A comienzos de este año, la Secretaría de Cultura de Río Negro nos invitó a realizar una serie de capacitaciones sobre “museos y comunidades”. Anteriormente, los museos de la provincia habían participado de talleres afines a la temática junto a Juan Ignacio Muñoz, director del Museo Nacional Terry. Esto, como parte de una política cultural destinada a la formación de trabajadorxs de museos municipales y provinciales, y a la vez, con un claro criterio regional: priorizar que los encuentros se realizaran en localidades pequeñas a las que pudiesen viajar compañerxs no solo de museos sino también de bibliotecas, centros culturales y establecimientos educativos cercanos.
En septiembre recorrimos la “la línea sur”, con estaciones
en Los Menucos y Viedma. Allí, los museos anfitriones fueron el Museo Municipal
y el Museo Tecnológico del Agua y el Suelo. Al mes siguiente, viajamos por “la
línea del valle” y los museos que nos recibieron fueron el Museo Histórico
Regional de Choele Choel y el Museo Provincial de Ciencias Naturales de Gral.
Roca.
¿Qué llevamos?
En la valija pusimos: publicaciones del museo, estampitas de San Atilio, locomotoras para armar y dos archivos digitales. Estos últimos se trataron de una selección de fotos y videos de la historia de Ferrowhite y, en el otro, una secuencia de diapositivas sobre algunos hitos de la Museología Social.
En esta vertiente de la Museología fuimos encontrando herramientas conceptuales y metodológicas para nutrir el trabajo comunitario. Lejos de considerarnos especialistas en la materia, en las capacitaciones intentamos transmitir aquello que fuimos aprendiendo a través de lecturas, cursos y espacios de reflexión: esos tiempos preciados, tan excepcionales como necesarios, porque se habilita a la pregunta y a la posibilidad de reformular las cosas.
Cartas, itinerarios, fotos, mapas y contratos
Para iniciar las conversaciones mostramos una serie de documentos y fotografías del Archivo de Ferrowhite que pudiesen dar cuenta de las vinculaciones que unen a Bahía Blanca y Río Negro. Como una serie de telegramas, cartas y memorándums, escritos entre el ‘85 y ‘86, entre el Jefe de la estación de Los Menucos y el Jefe de Superintendencia de Transporte de San Antonio con motivo del extravío de “una bolsa de recaudación”. En Viedma, un itinerario de servicio, con los horarios, tarifas y recorridos del Ferrocarril Roca. El ejemplar que llevamos, recientemente donado al archivo, tiene anotaciones y cuentas matemáticas de Pedro Valverde, encargado en la oficina de “Control trenes", sobre los días acumulados de vacaciones de 1981. En Choele, proyectamos una serie de mapas de la red general dónde, justamente, puede observarse la imagen “De sur a sur”. Otra vinculación, de gran importancia entre los años ‘30 y comienzos de los ‘80, estuvo dada por la salida de frutas del valle a través de los puertos de White, Galván y Cuatreros. En la carpeta de contratos del Dpto. Comercial del FCS, por ejemplo, encontramos el contrato que la empresa ferroviaria firmó con la exportadora Argentine Fruit Distributor para instalarse en un galpón de la estación Cipolletti.
Derivas de la Museología Social (ideas)
En el encuentro nos detuvimos en hitos y procesos de la segunda mitad del siglo XX, como fueron los revueltos años ‘60, que empujaron a los museos a transformarse o, a lo que Mario Chagas enuncia como “la constitución de la imaginación museal”: aquella que se alimenta de prácticas culturales desalineadas con la idea de la acumulación patrimonial y que, en vez de orientarse hacia las grandes narrativas, se vuelve hacia las “narrativas modestas” y valoriza la relación entre los seres y entre ellos y las cosas.
En el contexto del Mayo francés y ante la crisis del museo
tradicional, referentes del ICOM como Hugues de Varine, George Henri Rivière y
Serge Antoin dieron origen a la palabra ‘ecomuseos’, para pensar en una
institución orientada por una pedagogía del medioambiente. Ecomuseo nace de un
juego de palabras y desde un posicionamiento ideológico; en este sentido,
Chagas agrega “no se debe tener ingenuidad al respecto, se trataba de imaginar
una nueva posibilidad de acción museal libre del culto al pasado empolvado y
abierta a las conexiones entre cultura y naturaleza, entre museos y medio
ambiente”1. En la misma sintonía, los museólogos de la generación del ‘68 vieron
la importancia de desarrollar proyectos experimentales que tuvieran como eje el
concepto de “museo integral”, es decir, acercar el museo a las comunidades para
que asuman un papel protagónico en su diseño y operatividad.
Entre mayo y junio de 1972 se llevó a cabo el Seminario sobre la Importancia y el Desarrollo de los Museos en el Mundo Contemporáneo, más conocido como la ‘Mesa Redonda de Santiago’ y que fue organizado por el gobierno chileno y la UNESCO. Chile se encontraba en un momento especial de su historia, en medio de un proceso revolucionario democrático con el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Este encuentro es considerado un hecho emblemático en las derivas de la Museología Social por su enfoque regional y porque “trajo un sur a una museología que antes se había guiado por el norte"2. Fue una chispa de todo lo que sobrevino al concebir a los museos como agentes de cambio social.
Repensar “lo común”
A este relato histórico intentamos cruzarlo con aportes de
algunas disciplinas: ¿qué define a una comunidad, qué la diferencia del término
‘sociedad’, cuáles son los límites al relato esencializador y armónico que
conlleva la palabra ‘comunidad’? El filósofo italiano Roberto Esposito, al
analizar el individualismo en las sociedades contemporáneas, nos invita a
pensar “lo común” no como lo específico de un grupo sino como una posibilidad
de entrar en relación. Es decir, podemos pensar en una comunidad como en un
grupo ya definido por algún lazo común (una institución, una asociación que
funciona en nuestra localidad) o podemos pensar que no está “en ningún lado”,
sino que es una dimensión potencial, que se puede gestar3.
Derivas de la Museología Social (práctica)
La parte práctica de los talleres consistió en diseñar
“comunigramas”, una suerte de piezas visuales que pudiesen recuperar los marcos
teóricos, entrecruzados con una mirada sobre las colecciones y
exhibiciones de los museos sedes. Para ello, Ricardo (Los Menucos), Mariana y
Edgardo (Viedma) y Liliana, Pucho y Mary (Choele Choel) oficiaron de guías para
conocer las colecciones, los temas y las historias detrás de los objetos. ¿De
quiénes y a quiénes habla este museo? ¿Encontramos pistas comunitarias?
Estas preguntas buscaban ir más allá de la materialidad de las instituciones y de sus objetos, para recordar las conversaciones previas en las que planteamos que “los museos pueden ser lugares de participación colectiva, intersección de saberes y prácticas pedagógicas, contramemorias, narrativas poéticas y políticas”. En agradecimiento por habernos cobijado esas mañanas, los comunigramas fueron un regalo hecho por esa comunidad efímera de trabajadores “sureñxs” que fuimos.
A los comunigramas los fuimos armando en capas, discriminando contexto y relaciones sociales del museo (vínculos con personas, instituciones, colectivos…), las cosas en común (acciones concretas, proyectos, producciones…), aquello que falta (memorias, pendientes, problemáticas..) y tareas y acciones para que el museo se abra al entorno y construya con otrxs. Los pensamos como una herramienta de balance, para dar cuenta de todo lo que el museo tiene y hace, y a la vez como una hoja de ruta para posibles acciones por venir.
Un segundo relato intentó sintetizar 20 años de historia de Ferrowhite desde los anteojos de la Museología social. Compartimos una serie de experiencias, de los comienzos del museo, junto a las memorias de lxs trabajadores ferroportuarios y, un segundo momento, con lxs participantes de los talleres Prende.
Para dar cuenta de las “comunidades” que han habitado el museo taller, pusimos la atención en las cosas, grandes o pequeñas, efímeras o duraderas, que en estos años pudimos construir: un libro, una obra de teatro documental, una salida al balneario Maldonado, una taller huertero, una entrega de bolsas de verduras o una residencia artística de la mano de Isla invisible… Porque nuestras comunidades no pueden darse por descontadas, sino que “existen” en la medida en que nos encontremos trabajando, o haciendo, teniendo entre manos algo juntxs.
Analía Bernardi y Julieta Ortiz de Rosas
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Un agradecimiento especial a Leandro Gaviño por motorizar
esta iniciativa, que fue de mucha formación para nosotras. También por
acompañarnos en las distintas etapas de este ciclo y sortear imprevistos
varios.
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Referencias:
1 Chagas, M. (2007) La radiante Aventura de los Museos. Ponencia presentada en IX Seminario sobre Patrimonio Cultural “Museos en obra” celebrada el 20 y 21 de noviembre de 2007 en el Centro Patrimonial Recoleta Dominicana por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile.
2. Raquel Pontet, Manuelina Maria Duarte Cândido (eds.) (2024) Museología Multivocal en América Latina y el Caribe desde la Mesa Redonda de Santiago de 1972. ICOFOM-Barbados.
3. Testoni N., Bernardi A. y Beluzo G. (2022) Un museo común: museos y comunidades. Ministerio de Cultura de la Nación. Secretaría de Patrimonio Cultural. Disponible en: https://rmabackend.cultura.gob.ar/media/publicaciones/UnMuseoComun_Cuadernillo2.pdf