¡Zarpada botadura del Dundrum Bay! el nuevo buque archivo de Roberto 'Bocha' Conte, con relatos de Roberto Orzali y Rubén Santamaría, música de Los Nonnos de Atilio, cantina para chuparse los dedos y hasta sorteo de viajes por la ría.
lunes, 31 de marzo de 2014
sábado, 29 de marzo de 2014
LOS DOS ROBERTOS
De frente, Roberto Conte, y a sus espaldas, Roberto Orzali hablando para la televisión.
jueves, 27 de marzo de 2014
miércoles, 26 de marzo de 2014
MI VIAJE EN EL DUNDRUM BAY
Soy Roberto Jorge Orzali. Vivo en Ingeniero White. En 1968, con mi primo hermano Jorge Horacio Siepe, apodado Pinda (le gustaba mucho el jugo “Pindapoy”), decidimos irnos al Brasil a buscar trabajo. En los puertos brasileños no conseguimos nuestro objetivo, que era embarcar, y volvimos a White donde nos enteramos que en el puerto, en el muelle viejo de hierro, había un buque que había quedado embargado por deficiencias en el sistema eléctrico, alimentación, higiene, sin agua potable, etc., etc. Fuimos a presentarnos ante el capitán, que se llamaba Edgard Collins de nacionalidad inglesa. A bordo había marinos de Pernambuco, belgas, ingleses y argentinos.
El capitán
nos embarcó a Pinda de segundo cocinero (second cook) y a mí de “Sluki”, o sea
limpiador de maquinas. Trabajamos dos meses amarrados en el Muelle de Hierro en
forma precaria, hasta que se rompieron los generadores de corriente y no se
pudo cocinar más a bordo, aparte, teníamos rotas las bombas de agua. Mi primo y
el cocinero utilizaban la cocina de la Cantina Royal para darles de comer a la
tripulación. Todo estaba a cargo de la Agencia Marítima Monacci.
Seguimos en
esta situación, hasta que nos desembarcaron a todos, a los europeos los
mandaron a su país de origen y el barco quedó embargado con un sereno a bordo,
hasta que se resolviera la situación del buque. La Agencia Monacci, todas las
semanas nos adelantaba dinero, una caja de cigarrillos y una botella de whisky.
El buque quedó dos años sin tripulación hasta el momento que se remató y se
vendió a una empresa uruguaya en 31.200.000 pesos, se tuvo que formar una nueva
tripulación conformada por argentinos y un uruguayo. El capitán se llamaba José
Cossa. Se le puso al buque el pabellón liberiano. Luego de las reparaciones correspondientes nos hicimos a la mar, nos
despidieron del muelle de hierro con fuegos artificiales y cámaras de
televisión de los medio de Bahía Blanca, además, se encontraban familiares de
algunos tripulantes, entre ellos mi madre, mi padre y mis tías.
Navegamos rumbo
al puerto de Necochea donde debíamos cargar al buque con trigo, destinado al
puerto de Callao, Perú. Zarpamos del puerto de Quequén, en Necochea, con rumbo
al Atlántico Sur. El buque tenía una marcha de 12.013 nudos por hora, era un
poco lerdo. A los días tuvimos un fuerte temporal en el Cabo San Jorge, que se
encuentra por la zona de Patagones, me acuerdo que nuestro cocinero Guerino
Mancinelli alias Pechito, lo mandó a Jorge Rodriguez “Pastilla” a tirar un
tarro con basura al mar y si no se agarra de un parante que había en la popa lo
barre un golpe de mar. Seguimos navegando rumbo al sur hasta que divisamos el
faro Punta Vírgenes que es el faro que marca la entrada del Estrecho de
Magallanes. Navegamos por el Estrecho de Magallanes hasta encontrar los canales
fueguinos chilenos. Es maravilloso navegar por esos canales, con su naturaleza,
con sus canales rodeados de cerros nevados y vegetación, un bálsamo para la
vista y el alma. Pechito, que era el cocinero, nos dijo a Pastilla y a mí, si le podíamos pelar 2 ollas de papas y cuando terminamos Pastilla dijo “me cansé de pelar papas”, y tiró la balsa al agua con las papas que quedaban. Pechito, cuando se enteró, nos corrió con el palo de amasar por todo el buque.
Salimos del
Océano Pacífico, luego de atravesar los canales, el mar estaba tranquilo,
hicimos agua, aprovisionamos los tanques por medio de una chata aguatera que
vino del puerto de Valparaíso y a la semana siguiente llegamos al puerto de
Callao en el Perú. El viaje duró 25 días desde Necochea al Perú. En Perú se descargó el cereal, luego se navegó hacia el puerto de
Salaverri, cerca del Callao, para cargar aceite rumbo al puerto de San Pedro, en California.
Cuando navegamos hacia el Perú, Guerino Mancinelli, alias “Pechito”, me afeitó la cabeza. Yo tenía una barba larga producto de los días de navegación y Pechito me la cuidaba, me la recortaba, luego me hizo un turbante y le puso una piedra. A la caída del sol, habíamos acordado con los compañeros, que yo me subiera arriba del techo del puente y convocara a la oración, una especia de Ramadán Árabe. Cuando caía el sol, todo el mundo dejaba sus quehaceres y se dirigían a cubierta, hacia la popa del buque, y yo con una túnica y la barba que tenía parecía un profeta saudita. Me hincaba y hacía que oraba. Todos se inclinaban ante mi figura y oraban. El capitán José Cossa nos observaba y decía “éste es el buque de la locura”. En el Callao, Pechito me hizo un turbante con una piedra de un anillo grande que él
tenía. Fuimos con otros tripulantes a un cabaret que se llamaba Trocadera. Yo
iba con el turbante puesto y un traje negro, parecía un marajá hindú. Las alternadoras
querían hablar conmigo y yo les decía que no hablaba español, solo idioma
hindú, cuando salíamos nos matábamos de risa.
Yo me
desembarqué en el puerto de Salaberri, junto al mayordomo Moreira y un 2º
maquinista. Nos desembarcamos porque tuvimos una discusión referente a horas
extras que no nos pagaban. Trabajamos 12 horas y nos pagaban 8. Conseguimos que
nos pagaran lo adeudado, pero debido a discusiones que tuvimos, nos volvimos a
Buenos Aires por Aerolíneas Argentinas. Mi primo Pinda siguió navegando y ocupó
el lugar del mayordomo. El buque puso proa hacia el puerto de San
Pedro, California, que viene a ser la terminal marítima de Los Ángeles, la
ciudad USA.
Paso a
contar algunos hechos que pasaron luego a bordo del Dundrum Bay, que me contó mi primo Pinda. Cuando terminó su viaje en el muelle de San Pedro, a la hora de cenar, a bordo
en los barcos, se cena a las 19 hs., mi primo que era el mayordomo, se encargaba
de preparar el menú para pasárselo al cocinero que era Pechito Mancinelli.
Salieron un rato a cubierta y vieron que cerca del buque navegaban americanos en unos yates, quienes saludaban a los muchachos del Dundrum Bay, y a la vez, los
invitaban a subir a bordo de los yates. Pinda, Pecho, el Colorado Serra, el
Negro Canale, Pastilla y el uruguayo Kukú abandonaron todo y abordaron esas
embarcaciones que estaban tripuladas en su mayoría por gays, quienes los convidaron
con cervezas y tequilas en abundancia. A
todo esto, en el barco no había quien cocinara y sirviera la cena. La gota que
colmó el vaso, fue que invitaron a toda la gente del yate a subir a bordo, a
seguir tomando. El jefe de cubierta, de apellido Rebagliati, fue a increparlos y
Pastilla Rodriguez lo corrió con una cuchilla y se la clavó en la puerta del
camarote. Éste ante tal situación llamó a la policía de Los Ángeles diciéndole
que se habían amotinado unos tripulantes. Ante tal situación, arribaron unos
patrulleros de la Policía Portuaria de San Pedro y los llevaron detenidos a
Pastilla Rodríguez, Pechito Mancinelli, Pinda Siepe y el ururguayo Kukú.
Estuvieron dos o tres días detenidos en una comisaría de Los Ángeles, los
sumariaron por motín a bordo y resistencia a la autoridad y luego los liberaron
bajo una fianza que tuvo que pagar la empresa. Por lógica fueron
despedidos del Dundrum Bay y fueron
deportados en avión para la Argentina. Pechito fue el único que quedó a bordo,
siguió como cocinero.
El Dundrum Bay zarpó desde California hacia el puerto de Rosario, en Argentina, después de haber estado varios días en puerto. Luego de casi 25 días de navegación, llegó a Rosario donde luego de algunas reparaciones y cargar cereal, zarpó para Europa, pero en el transcurso de la navegación tuvo un incendio y una avería en máquinas. Por esa situación se quedó sin propulsión propia, por lo cual, hubo que pedir un remolcador de mar al puerto de Dakas (Senegal), África; no estaba a muchas millas de distancia, así que vino el remolcador y llevó al buque hasta el puerto de Dakas. En ese viaje el único que quedaba a bordo de los que embarcamos en White era Enrique Serra “El Colorado”. En Dakas estuvo unos cuantos días, cerca de un mes, y como el barco no tenía arreglo, hubo que llevarlo a Holanda, al puerto de Rotterdam, donde procedieron a desguazarlo quedando en su morada final.
El Dundrum Bay zarpó desde California hacia el puerto de Rosario, en Argentina, después de haber estado varios días en puerto. Luego de casi 25 días de navegación, llegó a Rosario donde luego de algunas reparaciones y cargar cereal, zarpó para Europa, pero en el transcurso de la navegación tuvo un incendio y una avería en máquinas. Por esa situación se quedó sin propulsión propia, por lo cual, hubo que pedir un remolcador de mar al puerto de Dakas (Senegal), África; no estaba a muchas millas de distancia, así que vino el remolcador y llevó al buque hasta el puerto de Dakas. En ese viaje el único que quedaba a bordo de los que embarcamos en White era Enrique Serra “El Colorado”. En Dakas estuvo unos cuantos días, cerca de un mes, y como el barco no tenía arreglo, hubo que llevarlo a Holanda, al puerto de Rotterdam, donde procedieron a desguazarlo quedando en su morada final.
Fin del
viaje
Algunos tripulantes del Dundrum Bay que recuerdo en este momento:
Patricio
Bosquiazzo: Contramaestre
Ruben H,
Santamaría (Cacho): Mozo de oficiales
Moreira:
Mayordomo
Guerino
Mancinelli (Pechito): Cocinero
Enrique
Serra (Colo)
Polio
(Chichín)
Raúl Panale
(Negro): Marinero
Jorge
Rodríguez: Peón cocina
Josñe
Frigole (El Mendocino)
Albricio
(Niya): Marinero
Roberto
Orzali (Chapa): Mozo oficiales
El Uruguayo
(Cucu): Marinero
Jorge Siepe:
Lavandin
José Cosa:
Capitán
César
Rebagliati: (1º Oficial cubierta)
Jefe
mñaquinas?
1º Maq.
Montes
Tino Di
iorgio: Marinero pañolero
Bocha
Tailor: Marinero
martes, 25 de marzo de 2014
UN BUQUE ZARPADO
En Ferrowhite terminamos marzo botando el Dundrum Bay, un nuevo buque archivo de Roberto Conte, parte de una flota que transforma la memoria en acto constructivo.
Junto a llaves, martillos y tenazas, Ferrowhite presenta en sus salas artefactos que no provienen del pasado ferroportuario sino que han sido producidos por los propios trabajadores para contar ese pasado, problematizar el presente e imaginar el porvenir. Los barcos de Roberto “Bocha” Conte son buques archivo. Cargan con sus recuerdos, y con los recuerdos de los familiares y amigos que colaboran en su armado. Cada maqueta vuelve palpable la historia de sus constructores, pero también la idea de que toda memoria depende de actos presentes que transforman necesariamente lo recordado.
Allá por 2008, en coincidencia con el arribo del primer buque regasificador, botamos el Ingeniero White, la réplica de un portacontenedores que, como un arca, pone a salvo los nombres de clubes, bares, peluquerías y negocios que animaron la vida de este puerto. Tras la crisis y la "reconversión" de la pesca artesanal, llegó el San Silverio, un barco de ultramar que reúne el inventario de aquellas pequeñas embarcaciones que casi nunca se alejan de las aguas de la ría.
Ahora es el turno del Dundrum Bay, la réplica de un carguero “de la vieja escuela”, que convoca la historia de los whitenses que se subieron a él para recorrer el mundo cuando la navegación comercial podía ser también una aventura: la del “Chapa” Orzali, con barba y turbante, rezándole a la salida del sol en un cabaret de El Callao; la de “Pastilla” Rodríguez, “Pechito” Mancinelli, “Pinda” Siepe y el ururguayo “Kukú”, perseguidos por la policía de Los Angeles. “Otros tiempos de estadía en puerto, otras condiciones de trabajo”*, apunta el propio Orzali.
¿Pero cómo es que Bocha sabe tanto de barcos? Roberto fue patrón de las chatas barreras de la Dirección Nacional de Vías Navegables, esas mismas que ustedes pueden ver cortadas en pedazos al costado del museo. “Y… en la draga se contaban estas historias… se pasaba mucho tiempo entre barcos…” dice Bocha, para dejar en claro que cada buque transporta años de experiencia vivida. Cajas de vino, tijera y plasticola, con esos elementos Bocha produce su flota. Su hacer es el de un bricoleur que emplea materiales de descarte, con una historia de uso. “Nada se tira, todo se transforma”: sobre ese principio de economía doméstica, Bocha produce el retrato de una comunidad agitada por los vaivenes de la economía mundial.
* Ver al respecto el posfacio de "Flying fish. Los viajes de Roberto Orzali", editado por el museo en 2010.
Allá por 2008, en coincidencia con el arribo del primer buque regasificador, botamos el Ingeniero White, la réplica de un portacontenedores que, como un arca, pone a salvo los nombres de clubes, bares, peluquerías y negocios que animaron la vida de este puerto. Tras la crisis y la "reconversión" de la pesca artesanal, llegó el San Silverio, un barco de ultramar que reúne el inventario de aquellas pequeñas embarcaciones que casi nunca se alejan de las aguas de la ría.
Ahora es el turno del Dundrum Bay, la réplica de un carguero “de la vieja escuela”, que convoca la historia de los whitenses que se subieron a él para recorrer el mundo cuando la navegación comercial podía ser también una aventura: la del “Chapa” Orzali, con barba y turbante, rezándole a la salida del sol en un cabaret de El Callao; la de “Pastilla” Rodríguez, “Pechito” Mancinelli, “Pinda” Siepe y el ururguayo “Kukú”, perseguidos por la policía de Los Angeles. “Otros tiempos de estadía en puerto, otras condiciones de trabajo”*, apunta el propio Orzali.
¿Pero cómo es que Bocha sabe tanto de barcos? Roberto fue patrón de las chatas barreras de la Dirección Nacional de Vías Navegables, esas mismas que ustedes pueden ver cortadas en pedazos al costado del museo. “Y… en la draga se contaban estas historias… se pasaba mucho tiempo entre barcos…” dice Bocha, para dejar en claro que cada buque transporta años de experiencia vivida. Cajas de vino, tijera y plasticola, con esos elementos Bocha produce su flota. Su hacer es el de un bricoleur que emplea materiales de descarte, con una historia de uso. “Nada se tira, todo se transforma”: sobre ese principio de economía doméstica, Bocha produce el retrato de una comunidad agitada por los vaivenes de la economía mundial.
* Ver al respecto el posfacio de "Flying fish. Los viajes de Roberto Orzali", editado por el museo en 2010.
domingo, 23 de marzo de 2014
SOL DE OTOÑO
¿Qué hacer hoy, domingo 23 de marzo, esta tarde hermosísima, soleada, con 25° C de temperatura? ¿Qué tal llegarse hasta Ferrowhite, junto al castillo, al mar, y visitar el museo ferroportuario con sus historias, sus objetos, sus publicaciones? Los esperamos, desde las 15 y hasta las 19 horas, en Ingeniero White, pasando el puente La Niña.
martes, 11 de marzo de 2014
LECTOR IN FABULA
El domingo vino de visita Horacio Schieda. Con un ejemplar de "Los talleres invisibles" bajo el brazo, nos contó esta historia que le contaba su abuelo Mariano, trabajador de los Talleres Bahía Blanca Noroeste.
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viernes, 7 de marzo de 2014
ARRIBA LA PERSIANA
Juan Mosqueira y Carlos Purpura, pintores municipales, esta mañana en La Casa del Espía.
El museo taller vuelve a levantar la persiana los sábados y domingos. Los esperamos este y todos los fines de semana, de 16 a 20 hs., y como siempre, de lunes a viernes, de 9 a 13 hs.
lunes, 3 de marzo de 2014
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