la fiesta "Hasta que las velas no ardan" el sábado 20 de octubre a partir de las 19 horas.

martes, 9 de octubre de 2012

FABRICAR LA FIESTA



El castillo cumple ochenta años y en el museo taller empezamos a fabricar la fiesta.

miércoles, 3 de octubre de 2012

¡ZARPAMOS!



Ferrowhite se hace a la mar. Unimos Ingeniero White con el puerto de Buenos Aires para participar de Fase, encuentro de arte y tecnología que entre el 11 y el 14 de octubre activará las salas del Centro Cultural Recoleta, y lo hacemos arriba de nuestra balsa bidones, bautizada para la ocasión el Arca Obrera.

“La idea de este encuentro es presentar y discutir proyectos que, a través del arte y la tecnología, generan críticas y revisiones en la escena artística y en el contexto en donde cada uno de estos proyectos funciona”, apuntan los organizadores del evento. “Subrayamos la importancia de producciones artísticas y sociales que se hayan mantenido en el tiempo y que estén marcando tendencia. Nos interesa el arte como proceso y no como commodity.”

Hecha con bidones plásticos en desuso, el "Arca Obrera -dispositivo de escape en caso de accidente-" es un vehículo para capear, con algo de humor, el temporal del progreso que arrecia sobre este puerto. Resulta de la tarea asociada del equipo del museo taller junto a Roberto Orzali, Luis Leiva, Roberto Conte y Angel Caputo, trabajadores del mar. ¿A qué tipo de museo pertenece un objeto como el Arca Obrera? A uno en el que ya no es preciso responder a esta pregunta.

Tal vez la pregunta implícita en el proceso de su construcción y uso es qué tipo de lazos somos capaces de tramar en el disenso, toda vez que de mantenernos unidos depende seguir a flote.

(Ferrowhite no es un “museo de arte”. Pero tal vez sí una institución que, de a ratos, se piensa como una obra, a condición de desmontar la ficción de autonomía que la noción de obra suele llevar implícita, y de reconocer, al mismo tiempo, las oportunidades que esa ficción de autonomía habilita para quienes quisiéramos no subordinar del todo nuestra vida a la razón instrumental y a la lógica del lucro. También a eso está referida la amalgama entre la palabra museo y la palabra taller. Porque en este lugar, en la periferia de una ciudad, en la periferia de un país, en la periferia del mundo, quizás sea la propia institución museo la primera noción a examinar y desarmar, como hace un mecánico con cualquier cosa. Pero no para abandonarla, prenderle fuego o ironizar con nostalgia sobre ella, a la manera de aquellas lejanas vanguardias y neovanguardias, que en definitiva, necesitaron de la institución artística para ser reconocidas como tales, sino quizás como un artefacto a hackear en favor de nuestros, por cierto más módicos, intereses. Aunque no estamos para nada seguros de que eso se pueda.)


lunes, 1 de octubre de 2012

80

80 años se cumplen hoy, 1° de octubre de 2012, de la inauguración del castillo.

La usina eléctrica que por más de cincuenta años fabricó la energía necesaria para que encendieran las lamparitas del alumbrado público, se accionaran las norias de los elevadores del puerto y funcionaran las planchas, las heladeras y los televisores que fueron poblando los hogares de la región.

Una usina cuya peculiaridad radica no sólo en su apariencia, sino también en su historia. La que comienza con su construcción y puesta en marcha por parte de las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca (una filial local de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad), pasa por la provincialización en los años 40', sufre los incrementos en la demanda energética derivados del desarrollo de la industria nacional en los años '50 y 60', para terminar siendo un ejemplo elocuente de la política de desguace del patrimonio público de fines del siglo XX.

80 años del castillo que, a pesar de haber sido declarado monumento histórico provincial y nacional, aún espera ser recuperado, como lo fueron en estos últimos años su taller de mantenimiento (hoy Ferrowhite), su parque y la residencia del jefe de planta (La Casa del Espía).


Una central eléctrica cuyo funcionamiento dependió, en lo concreto, del trabajo de muchísimas personas: 150 trabajadores en sus mejores épocas, entre peones, medio oficiales, oficiales especializados, capataces, jefes de sección y de turno, que se encargaban de trabajos específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las secciones de máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua y aceite, taller regional, carpintería, pintura, hojalatería, almacén...

Como celebrar este cumpleaños precisa de todos los que alguna vez trabajaron en el castillo, y de todos los que apoyan su puesta en valor, los invitamos a sumarse a la fiesta que estamos preparando para el próximo sábado 20 de octubre a partir de las 19 horas

¿Dónde? En el parque de la usina, dónde más podía ser.