martes, 26 de abril de 2011

1884: EL TREN DE LA HISTORIA PASA DE LARGO

La conmemoración de la llegada del ferrocarril a Bahía Blanca, el 26 de abril de 1884, tal vez opaca el hecho de que aquel tren que muchos bahienses esperaban en el andén, en realidad, pasó de largo.

Plano de la Estación "El Puerto", tal como se reproduce en la pagina 99 de la Historia del Ferrocarril Sud de William Rogind.

Al parecer, no se trató de uno sino que fueron dos los trenes que arribaron a esta zona el 25 de abril, alrededor de las siete de la tarde, un día antes de los festejos previstos frente a la Municipalidad para la tarde del 26. Sólo la segunda formación ferroviaria se detuvo unos minutos en la estación Bahía Blanca Sud (1). La primera, en cambio, con el Gobernador Dardo Rocha entre su pasaje, continuó sin detenerse hacia la estación El Puerto (hoy Ingeniero White), donde la empresa británica Ferrocarril Sud (Great Southern Railway) concentraba sus instalaciones e intereses.

Allí una “suculenta cena” servida en el mismísimo Galpón de Locomotoras aguardaba a los visitantes. La inauguración oficial de la línea se realizó a las 12:30 hs. del día siguiente, en ese mismo galpón, con un gran almuerzo que consistió en:

Banquet Hors d´oeuvre – Canapés d´Anchois – Xerez
Potaje Prentanier á la Royale
Relevé Pescaret á la Normande - Aut. Sauterne
Entrées chaudes Bouchées á la Reine – Filet Durham aux Champignones –
Sauté de Volaille a la Perigueux – St. Emilion
Entrées Froide Aspic de Foie Grass Belle-vue – Bourgogne
Punch a la Romaine – Legume Petit pois á la francaise
Rot – Dinde á l´anglaise
Entremets Mille Feuilles á L´italienne – Gateaux de París – Champagne
Glaces - Napolitaines – Fruit frais glàce – Oporto – Café – Liqueurs (2)

Presidían una mesa con más de doscientos comensales, el Gobernador, Dr. Dardo Rocha; el Ministro de Hacienda de la Provincia, Vicente Villamayor; el Presidente del Directorio del Ferrocarril Sud en Londres, Frank Parish; su Secretario C. O. Barker; el Presidente de la Comisión Argentina de la empresa, Guillermo Moores; el Gerente General de la empresa, George Cooper; y el Canónigo Benjamín Carranza, quien bendijo los alimentos.(3)

¿Estaban los trabajadores del galpón invitados al banquete? Nada dicen las fuentes.


La playa de maniobras de Ingeniero White, alrededor de 1940. 
Abajo y al centro, el galpón de máquinas del Ferrocarril Sud.

(1) “Bahía Blanca ha sido, en los días 25, 26 y 27 una verdadera romería. (…) La llegada del tren inaugural tiene preocupada la atención pública y solo espera el pueblo la menor señal para encaminarse a la estación, a recibir al coloso monstruo, emblema eterno del progreso de estos últimos siglos. No menos de ochocientas personas están en el andén de la estación...  Al poco rato se oye un ¡ahí viene!... A este grito responden mil voces que atronan los aires con el hurra más espontáneo y entusiasta que se haya dado entre nosotros. El tren se deslizaba rápidamente por el camino de hierro que termina en el puerto. La obra se había consumado y los hombres con sus semblantes alegres y como poseídos de cierto orgullo por tan grande obra, así lo manifestaron. Sin embargo hubo un pequeño descontento, que desapareció casi enseguida, cuando llegaron hasta nosotros unos delegados del Gobernador que explicaron la causa por la cual había seguido hasta El Puerto el tren y no había parado en la estación (Bahía Blanca), como el pueblo lo esperaba y la razón lo aconsejaba.” Diario El Reporter,  Bahía Blanca, 28 de abril de 1884.

(2) “Días atrás habían llegado, en tren, cocineros y mozos, de la empresa de los hermanos Roverano, amén de las correspondientes ‘vituallas’ a utilizarse en el banquete y en el buffet del baile oficial.” Héctor Francisco Guerreiro, Los Ferrocarriles en Bahía Blanca (volúmen 2, F.C.S. – F.C.R.P.B), en prensa.

(3)  William Rogind, Historia del Ferrocarril Sud, Establecimiento Gráfico Argentina S.A., Buenos Aires, 1937.

lunes, 25 de abril de 2011

ZARPAMOS

2 planchas de cartón corrugado, 15 pomos de cemento de contacto, 1 lata de esmalte sintético, 93 envases de jugo tetra brik recolectados por familiares y vecinos, 10 tubos de pintura acrílica, 3000 horas de trabajo en el living de una casa de la calle Brihuega, la foto de un portacontenedores vista en un catálogo en un remolcador holandés, 11 años de labor en las dragas del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, media docena de amigos, más de 100 embarcaciones (lanchas, remolcadores y dragas) del puerto de Ingeniero White: Trento, Amapola, Diogenes, Las Malvinas, Presidente Antiguo, Whitense, General Cardona, Hasta luego, La Paloma…

De estas, entre otras cosas, está hecho el “San Silverio”, el nuevo buque archivo de Roberto Conte, y desde el sábado pasado, también del abrazo y el brindis de todos los amigos que llegaron a Ferrowhite para acompañar su botadura.

Francisco Vitale, pescador

Cargado de nombres que convocan, lo pudimos comprobar anteayer, innumerables historias, el "San Silverio" es un barco con una misión precisa: volver tangible la relación cambiante entre pasado y presente, grande y pequeño, propio y ajeno, próximo y distante, a través de la que se traman los conflictos pero también el sentido de pertenencia a una comunidad.

Más fotos por acá.

miércoles, 20 de abril de 2011

SÚBETE A MI BARCO (VIDA MÍA)

Este sábado a las 17:30 hs., a pocos pasos de la Fiesta Nacional del Camarón y el Langostino, en Ferrowhite botamos el “San Silverio”, el nuevo buque archivo de Roberto “Bocha” Conte.


El “San Silverio” es un barco cargado del recuerdo de otros barcos. La reproducción a escala de un portacontenedores inmenso en el que pueden leerse los nombres de las embarcaciones más pequeñas de este puerto. Un navío de ultramar construído para transportar el inventario de esa flota que rara vez se aventura más allá de la ría: dragas, remolcadores, lanchas de practicaje y sobre todo, de pesca artesanal, que tienen en la geografía del estuario su historia y razón de ser.

Lanchas amarillas como el “Antonito C”, a la que Bocha se subía "de contrabando", con 11 o 12 años. Remolcadores de la Flota Fluvial del Estado en los que ganó sus primeros sueldos. Dragas del Ministerio de Obras Públicas de la Nación de las que llegó a ser patrón. La maqueta vuelve palpable la historia de su constructor, la de los amigos y familiares que colaboraron con él -“Silverio Churazzo y Alberto Garrini a la cabeza”-, pero también la idea de que toda memoria depende de actos presentes que transforman necesariamente lo recordado.

Con su portacontenedores Bocha le da forma a un archivo paradójico que en lugar ahogar los recuerdos en las heladas aguas del cálculo historiográfico, pone al pasado en tensión, calzando esos nombres casi olvidados -El Envidio, Rodoño, Verita, Res non verba…- en la horma del presente inmediato. Porque el San Silverio es un buque armado para transitar los intrincados canales de la coyuntura ampliando, en lo posible, el horizonte. Un barco para navegar la reconversión de la pesca artesanal y el inminente dragado del canal principal de la ría, la lucha de los pescadores por frenar la contaminación de las aguas y el reclamo de todos los amigos de este museo para que White no pierda su última salida al mar.

viernes, 15 de abril de 2011

DOMINGO DE PELÍCULA



La Orquesta Escuela durante su presentación en el encuentro "Cómo funciona la cosa". 
   
Este domingo, nuestro taller se transforma en cine para recibir a los chicos de la Orquesta Escuela de Ingeniero White. En la sala del obrero bañista, proyectamos los cortos del museo, la película "Los Coristas" y, en plena cosecha gruesa, hacemos pochoclo para todo el mundo.

miércoles, 13 de abril de 2011

CHIQUITOLINA

Desde hace algún tiempo, Ferrowhite exhibe, junto a llaves, martillos y tenazas, artefactos que no provienen de dependencias del ferrocarril o el puerto, sino que han sido construidos por algunos trabajadores para dar cuenta de ese mundo o derivar de él otros. El próximo sábado 23 de abril vamos a presentar en el museo una serie de postales dedicadas a estos artefactos y aprovecharemos para realizar la botadura simbólica del “San Silverio”, el nuevo buque archivo de Roberto “Bocha” Conte.

Por mi parte, y para ir entrando en tema, paso en limpio acá lo que quedó anotado en otro lugar cuando, hace ya casi un año, La Casa del Espía se llenaba con las tallas de madera elaboradas por el mecánico de locomotoras Carlos Di Cicco.




Carlos Di Cicco (1937-2005) fue oficial mecánico en el Galpón de Locomotoras de Ingeniero White y gasista a domicilio. Apasionado por los trenes, en su casa era posible encontrar revistas y carpetas con recortes de noticias ferroviarias y una maqueta poblada por muchas de las figuras que ahora pueden verse en La Casa del Espía.

Si este fuera un museo de arte, diríamos que los pasajeros de Di Cicco son esculturas para mirar con lupa. Su tamaño es cientos de veces menor que el de los principales monumentos de nuestra ciudad, millones de veces inferior al de los muelles, usinas y silos que rodean a este museo. Uno puede sentirse enorme ante estos muñequitos, pero también muy pequeño si trata, por un momento, de mirar el resto de las cosas desde su punto de vista.

Exhibir estas miniaturas en un espacio en el que por lo regular se habla del trabajo colosal con locomotoras y vagones, invita a un juego con los tamaños y los pesos que supone, al mismo tiempo, un juego con las jerarquías establecidas entre quienes cuentan la historia y quienes deben escucharla, o entre quienes son llamados artistas -artífices del sentido-, y quienes no. Porque lo que entre otras cosas cabe ver en estas figuras diminutas, talladas casi en secreto, no es solo la vida de uno de los tantos mecánicos que empleó en Ingeniero White Ferrocarriles Argentinos, sino a la vez a una sociedad entera en la perspectiva de ese mecánico. Una sociedad que se organiza alrededor del tren.

Sobre cada pedacito de madera, Di Cicco le saca punta a una ocupación o a un oficio. Sus pasajeros representan tipos, en la acepción popular pero también sociológica del término. Hay amas de casa, jugadores de fútbol, ferroviarios... A diferencia de otras miniaturas, en las que el carácter minúsculo tiende a subrayar cierto aire solitario, estos tipitos parecen concebidos para formar grupo. Mi compañero Carlos Mux, que se entretuvo sancándoles fotos por separado, no pudo evitar reunir esas imagenes en un damero que está colgado en La Casa del Espía, y en el que es casi imposible no sospechar amistad, antagonismo o parentesco entre los personajes retratados. Al hincha de River le corresponde un hincha de Boca, como al ejecutivo de ataché un obrero de mameluco. Hay amantes furtivos y señoras embarazadas, camilleros y quebrados, y también un señor con esquíes, que no encaja con nada, porque así de imprevisible es el mundo.

A pesar de ser muy pequeñas, las tallas de Di Cicco transmiten una impresión de singular fortaleza. Cada una ha sido resuelta en tres o cuatro cortes netos. Ninguna disimula el material del que está hecha, ni la mano que le dio forma. Una mano que parece haber imprimido en cada cuerpo diminuto su experiencia en el manejo de otra clase de volúmenes y pesos. De allí que responder a la pregunta ¿Cómo están hechos estos objetos? resulte considerablemente complejo. En principio, una lista de materiales no debería excluir aquellas circunstancias que han modelado la propia vida del artesano. Así, quien quiera repetir esta experiencia en su casa, tendría que arrancar apuntando:

2 tablas de madera balsa, 1 cortaplumas, 18 años como mecánico de locomotoras, 3 latas de adhesivo de contacto, 42 días de huelga durante el gobierno de Frondizi, 2 cajas de fibras de colores, 1 navidad adentro del galpón de alistamiento, 4 carpetas con recortes de noticias ferroviarias, 10 pomos de témpera, 1 maqueta que ocupa poco a poco toda una habitación, 730 días en un galpón bajo control militar, 1 pincel extremadamente fino...


Y otra cosa. Espero no equivocarme, pero creo que no hay chicos en esta serie. Pasa algo con eso. Ver a tantos adultos en miniatura resulta tan extraño como familiar. Descubrirlos es como encontrar a nuestros padres adentro de un chocolatín Jack. Como si de pronto todas esas personas que nos vieron crecer hubiesen pasado a formar parte de la misma repisa en la que forman fila nuestros héroes de la infancia. Poniendo patas para arriba el cuento de Collodi, invirtiendo la relación entre el carpintero y su hijo muñeco, este ferroviario que fabricaba locomotoras para los cumpleaños de sus hijas me devuelve, sin querer, a mi viejo convertido en un juguete. No voy a decirles cuál de todos es. Corro a mostrárselo a mi hija.

martes, 5 de abril de 2011

HORMIGÓN ARMADO

Durante la guerra de Malvinas, el ejército argentino movilizó hacia el sur a miles de colimbas, muchos de ellos provenientes de provincias del norte del país. Los militares se valieron para tal fin una red ferroviaria cuyo trazado refleja aún hoy por esta zona el interés de las compañías inglesas que, tras la "conquista del desierto" consumada por ese mismo ejército, fueron dueñas de esos rieles durante más de cincuenta años.
 
La Central Termoeléctrica Luis Piedra Buena es quizás la obra de mayor porte que encaró la última dictadura en nuestra ciudad. En momentos en que el enemigo declarado del gobierno militar era la “subversión marxista”, su edificación fue posible gracias a un acuerdo con la Unión Soviética que estipulaba el intercambio de toneladas de cereal por grandes turbinas de generación eléctrica.

Chacho Gimenez trabajó en la construcción de "la Termo" desde sus inicios, en 1978, hasta los días previos a su completa puesta en funcionamiento en 1991, siempre como obrero de la contratista Benito Roggio e hijos S.A. La empresa trajo a White gente de todas las provincias. Un auténtico ejército federal levantó campamento en los alrededores de la obra. Había sanjuaninos, jujeños, salteños, entrerrianos, chaqueños, correntinos... También varios formoseños como Chacho quien terminó por quedarse a vivir acá, con su familia. Entre la gente del pago, figuraba un tal Ulises. Gimenez puede recordar el rostro, pero no el nombre completo de “ese paisano” suyo, accidentado el 5 de abril de 1982 y muerto 19 días más tarde, en pleno fervor malvinista, tras caer al vacío desde un andamio. 

lunes, 4 de abril de 2011

PERFECTOS EXTRAÑOS

Estos son Fabián Rodríguez y su hija Jeniffer delante de María Agnelli, bañista eterna de la ría.


Y acá, de izquierda a derecha, asoman la cabeza Oscar Gallegos, su yerno Claudio Umbert, y su hija Alejandra.



El papá de Fabián, Domingo Rodríguez, fue herrero en Maldonado, el mismo taller ferroviario en el que Oscar trabajó como mecánico entre 1960 y 1992. Oscar, Claudio y Fabián, Alejandra y Jeniffer, no se conocían hasta hoy. Los domingos este museo puede ser la casa de esa familia paradójica: un lugar lleno de extraños, con mil historias en común.