lunes, 7 de noviembre de 2011

AÑOS LUZ

Hace exactamente siete años y un día, nacía Ferrowhite y con él comenzaba a tomar forma la idea de recuperar el “castillo del puerto” para nuestra comunidad. Para empezar a conversar sobre el futuro de este edificio, les proponemos en lo que sigue una primera aproximación a su pasado, un rápido repaso por sus más de cincuenta años de historia hecho, si se quiere, "a la velocidad de la luz".

EL CASTILLO DE LA ENERGÍA
Aunque a simple vista parezca una construcción medieval, y cueste creer que haya sido otra cosa, el edificio que está al lado de la ría y que conocemos como “el castillo” era en realidad una usina. Sí, un establecimiento industrial en el que durante décadas se produjo la electricidad necesaria para que funcionaran las maquinarias del puerto y el ferrocarril, y también para que se encendieran todas las lamparitas y cada uno de los electrodomésticos que fueron poblando las casas de Ingeniero White, de Bahía Blanca y de parte de la zona.


 La usina en plena construcción, el 11 de marzo de 1931. Registro de obra de la compañía constructora GEOPÉ.

A través la historia del castillo es posible seguir, sugeríamos, buena parte de los cambios en el negocio de la generación de energía, actividad básica para el desarrollo de la región y del país, un período que va desde el comienzo del fin de la hegemonía del capital inglés en la zona, durante la década del treinta, y que pasa por la estatización de los servicios en los años cuarenta y los planes del desarrollismo en los sesenta, y que tampoco permanece al margen de la aplicación de las políticas neoliberales de fines del siglo XX.

ELECTRICIDAD Y RIEL
Sin embargo, el castillo no fue la primera usina que hubo en la ciudad. Hasta la década de 1920, fueron las empresas ferroviarias las principales proveedoras del servicio de energía eléctrica. Las usinas ferroviarias, respondían a otro estilo de construcción, caracterizado por el ladrillo visto. Ejemplos de ello son las usinas ubicadas en Loma Paraguaya y en la esquina de Brickman y Donado, ambas pertenecientes al Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, y las dos usinas construídas por el Ferrocarril Sud en Ingeniero White (una desaparecida y la otra aún en pie).

En 1924, cuando la empresa Ferrocarril del Sud adquirió los bienes del Buenos Aires al Pacifico y consolidó su monopolio en la ciudad, no se interesó por mantener la concesión del servicio de energía eléctrica. Fue entonces cuando Empresas Eléctricas de Bahía Blanca - una firma dedicada al negocio de la energía, filial de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad-, solicitó a la municipalidad de Bahía Blanca el permiso para producir, distribuir y vender energía eléctrica. Así, en 1927, EEBB obtuvo la concesión del servicio de electricidad por un plazo de veinte años (que luego sería extendido 35 años más), y se comprometió, como parte del mismo contrato, a construir una nueva usina.

UNA SÚPER USINA
En 1929, EEBB compró al estado nacional un terreno de 13.242 metros cuadrados sobre la costa de la ría de Bahía Blanca. Como el lugar de emplazamiento era un cangrejal al que cubrían las mareas, fue necesario rellenar el terreno con el material extraído del dragado del canal principal de la ría (¿les suena?) y colocar 700 pilotes de hormigón que llegaban hasta el lecho pedregoso de la ría, para convertir a este espacio ‘ganado al mar’ en un terreno firme, seguro y estable para la edificación.

En 1930, siguiendo el diseño del arquitecto de la Ítalo Argentina, Guiseppe Molinari, la empresa alemana Compañía General de Obras Públicas S. A. (GEOPÉ) comenzó la obra que demandaría dos años de trabajo, el empleo de centenares de obreros y miles de toneladas de hormigón. Con un equipamiento de cuatro calderas Babcock-Wilcox y dos turbinas Brown Boveri de 7.500 kilovatios cada una, la usina ‘Ingeniero White’ fue inaugurada el 1 de octubre de 1932.  Como los 15.000 kilovatios que generaba triplicaban la capacidad de la de Loma Paraguaya, el castillo también fue conocido durante algún tiempo como la “súper usina”.

Pero aclaremos algo: para que durante más de cincuenta años la usina produjera energía eléctrica, además de máquinas, caños, fuego, combustible, vapor, fue necesario el trabajo de alrededor de 150 personas entre personal de turno y de mantenimiento. 150 trabajadores entre peones, medio oficiales, oficiales especializados, capataces, jefes de sección y de turno que se encargaban de trabajos específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las muchas secciones que existían adentro del castillo: máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua y aceite, taller regional, carpintería, pintura, hojalatería, almacén. Seguramente volveremos a hablar de este asunto en próximas entradas.

DEL INGENIERO WHITE AL GENERAL SAN MARTÍN

Como parte de las políticas de estatización de los servicios básicos del primer gobierno peronista, la usina pasó a depender, en 1948, de la Dirección de Energía y Mecánica de la provincia de Buenos Aires (DEMBA) y su nombre ‘Ingeniero White’ fue reemplazado por el de ‘General San Martín’.

Por la intensidad de las actividades portuarias como también por el crecimiento demográfico y del consumo doméstico asociado, pronto comenzaron los requerimientos de mayor energía. Por eso, a finales de la década de 1950 se instalaron tres calderas y dos turbinas Franco Tossi para ampliar la capacidad de generación de la planta que serían inauguradas en 1962 con la presencia del presidente Arturo Frondizi. En esa misma oportunidad se habilitaron también los laboratorios de agua y aceite (donde hoy avanza la Rambla de Arrieta) y el taller regional de reparaciones (en el que actualmente funciona Ferrowhite).






Trabajos de instalación de las turbinas Franco Tossi, ca. 1961. Esta fotografía la trajo hasta el museo Roberto Rana.

La otra gran incorporación al castillo fue una turbina a gas que fue instalada en 1969. Como este equipo entraba rápidamente en funcionamiento, lograba suplir con eficiencia la provisión del servicio cuando el consumo eléctrico aumentaba. Sin embargo, a pesar de estas ampliaciones, los problemas de abastecimiento continuaron presentes ya que, dado que la usina continuaba siendo la única proveedora de energía, cuando había una falla en la central o en la línea, toda la ciudad se quedaba sin luz. Por eso, y ante la perspectiva de la creación de un polo petroquímico, se empezó a considerar a principios de la década de 1970 la posibilidad de construir una nueva central. Así fue que en 1978, en plena dictadura militar, se confeccionaron los pliegos, bases y condiciones de la futura usina Luis Piedra Buena.

EL ÚLTIMO QUE CIERRE LA PUERTA Y APAGUE LA LUZ
En 1980, con la puesta en marcha del sistema de interconexión nacional, la usina General San Martín perdió la exclusividad y poco a poco se volvió menos importante en la provisión de energía. El fin del castillo en tanto que usina llegó la Navidad de 1988, cuando las turbinas y calderas del castillo se detuvieron y la usina quedó desactivada. La central Luis Piedra Buena, de mayor capacidad de generación, entraba en funcionamiento para reemplazarla.

Sin embargo, por un momento pareció que la posibilidad de mantener el castillo en marcha no se había perdido por completo. Es que en 1993 hubo un intento de repotenciar su funcionamiento y para ello, algunos de los antiguos trabajadores fueron convocados para realizar los trabajos de reparación y alistamiento general de las máquinas. La máquina 4 quedó reparada y lista para trabajar cinco años más, pero sin el apoyo político que hubiera sido necesario para la recuperación el intento quedó en eso. Por el contrario, en 1997 el gobierno provincial ordenó el remate de toda la maquinaria del complejo (turbinas, transformadores, repuestos…). El resto fue desguazado entre 1999 y 2000.

En 2001 el edificio de la usina, los talleres y el predio fueron entregados por la Empresa Social de Energía de la provincia de Buenos Aires (ESEBA S.A.) a la Municipalidad de Bahía Blanca. En 2002 el castillo fue declarado monumento histórico nacional  por la ley 25.580, promovida por el diputado nacional Luis Brandoni, y en el mismo año fue declarado monumento histórico y patrimonio cultural provincial por la ley provincial 12.932, propuesta por la senadora provincial Alicia Fernández de Gabiola.  
  

Del pasado de la usina queda mucho por saber, como mucho hay por hacer en este lugar a futuro. En ambos sentidos, la historia del castillo recién comienza.

Una versión corregida y ampliada de este texto puede encontrarse acá.

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