De los cinco sentidos con que percibimos y logramos que el
mundo nos afecte, hay dos que no
pueden guardarse. Quiero decir, aún tras miles de años podemos seguir viendo
una pintura sobre una roca, o leer un documento escrito hace siglos sobre un
pedazo de cuero o de papel. Podemos volver a tener en nuestras manos aquello
que constituye el “patrimonio tangible” de una comunidad. Incluso, en tiempos
más recientes, se ha encontrado la manera de poder registrar (y reproducir)
sonidos, voces e imágenes en movimiento. Pero hasta donde sé, la energía social
no ha dado con la tecnología que pueda guardar olores y sabores. En efecto, aunque
hice esfuerzos en aprender la receta de los pasteles de membrillo de mi abuela,
aunque anoté los pasos y copio los gestos, todavía no consigo el gusto que tenían
los suyos.
Justo andaba con esa idea dando vueltas, cuando José Manuel
Fuentes entró el otro día al museo. Traía en sus manos el Anuario Agropecuario del año 1935 realizado por la Dirección de
Economía Rural y Estadística, dependiente del Ministerio de Agricultura de la
Nación.
José trabaja en SENASA como inspector técnico en el control
de los productos vegetales importados y exportados. Ingresó en 1992, cuando se
estaba produciendo la liquidación de la Junta Nacional de Granos y en ese
contexto, algunas de las tareas de las que se encargaba la Junta pasaron al
nuevo ente en formación.
El libro, compuesto
por 565 páginas llenas de palabras, números, gráficos, fotos y mapas estaba en un
galpón del puerto que se utilizó como cámara de desinfección para tratar la
mosca de la fruta en los productos envasados. Después, ese espacio pasó a ser un
depósito de insecticidas clorados y
funcionó así hasta que se prohibió el uso de estos productos por las
consecuencias que producen en la salud.
Abrimos el libro. Sus hojas no sólo acopian los minuciosos datos sobre la distribución de las 37 millones de cabezas
de ganado vacuno que en 1922 había en todo el país; la cantidad de toneladas
de trigo expedidas por estación en 1930 (lo que nos permite conocer
que Bajo Hondo aportó 7.324 toneladas, La Vitícola, 338 y Grümbein, 10) o la
estadística mundial de producción de este cereal (discriminando el aporte de la
U.R.S.S.) para el período 1909-1935.
Exhalan, también, olor a Gamexane.