"Quería saber si tienen algún dato sobre mi padre. Se llamaba Tvetko Nedelgheff. ¿Se los deletreo? Trabajaba en Talleres Bahía Blanca Noroeste."
No pocos llegan a Ferrowhite con inquietudes como esta. Suponen, con sensatez, que si existe un museo dedicado a la historia del trabajo en el ferrocarril y el puerto, esa historia debe estar registrada en alguna parte. Pero las cosas no son tan sencillas. Entre otras razones porque, no sólo el relato del pasado, sino su misma posibilidad, es una construcción de ningún modo ajena a las circunstancias históricas.
La historia de los Talleres Bahía Blanca, por ejemplo, parte del hecho de que la última vez que se prendió el horno de su herrería, fue para quemar buena parte de las fojas de servicio de generaciones de obreros. Conclusión: puede que aquellos que tienen algo para preguntarnos terminen respondiendo a nuestros propios interrogantes. "¿Así que su papá trabajó en Noroeste? ¿En qué sección? ¿No lo habrá conocido a...?" La historia, se dirá, es una trabajo colectivo. Pero esta no es solo una frase que queda lindo proclamar. Es que a veces no queda otra.
Así que acá los espera Ana Miravalles con las puertas de nuestro archivo abiertas de par en par. Imagínenla con un casco de minero en la cabeza, abriendo galerías entre montañas de papeles que sí se salvaron del fuego*. Si la historia es una tarea común, ella es de las que hacen horas extras por todo el resto. Esta mañana, Ana sonríe y nos dice: "Miren a quien encontré".
* En el museo se conservan tres de los libros de registro de personal de Talleres Bahía Blanca Noroeste y un fichero con información sobre los aprendices, operarios y capataces del taller, actualizado al mes de agosto de 1955. Una de esas fichas corresponde al búlgaro Tvetko Nedelgheff.
miércoles, 30 de mayo de 2012
jueves, 24 de mayo de 2012
PONER EL HOMBRO
Doce años tenía el "Gringo" Juárez cuando dejó la escuela para empezar a trabajar en la estiba como embolsador. Casi la misma edad que hoy tiene Juan, el protagonista de esta foto. Hace un par de semanas vinieron a Ferrowhite los alumnos de 5º y 6º año de la Escuela 21 del Bulevar Juan B. Justo, el barrio que vió crecer a Juárez y a tantos como él que más pronto que tarde tuvieron que cambiar el guardapolvo por las bombachas de campo y el pañuelo bataraz.
Junto a los chicos recorrimos la Rambla de Arrieta para hablar de la "ruta del cereal" y de sus transformaciones a lo largo del tiempo. Es decir, de los modos en que el grano ha sido cultivado, cosechado, almacenado, transportado y vuelto a acopiar en el intrincado camino que va del surco a la bodega de los barcos. Una ruta en la que, de la infancia del "Gringo" hasta hoy, casi todo cambió al compás de la historia argentina. Tanto que en un principio esta ¨ruta¨ no era ruta sino una vía, y hoy por hoy no es solo "cereal" sino también, y sobre todo, soja lo que transita por ella.
Del transporte en bolsas de arpillera a la carga a granel, de las chatas a los vagones tolva, de Inglaterra a China, del Ferrocarril Sud a la estatal Junta Nacional de Granos, y de la Junta a las trasnacionales Bunge, Toepfer, Dreyfus o Cargill, los pibes se preguntan si allá en el centro de la ciudad estarán enterados de todo lo que pasó y pasa en y por el Bulevar, un barrio que, atrapado entre camiones, trenes y buques de ultramar, limita con casi todo el mundo.
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jueves, 17 de mayo de 2012
DEL PASADO AL PORVENIR
El martes nos visitaron los alumnos de 6to año del Colegio Presidente Sarmiento de Ingeniero White. El tema del recorrido por Ferrowhite y La Rambla de Arrieta fue el proceso de privatizaciones en el ferrocarril y el puerto en los años noventa, pensado en sus continuidades y cambios, a más de diez años de la crisis de 2001.
Pochy Acosta, Victorio Campestrin y Gabi Vecchietti, del grupo Salvemos al Castillo, aprovecharon para contarles a los pibes acerca de la historia de la usina General San Martín y de la movida que encaran junto al museo para recuperar este edificio. Una excursión por el pasado con la mirada puesta en el porvernir.
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miércoles, 16 de mayo de 2012
EN MARCHA
Lo dicho: Ferrowhite es un museo que ocupa un taller, pero que además intenta funcionar como uno. “Cómo funciona la cosa” es justamente el nombre del taller destinado a chicxs y grandes de Ingeniero White, que realizamos en este lugar todos los miércoles. En marcha gracias a un subsidio del Fondo Municipal de las Artes, el taller propone el aprendizaje de técnicas de impresión y confección, y a través de ellas, la elaboración de prendas y objetos que den cuenta, en alguna medida, de los intereses y el particular punto de vista de sus hacedores, vecinos de este puerto. Hoy nos juntamos a las 2 de la tarde. ¿Venís?
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jueves, 10 de mayo de 2012
DE LA 509, VINIERON
Nos visitaron esta mañana los chicos del secundario de la Escuela 509, en el marco del proyecto "Conociendo la ciudad y su historia". Herramientas, valijas y bancos de estación; el barco-maqueta de Bocha Conte, las vagonetas con sus máquinas de contar la historia y el miriñaque: a cada uno le llamó la atención algo diferente. A Sebastián, Agustín, Daiana, Marco, Nico, Marcelo, Gabriela, Santiago, Camila, Beto, Franco, Juan, Benjamín, Federico, Lucas, DArío, Milagros, Luciano y Enzo, y sus docentes y acompañantes, Vanesa, Carolina, Angeles, Bocha, Mirta, Ana, Tere, Juan, Matías y Carina, y por supuesto, a Diego y Marcela de Turismo, gracias por su visita.
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martes, 8 de mayo de 2012
EN CARTEL
viernes, 4 de mayo de 2012
ARQUITECTURA FERROPORTUARIA: COLONIA FERROVIARIA EN MALDONADO
Según el plano de planta las paredes perimetrales exteriores y la interior longitudinal y apoyo de la tirantería (cumbrera) estaban construídas con ladrillos de cal (0,30 m esp.) y las transversales interiores con ladrillos de media cal (0,15 m de esp.)
En el exterior el ladrillo se encontraba a la vista rasado, las aberturas eran de madera como así también los cielorrasos y los pisos de las habitaciones, salvo en los locales utilizados como cocina y despensa, que eran de mosaicos.
La planta rectangular del conjunto estaba techada a cuatro aguas (dos aguas, una hacia el frente otra hacia el contrafrente, con faldones en los extremos)
Los techos de chapa galvanizada tenían sus canaletas vinculadas con albañales que desembocaban en cuatro aljibes, construídos en cercanía a los esquineros de las viviendas.
Los sanitarios estaban formados por letrinas ubicadas exteriormente en forma lateral con respecto a los edificios. Había cuatro módulos de letrinas (ver plano de ubicación). El agua provista al complejo provenía del tanque de agua del galpón de locomotoras.
Publicado por Héctor Guerreiro en Caminos de Hierro en Bahía Blanca.
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miércoles, 2 de mayo de 2012
LA BALSA DE ANGELITO
El
miércoles 28 de marzo, Nicolás Ángel Caputo, Angelito, trajo a Ferrowhite una maqueta de la balsa que él y otros buzos de la usina ‘General San Martín’, usaban para sumergirse en los canales submarinos que unen al castillo con la ría. De inmediato, la miniatura pasó a integrar la colección de artefactos documentales del museo, junto con los barcos de Roberto Conte, las locomotoras de Domingo González, los elevadores de Héctor Guerreiro, los pasajeros de Carlos Di Cicco y la estación ‘Ingeniero White’ de Ernesto Micucci.
EL PROCEDIMIENTO CAPUTO
Ocho bidones de
agua destilada, celosías viejas, precintos de plástico, fierros, clavos y
tuercas, dos portarretratos, un retazo de lona de tapicería, tres arandelas de
madera para cortinas, un cartón de 100 x 75 centímetros, siete letras soldadas,
pintura verde, celeste, blanca y roja, sogas y una bandera argentina son
algunos de los elementos que componen esta balsa maqueta.
CECI N'EST PAS UN RADEAU (ESTO NO ES UNA BALSA)
Las maquetas muestran lo que no son, esto es así. Su
función suele ser representar a escala lo que en la realidad ocupa dimensiones menos
manejables. En este caso, la maqueta de Angelito (85 x 70 x 50 centímetros) refiere
a una balsa que, si pudiera ser exhibida, ocuparía gran parte del SUM del
museo.
Una maqueta no es una balsa, y sin embargo, al ver la
maqueta es posible imaginar una balsa. A partir del modelo podemos inducir las
características de la embarcación representada: 8 tambores, 2 vigas largas que
sostienen un piso de madera, una escalera, cuatro anclas, un toldo. En un museo
taller, sin embargo, la maqueta vale además por lo que no enseña por sí misma,
pero permite articular a través del acto de su construcción. La balsa maqueta es
la excusa para ensamblar y mantener a flote una historia, la historia de la
usina General San Martín desde la perspectiva de uno de sus trabajadores.
El artefacto se une, entonces, a lo que su constructor nos cuenta: “En el trabajo de limpieza, el buzo cerraba las
compuertas desde afuera y se bajaba al canal que tiene más o menos 1,50 de
diámetro. Se ponía la compuerta en el pontón
para que entraran los electricistas que ponían una portátil... cada 20
metros una luz... entrábamos con rastrillos,
palas, y todas esas cosas para sacar el barro. Adentro de la central, estaba
una bomba que cuando nosotros arrastrábamos el barro de la limpieza del canal,
lo chupaba, como era licuado, y lo mandaba al mar. Una vez nosotros hecho el
trabajo, dos meses y pico, se limpiaba uno y después se limpiaba el otro.”
MAQUETA, ARTE Y DOCUMENTO
Sin necesidad de conocer o ver una fotografía del
objeto “original”, cualquier visitante podría decir que la maqueta presenta
algunos elementos que no se corresponden con
la balsa original, y estaría en lo cierto. Pero lejos de pasar por errores, estas incorporaciones marcan, en realidad, una intención expresa.
Al margen, en parte, de un propósito meramente mimético, la
maqueta se vuelve un objeto plástico. Angel colorea los bidones de verde y
celeste, agrega un cartón pintado que simula el fondo de la ría, incorpora dos
portarretratos (uno con su foto, el otro con una imagen de su compañero Atilio
Miglianelli), y una leyenda: “fue construida el 22 de febrero de 2012”
rematada por las palabras “Angel y Atilio”, soldadas en hierro, sobre el toldo de
la maqueta.
Es en la supuesta falta de fidelidad o precisión técnica (la
balsa no llevaba inscripto un nombre ni una fecha de construcción y no tenía
dos grandes gigantografías sobre la cubierta) en donde reside, paradójicamente,
el vínculo de este artefacto con su original. Porque la maqueta no refiere a una embarcación genérica, una “balsa para buceo”, sino todo lo contrario: se trata de
la balsa que Ángel, Atilio y el equipo de buceo utilizaban en la usina Gral.
San Martín.
La maqueta
de Angelito es plástica porque no responde a un uso y un sentido precisos, sino
a muchos a la vez. Porque sirve tanto para describir una embarcación, como para
explicar un trabajo, contar anécdotas, recordar a los compañeros…
MI AMIGO SUBMARINO
Para Ángel, la maqueta materializa su experiencia de trabajo, pero también una parte de su historia personal. De modo que podríamos decir que Angelito la compuso al tiempo que compuso un relato en el que trayectoria laboral y vital van de la mano. Veamos cómo.
Angel decidió
comenzar a construir esta maqueta el 22 de febrero de 2012, día en que cumplió
cincuenta años de casado. La balsa se llama “Angel y Atilio” en clara
referencia a la dupla de buceo que Atilio
Miglianelli y él conformaron durante casi treinta años. Sobre la cubierta, dos
fotos que los muestran en traje de buceo, dan testimonio de las tareas que
realizaban. Pero la foto de Atilio no está en la maqueta para acreditar el
trabajo compartido, sino también para homenajear a quien fue su amigo desde la
infancia. Por eso Angelito se alegra al notar lo que hizo de casualidad: dejar
el portarretrato que tiene un detalle en color negro para la foto de Atilio, ya
que a su amigo le gustaba del sol y estar siempre bronceado.
En principio, la operación de construir la maqueta se asemeja al procedimiento utilizado para armar la balsa original. Ángel ajustó lo que tenía a los
requerimientos de la tarea: recicló viejas celosías, retazos de tela de
tapicería y un pedazo de madera de su casa como antes se reutilizaban los tambores
de combustible o se calculaba la distancia conveniente entre unos y otros, según la longitud del
tirante que conseguían.
En el
gesto del rebusque, la maqueta de Ángel dialoga no sólo con la balsa que intenta
representar, sino también con las locomotoras de “Patucho” González, el
portacontenedores de “Bocha” Conte o la estación de “Pupi” Micucci, artefactos de
su misma especie. Pero la maqueta de Ángel se diferencia de las otras por una
cosa. No se trata solamente de una maqueta que documenta algo del pasado.
Es, al mismo tiempo, el prototipo de una balsa que Angel se propone construir junto a nosotros, acá en el museo, para acompañar a “La Celestina” en el zanjón de la usina. Una balsa que, promete Angelito, sería la carroza ideal para pasear a las reinas del Camarón y el langostino y del Humedal en los próximos festejos de carnaval, o el escenario perfecto en el que cualquiera de las bandas de Rock in Ría podría tocar, con batería y todo.
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