Ocho bidones de
agua destilada, celosías viejas, precintos de plástico, fierros, clavos y
tuercas, dos portarretratos, un retazo de lona de tapicería, tres arandelas de
madera para cortinas, un cartón de 100 x 75 centímetros, siete letras soldadas,
pintura verde, celeste, blanca y roja, sogas y una bandera argentina son
algunos de los elementos que componen esta balsa maqueta.
CECI N'EST PAS UN RADEAU (ESTO NO ES UNA BALSA)
Las maquetas muestran lo que no son, esto es así. Su
función suele ser representar a escala lo que en la realidad ocupa dimensiones menos
manejables. En este caso, la maqueta de Angelito (85 x 70 x 50 centímetros) refiere
a una balsa que, si pudiera ser exhibida, ocuparía gran parte del SUM del
museo.
Una maqueta no es una balsa, y sin embargo, al ver la
maqueta es posible imaginar una balsa. A partir del modelo podemos inducir las
características de la embarcación representada: 8 tambores, 2 vigas largas que
sostienen un piso de madera, una escalera, cuatro anclas, un toldo. En un museo
taller, sin embargo, la maqueta vale además por lo que no enseña por sí misma,
pero permite articular a través del acto de su construcción. La balsa maqueta es
la excusa para ensamblar y mantener a flote una historia, la historia de la
usina General San Martín desde la perspectiva de uno de sus trabajadores.
El artefacto se une, entonces, a lo que su constructor nos cuenta: “En el trabajo de limpieza, el buzo cerraba las
compuertas desde afuera y se bajaba al canal que tiene más o menos 1,50 de
diámetro. Se ponía la compuerta en el pontón
para que entraran los electricistas que ponían una portátil... cada 20
metros una luz... entrábamos con rastrillos,
palas, y todas esas cosas para sacar el barro. Adentro de la central, estaba
una bomba que cuando nosotros arrastrábamos el barro de la limpieza del canal,
lo chupaba, como era licuado, y lo mandaba al mar. Una vez nosotros hecho el
trabajo, dos meses y pico, se limpiaba uno y después se limpiaba el otro.”
MAQUETA, ARTE Y DOCUMENTO
Sin necesidad de conocer o ver una fotografía del
objeto “original”, cualquier visitante podría decir que la maqueta presenta
algunos elementos que no se corresponden con
la balsa original, y estaría en lo cierto. Pero lejos de pasar por errores, estas incorporaciones marcan, en realidad, una intención expresa.
Al margen, en parte, de un propósito meramente mimético, la
maqueta se vuelve un objeto plástico. Angel colorea los bidones de verde y
celeste, agrega un cartón pintado que simula el fondo de la ría, incorpora dos
portarretratos (uno con su foto, el otro con una imagen de su compañero Atilio
Miglianelli), y una leyenda: “fue construida el 22 de febrero de 2012”
rematada por las palabras “Angel y Atilio”, soldadas en hierro, sobre el toldo de
la maqueta.
Es en la supuesta falta de fidelidad o precisión técnica (la
balsa no llevaba inscripto un nombre ni una fecha de construcción y no tenía
dos grandes gigantografías sobre la cubierta) en donde reside, paradójicamente,
el vínculo de este artefacto con su original. Porque la maqueta no refiere a una embarcación genérica, una “balsa para buceo”, sino todo lo contrario: se trata de
la balsa que Ángel, Atilio y el equipo de buceo utilizaban en la usina Gral.
San Martín.
La maqueta
de Angelito es plástica porque no responde a un uso y un sentido precisos, sino
a muchos a la vez. Porque sirve tanto para describir una embarcación, como para
explicar un trabajo, contar anécdotas, recordar a los compañeros…
MI AMIGO SUBMARINO
Para Ángel, la maqueta materializa su experiencia de trabajo, pero también una parte de su historia personal. De modo que podríamos decir que Angelito la compuso al tiempo que compuso un relato en el que trayectoria laboral y vital van de la mano. Veamos cómo.
Angel decidió
comenzar a construir esta maqueta el 22 de febrero de 2012, día en que cumplió
cincuenta años de casado. La balsa se llama “Angel y Atilio” en clara
referencia a la dupla de buceo que Atilio
Miglianelli y él conformaron durante casi treinta años. Sobre la cubierta, dos
fotos que los muestran en traje de buceo, dan testimonio de las tareas que
realizaban. Pero la foto de Atilio no está en la maqueta para acreditar el
trabajo compartido, sino también para homenajear a quien fue su amigo desde la
infancia. Por eso Angelito se alegra al notar lo que hizo de casualidad: dejar
el portarretrato que tiene un detalle en color negro para la foto de Atilio, ya
que a su amigo le gustaba del sol y estar siempre bronceado.
En principio, la operación de construir la maqueta se asemeja al procedimiento utilizado para armar la balsa original. Ángel ajustó lo que tenía a los
requerimientos de la tarea: recicló viejas celosías, retazos de tela de
tapicería y un pedazo de madera de su casa como antes se reutilizaban los tambores
de combustible o se calculaba la distancia conveniente entre unos y otros, según la longitud del
tirante que conseguían.
En el
gesto del rebusque, la maqueta de Ángel dialoga no sólo con la balsa que intenta
representar, sino también con las locomotoras de “Patucho” González, el
portacontenedores de “Bocha” Conte o la estación de “Pupi” Micucci, artefactos de
su misma especie. Pero la maqueta de Ángel se diferencia de las otras por una
cosa. No se trata solamente de una maqueta que documenta algo del pasado.
Es, al mismo tiempo, el prototipo de una balsa que Angel se propone construir junto a nosotros, acá en el museo, para acompañar a “La Celestina” en el zanjón de la usina. Una balsa que, promete Angelito, sería la carroza ideal para pasear a las reinas del Camarón y el langostino y del Humedal en los próximos festejos de carnaval, o el escenario perfecto en el que cualquiera de las bandas de Rock in Ría podría tocar, con batería y todo.
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