jueves, 21 de septiembre de 2017

RÍA Y RIACHUELO



"Expediciones a Puerto Piojo" es un colectivo dedicado a recuperar la historia de la última playa de río de la ciudad de Buenos Aires. Ayer sus integrantes, que por estos días participan de la bienal nacional del Museo de Arte Contemporáneo, visitaron Ingeniero White y sus museos. Llegaron hasta acá intrigados por una coincidencia: "Puerto Piojo" se llamaba la playa ubicada, hasta fines de los '70, en la desembocadura del Riachuelo. El mismo nombre que recibe, aquí en White, el muelle que reúne a las últimas lanchas de pesca artesanal. Pero Ría y Riachuelo ¿son sólo palabras que se asemejan? Tenían que darse una vuelta para averiguarlo.

En la cocina del Museo del Puerto, los esperaban Cristina Leiva y Silverio Mazzella -al rato se sumó Marga Marzocca-, para conversar sobre el oficio de la pesca y sus transformaciones en el tiempo, sobre el arte de tejer redes pero también de cocinar cazuela, en años de pleno empleo que multiplicaron cantinas en tierra y lanchas en el mar. Había mucho por contar e intercambiar. Un puerto puede ser también el espacio propicio para esta clase de contrabando. Los expedicionarios recibieron de manos de Cristina la aguja de un tejedor, de Silverio un cajón y una red de pesca, y de Marga una botella de tomate envasado en casa que extenderá a ollas lejanas su fama de gran cocinera. Objetos preciados que ahora forman parte del "Museo Puerto Piojo".

La charla siguió bajo la lluvia, apurando el paso hasta alcanzar ese rincón alambrado del puerto que, hoy por hoy, muestra más embarcaciones afuera del agua que adentro. Los pescadores artesanales parecen no haber figurado nunca en los planes del Estado, menos que menos en los del gran capital, pero su pequeña industria supo anidar, como un piojo, en los intersticios del gigante portuario, hasta que el margen para la subsistencia se volvió, tal vez, demasiado estrecho. Algo similar podría decirse de los espacios de recreo improvisados a la vera del Río de la Plata y del estuario de Bahía Blanca. El Puerto Piojo de Dock Sud nos hace acordar a la playita de la usina o al balneario que alguna vez convocó multitudes en Puerto Galván. Para más coincidencias, en su lugar funciona ahora un Polo Petroquímico. Un poco por eso, otro poco porque caminar abre el apetito, nos fuimos a almorzar unos choripanes costeros a la Rambla de Arrieta. Después del segundo vaso de vino salió el sol. Entonces bajamos al barro de la ría para hacer un poco de Arqueología de la Marea, contentos con esta expedición que reunió por un rato a los museos de arte con los museos de White, y a una orilla con la otra, bajo la idea de que no hay más territorio común que el que creamos a diario, como se puede y con lo que se tiene a mano.







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