jueves, 14 de agosto de 2025

EL MUSEO, NUESTRA CASA

 Basta habitar este mundo para que los peligros y los miedos se nos parezcan por delante.

Cuando pensamos en los espacios culturales como refugios es porque vemos en ellos un lugar donde quedarnos un rato para recobrar fuerzas o quizás darnos cuenta de que no las habíamos perdido.

Las derivas y los cambios desafiantes de la vida muchas veces nos dejan sin aliento. Las instituciones donde las culturas se dan la mano tienen la capacidad para volverse fuego cálido en medio de la noche más oscura1.


La inundación del 7 de marzo dejó a la ciudad devastada en casi un 70% de su geografía, 18 personas fallecidas e infinitas pérdidas materiales. En una serie de crónicas virtuales, nuestro compañero Jorge Cascallar se refirió a Bahía Blanca como “ciudad herida” y a la idea de que, si bien en un comienzo el agua mostró una suerte de "espejismo de igualdad", la reconstrucción siempre resulta dispar. Algo similar manifestó Ale Gallardo, vecina del Bule, cuando volvimos a encontrarnos: "la inundación entró en las casas de los pobres y en las casas de los ricos".

Entre la noche del viernes 7 y el lunes 10 de marzo, 240 personas encontraron en el museo un lugar seguro en donde secarse, acampar, cocinar, repartir ropa, dar y recibir contención. El Prende, el parque del castillo y el camino de acceso fueron de los pocos lugares del Bule que no se inundaron y fueron transformados, repentinamente y a fuerza de acción cooperativa, en puntos de evacuación. 

Esta reconversión del museo fue llevada a cabo por un grupo de vecinxs en coordinación con nuestra compañera Yesica; lo llamativo fue que la mayoría desconocía que del otro lado del puente La Niña se encontraba el museo. Debieron abandonar sus casas y el Club Huracán cuando el agua lxs corría:

¿A dónde vamos? Estábamos todos en el medio de la ruta, entonces lo que hago es sacar a la gente a hablarles y decirles que tenía la llave del Prende y que podía abrir mi lugar de trabajo, la respuesta de todos fue que sí, así que hicimos un caminito con los colchones y con los chicos, ingresamos al Prende, se encontraron con el lugar seco, grande, teníamos leña acopiada que nos sirvió para secarnos la ropa, armamos una linda fogarata, agarramos los bancos e hicimos una ronda y pudimos estar acobijados. (Yesica Peluffo)


PRENDE COMO REFUGIO 

Durante el regreso progresivo, junto al Centro de Salud de Ingeniero White, organizamos una serie de encuentros que llamamos “El museo, nuestra casa”. Entre la alerta y la advertencia, entre lo urgente y lo emergente, dábamos cuenta de cambios tanto en nuestro trabajo como en nuestra comunidad de referencia. Muchas cosas habían tomado otra forma. Nos preguntábamos si acaso el agua algo había arrastrado hacia nosotrxs, especialmente, porque se oía por todas partes "perdí todo, el agua nos llevó todo, me fui con lo puesto".

Fueron encuentros en los que decidimos no planificar al detalle su contenido, las actividades, etc… Tampoco considerábamos que era momento de retomar los proyectos como si nada hubiese sucedido o ponernos en movimiento con algún hacer en concreto. Por el contrario, la intención fue entrar en el ritmo de las personas, respetar los tiempos, caminar al lado. 

El sentido pasaba por reencontrarnos, conocer a las personas que se habían resguardado en el museo y sus relatos, porque en la acción de escucharse, el dolor puede transformarse en palabra y aprendizaje; trayendo a Jorge una vez más: “reconstruir una ciudad no es solo levantar puentes y calles, sino también sostener la voz de quienes vivieron la catástrofe y acompañar el proceso de elaborar aquello que el agua rompió”.

Cada quien tomó la lámpara y la encendió cuando sintió hacerlo. Escuchamos a vecinas como Romina que no conocía de la existencia del Prende y que confió en la comunidad de vecinxs que se reunió en lo imprevisto de la emergencia y ante lo que consideraron "un vacío de respuestas por parte de las autoridades". Se apoyaron en la comunidad que se conformó, justamente, cuando las personas entraron en relación.

Otra vecina, Brenda Casabona, que es socorrista de una pequeña brigada y fue convocada para ayudar a las personas evacuadas, agregó esto otro: 

“este lugar realmente fue un refugio para la gente, me hubiera gustado que las capacitaciones lleguen al barrio, es muy necesario que la gente sea consciente de cómo funcionar en esas situaciones o en otras porque ya nos afectó el viento, el agua, estas cosas van a seguir sucediendo tristemente, en el plazo de un año y medio tuvimos dos catástrofes, es una pena que la gente no haya estado preparada para tener mínimo un bolsito o kit de emergencia " 

Lo que trae Brenda nos hace revisar cómo actuamos y cómo podemos prever ciertas cosas como comunidad. Aprendimos que la preparación de la comunidad es una medida preventiva elemental. Esta toma de conciencia se habilita en estos encuentros y en las capacitaciones que siguieron, pero es aún más valioso cuando surge desde lxs propixs vecinxs, sin que eso implique olvidarse de exigir políticas en otro nivel.

Con la emoción en el cuerpo de quienes pudimos contarlo, el encuentro se fundió en un abrazo caracol espontáneo y en el mensaje de Silvia a "imaginar lo que quieran" en un comienzo de año excepcional: ¿cómo reversionamos lo que tenemos?, ¿a qué seguimos apostando?, ¿cómo encontramos un sentido comunitario a las pulsiones singulares? 

El segundo encuentro versó sobre una iniciativa del grupo de vecinxs que se evacuó en el museo y quería llevar a la banca 25 del Concejo Deliberante la designación de Ferrowhite como un punto de evacuación “ante accidentes ambientales y catástrofes climáticas”. El descontento social estaba detrás de esta idea, que fue acompañada por marchas, cortes de acceso al puerto y abrazos simbólicos. Este conjunto de acciones influyó en el nombramiento de un nuevo delegado municipal.


Desde adentro del museo, implicó revisar en qué lugar nos ubicamos en el juego –siempre dinámico– de 'lo comunitario': actualizar roles y las tareas de cada quien, las herramientas fabricadas y las que hay que inventar, y dimensionar, por otra parte, la referencia barrial que tiene el museo y el Prende, como el espacio que encontraron lxs vecinxs para mantenerse a salvo.

Los encuentros que siguieron se vincularon con el proyecto de las huertas agroecológicas; con Silvina Bracamonte del INTA aprendimos sobre “suelos afectados por la inundación y posibles alternativas de cultivos de hortalizas en recipientes”. Fue conocer una contracara de la inundación: "con la humedad que hay y el clima templado de abril y mayo, la naturaleza está radiante en Bahía Blanca". Comprendimos que el suelo es un gran banco de semillas y hay brotes de plantas por todos lados. “Es conveniente dejar pasar el otoño antes de sembrar. Esperar el ciclo. Que nazca lo que nazca, con su cobertura vegetal natural”, nos sugirió Silvina. Palabras que ayudan a atravesar desde otro lugar una experiencia que dejó marcas en el tejido social.

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Referencia:

1. Pugliese, M. Jarolavsky, S. y González de Langarica, F. (2022) Paisajes para habitar. Urbe gráfica editorial.

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