Pedro Marto y Roberto Orzali, el domingo pasado en el museo.
martes, 31 de mayo de 2011
jueves, 26 de mayo de 2011
PERDIDOS EN LA NIEBLA
¿Quién llega hasta este rincón remoto de la ciudad una mañana de niebla como esta?
Ellos son Juan Manuel Levetti y Alejandro Lezcano. Vienen del partido de Lincoln, en el noroeste de la Provincia de Buenos Aires, para cumplir con el curso de conductor de locomotoras que dicta la seccional Ingeniero White de La Fraternidad.
Juan Manuel se detiene ante la cifra, escrita con fibrón en una pizarra, que señala el número de trabajadores que las cuatro empresas integrantes del Polo Petroquímico emplean de manera directa. "¿1100 nada más?". Y nos cuenta que antes de ser "aspirante" a maquinista trabajaba en la fábrica que Sancor tiene en la localidad de Arenaza. "Una planta enorme, también con muy poca gente. Yo atendía la máquina que hace los postrecitos Shimmy. Ocho horas por turno, acomodando los vasitos en cajas y las cajas en palets. Imaginate que la máquina te tira tres postres por segundo, cada vasito sale a 80 grados y no podés usar guantes. Por eso emplean pibes jóvenes. Se gana bien, pero pocos aguantan."
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martes, 24 de mayo de 2011
MOVIENDO LAS CABEZAS
Algunas impresiones, escoba en mano, acerca de lo que pasó por acá durante la Noche de los Museos:
1) El olor a sopa va a tardar días en disiparse y hay pelos por todos lados. Esto fue un éxito.
2) La luz de la mañana vuelve más nítida la siguiente sospecha: un museo taller conserva mejor lo que es capaz de transformar. Mirando la enorme tenaza de herrería que abre la muestra de Ferrowhite, uno de los tantos chicos que llegó hasta acá el sábado le preguntó a su mamá quién era el que usaba semejante pinza para depilar. Pero es factible que la asociación funcionara también en sentido opuesto. Quizás a esa madre le haya resultado difícil atravesar nuestra peluquería sin relacionar por un momento el ingrato deber femenino del depilado con la labor rigurosa del herrero.
3) Sin espejo no hay peluquería. El resto del mobiliario puede variar. En lugar del sillón podemos poner una silla. Resultará sin duda menos cómoda pero, a fin de cuentas, nos va a servir igual. Incluso las herramientas del peluquero son permutables. La emblemática tijera, por ejemplo, tiene un suplente venerable en la navaja y otro, más reciente, en la máquina de rasurar. El espejo, en cambio, es imprescindible. No sólo porque precisamos de él para inspeccionar al milímetro lo que le hacen a nuestra cabeza, además, y esto es más difícil de poner en palabras, porque a través suyo nos miramos, y miramos a los otros, y les hablamos, de otro modo. No necesariamente mejor, distinto. En la pista de ese corrimiento sutil (y a la vez, abismal) andamos.
4) El de la peluquería del museo es un espejo en el que muchos se miran a la vez.
viernes, 20 de mayo de 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
SIN PELOS EN LA LENGUA
El sábado 21 de mayo, durante la Noche de los Museos, en Ferrowhite inauguramos una peluquería. Sí, vas a poder cortarte el pelo en el museo, pero también hojear revistas que ya no se consiguen, enterarte de cosas que solo se cuentan al oído, y discutir sobre los temas que inquietan a esta comunidad, que es lo que se hace en toda buena peluquería de puerto.
Titi te invita a sentarte en su sillón
"CEPILLAR LA HISTORIA A CONTRAPELO"
Pero ¿Qué tiene que ver una peluquería con la historia de los trabajadores? Poco y nada si esquivamos la pregunta, ¿Qué hacen los que trabajan además de trabajar? Corto o largo, lacio o crespo, con jopo o flequillo, con raya al costado o al medio, el pelo es esa parte de nuestro cuerpo que más temprano que tarde se trenza (o enreda) a la sociedad y a la época que nos tocaron en suerte. Sobre nuestras cabezas se modela el signo de los tiempos, marcas de sumisión o de rebeldía, señas de pertenencia a un género, a una generación, a una clase.
Pero mejor que lo explique Titi Sedrani, nuestra anfitriona del próximo sábado: “La cabeza de White cambió. Cambió por afuera, pero ojo, también por adentro. Cambió el puerto y sus peluquerías cambiaron a la par”. Titi abrió la suya allá por 1982, en el local que durante décadas ocupó otro peluquero, Raimundo Morelli. “Un gran laburante de la navaja y la tijera, un tipo muy querido”, define Titi, quien además tuvo entre sus primeros clientes a otro colega célebre, José “Pepe” Lamas.
“Al principio fue muy duro, porque yo abrí directamente para caballeros y niños, y acá las peluquerías de hombres las atendían hombres. Los señores que abrían la puerta me preguntaban ¿Y el peluquero? Cuando se enteraban que el peluquero era yo, ni hasta luego me decían, pero bueno, lo que te digo, empezó a cambiar después nuestra cabeza…”
GOMINA Y PLENO EMPLEO
Tal vez el encuentro del sábado ayude a despejar un modesto enigma que apremia a los trabajadores de este museo: ¿por qué en las fotos ferroviarias de los años cincuenta y sesenta nadie o casi nadie, ni siquiera aquel que asoma la cabeza desde adentro de una fosa, sale despeinado? Junto a las cantinas, los bares y los cabarets, las peluquerías whitenses perduran en el recuerdo de calvos y canosos como un negocio próspero. Repasemos: Salvador Puglisi en la calle Belgrano, los hermanos Antonio y Américo Luciani por Avenente, sobre la misma calle los hermanos Villalba, el maquinista Juan Antonio Schbib en Mascarello y Sisco, su hermano Cesar junto a Horacio Faccini en Siches sobre mano par, sobre mano impar Severo Polio, también por Belgrano Santiago Boccanera y su yerno Raimundo Morelli, en la vereda de enfrente Betino Vitale y Antonio Villa, sobre Guillermo Torres Atanasio Dimuchicos, y casi llegando a San Martín, Manuel y José Lamas… ¿Nos olvidamos de alguien?
“Todas peluquerías de hombres*, ¡y estaban todas llenas!”. Su número y extensa clientela no habla solo de la pertinaz coquetería de los varones que se afincaron en este arrabal ventoso, también de la cantidad de trabajadores que concentraban el ferrocarril, la Junta Nacional de Granos, el Ministerio de Obras Públicas, YPF, la pesca; y de las salidas, las fiestas, las funciones de cine, las cenas, los bailes, y otras tantas ocasiones sociales en las que un buen corte y una afeitada al ras eran requisito indispensable.
CAMBIAR LA CABEZA
A través del espejo del local que bautizó con el nombre de sus hijos (“Mari Mau”), desde ese pequeño sillón giratorio tan alejado de tronos y sitiales, Titi lleva un registro minucioso, capilar, de los cambios sucedidos en White en los últimos treinta años.
“Yo me acuerdo que mi papá, que trabajaba en la Junta, por ahí se iba al puerto a las seis de la mañana y en tiempos de cosecha no volvía hasta la una de la madrugada. Un barco podía estar dos, tres días cargando. Hoy el barco, con las máquinas que hay ahora, llega, está unas horas y se va. Esa gente que no se precisa más para la carga, esa tripulación que no baja más a puerto, tampoco se sienta en este sillón”.
Para Titi la transformación del puerto implicó una merma de clientes, al mismo tiempo que un significativo aumento de la competencia. “En los noventa, mientras muchos negocios cerraban, se abrían peluquerías, porque la gente hacía cursos rápidos y se ponía una en la casa. Yo creo que la situación general en estos últimos años se ha ido acomodando, pero lo que es acá, en White, con tanta riqueza pasando de largo frente a nuestras narices, si no nos organizamos en serio, la vamos a tener difícil.”
VAYAN SACANDO TURNO
Una peluquería –esta es la hipótesis, un poco delirante, que vamos a testear el sábado- puede llegar a funcionar como un laboratorio de narración oral, en el que la historia de una comunidad suma a sus capítulos habituales el relato con el que cada nuevo cliente resume su vida, sus puntos de vista y sus expectativas, en los 15 o 20 minutos que dura un corte. “Esto es un confesionario. Me costó mucho a mí aprender a callarme la boca, la peluquería es política, fútbol… encima yo hincha de Huracán, acá en el centro de White, rodeada de hinchas de Comercial, he perdido muchos clientes por eso, hasta que entendés que tenés que poner el oído y callarte un poco.”
Hace casi 53 años, el 1 de diciembre de 1958, 4000 ferroviarios que reclamaban el pago de una retroactividad se declararon en huelga. A pesar del vigente Plan CONINTES, a pesar del estado de sitio, y de estar “movilizados”, es decir, sujetos a disciplina militar por el gobierno de Frondizi, los ferroviarios de White, Noroeste, Maldonado y Bahía Blanca Sud se concentraron en la Plaza Rivadavia y marcharon por Avenida Alem y calle Florida hasta llegar a las mismísimas puertas del regimiento donde, ¿adivinen qué?, terminaron todos presos. Hay 4000 versiones de esta historia, pero ninguna que no coincida en este punto: cómo los sentaron a todos en la inmensa plaza de armas, con aviones de guerra sobrevolando y soldados apostados, apuntado desde los edificios más altos, y cómo los peluqueros del regimiento fueron rapando cabelleras y bigotes, hasta que, literalmente, las cuchillas de las máquinas rasuradoras se quedaron sin filo.
Mucho antes de que existieran museos con ganas de copar la noche del puerto, esta historia circuló seguramente por sus peluquerías -que según quiere la leyenda, alguna vez permanecieron abiertas hasta la madrugada-, porque una peluquería, en definitiva, es ese lugar donde se corta pelo para que la conversación no pare de crecer.
* Para “señoras y señoritas” estaban Nelly en calle Brown, y en Brown y San Martín, la peluquería del Italiano.
domingo, 15 de mayo de 2011
JOAQUÍN Y SUS AMIGOS
Entre las personas que nos visitaron el sábado (que fueron muchas) estuvieron Pamela Brownel, investigadora y crítica teatral, que aprovechó su visita a Bahía Blanca para buscar noticias acerca de la experiencia de teatro documental de Ferrowhite. Y se encontró con las anécdotas de Flying Fish y las peripecias de Pedro Marto contadas en primera persona, y la interpretación exclusiva del bolero de Ravel por Pedro Caballero. Además de los mates de Cacho Mazzone y la compañía de Cacho Romero para conocer la Rambla de Arrieta y ‘la playita de la usina’.
Y que nos recomendó que viéramos alguno de los capítulos de ‘Thomas y sus amigos’, la serie de dibujitos animados que le enseñó algunas cosas acerca del ferrocarril. Aquí va uno.
Más tarde, llegó la familia González. Verónica, Alejandro, Candela y el pequeño maquinista Joaquín, que vino preparado para hacer rodar su par de locomotoras de juguete por las vías de la mesa de señales de la sala de ‘La Fraternidad’.
Y que nos recomendó que viéramos alguno de los capítulos de ‘Thomas y sus amigos’, la serie de dibujitos animados que le enseñó algunas cosas acerca del ferrocarril. Aquí va uno.
viernes, 13 de mayo de 2011
APROVECHÁ GAVIOTA
Si pasás por Ferrowhite este fin de semana no dejes de llevar tu "Vera Bolsa Libre de Trust", una bolsa para las compras hecha en el museo junto a trabajadoras de las fábricas de bolsas para cereal que existieron en este puerto. Viene con el libro "Bolseras" de regalo. Y entonces sí, con bolsa y libro bajo el brazo, tomate un café en La Casa del Espía, vos elegís si mirando la playita de la usina, las fotos tomadas por Rodolfo Díaz a las aves de este humedal, o la playa de camiones de una cerealera trasnacional.
miércoles, 11 de mayo de 2011
FARDOS, BLEQUE Y MAMELUCOS CORTADOS EN TIRITAS
El próximo 26 de octubre se cumplen 50 años del inicio de la huelga de 42 días que los ferroviarios de todo el país sostuvieron contra el plan de reducción de los ferrocarriles implementado por el gobierno de Arturo Frondizi.
Para ir entrando en tema, Pedro Caballero nos pone al tanto de lo que pasaba por aquel entonces entre los trabajadores del Galpón de Locomotoras de Ingeniero White.
La huelga de 1961 fue el principio de la lucha para impedir que el gobierno de Fondizi empezara el desguace de los ferrocarriles, al empezar aplicar el plan del ministro Acevedo que implicaba cierre de talleres, galpones, reducción de personal y demás ítems. El 27 de octubre empezó la huelga, hasta el 10 de diciembre.
Durante esa huelga que duró 42 días, la mayor parte de los ferroviarios adhirió y durante ese tiempo se dedicaron a conseguir otros trabajos, yo me dediqué a pintar sillas en Comercial, otros buscaron trabajo en el puerto, en la construcción, de serenos.
Pero hubo algunos que siguieron trabajando en el galpón, durante esos días alistaban locomotoras para correr trenes de emergencia, y eso lo hacían fuera de su tarea específica, hacían el trabajo del personal que estaba en huelga.
Por eso, cuando se levantó la huelga, no la pasaron bien: todos los días les colocaban fardos de pasto en la puerta de la oficina, engrasaban con bleque los picaportes, un día les cortaron los mamelucos, también, a uno de ellos que venía en moto, le pusieron azúcar en el tanque.
Con las bocinas de las diesel tocaban y vos escuchabas car ne ro car ne ro, tocaba la bocina, capaz de dos o tres máquinas; o de las culatas de la Baldwin les tiraban tuercas y tornillos a la ventana de la oficina, el carpintero no daba a basto a colocar vidrios en la puerta de entrada.
Tanto tanto que tuvieron que desaparecer por tres meses del galpón de locomotoras, fueron a trabajar a otras dependencias, hasta que se aplacó todo. Pero quedó mucho resquemor entre la gente.
A mí, igual, no gustaban mucho esas cosas.
lunes, 9 de mayo de 2011
MATE, RAMBLA Y PASTAFROLA
Cuando llegó la noticia, acá estaban ellos para recibirla.
Ayer domingo Ida Muhamed y Nenucha Fordhigini improvisaron una mateada junto a las aguas de la Rambla de Arrieta.
Ocasión inmejorable para conversar con todo el mundo sobre el futuro dragado del estuario, el nuevo muelle que la cerealera Toepfer proyecta para el sector, y la idea, cada vez más firme, de un paseo comunitario que conecte la usina castillo con el viejo muelle de los elevadores de chapa, y a través suyo, a White con su ría.
Ocasión inmejorable para conversar con todo el mundo sobre el futuro dragado del estuario, el nuevo muelle que la cerealera Toepfer proyecta para el sector, y la idea, cada vez más firme, de un paseo comunitario que conecte la usina castillo con el viejo muelle de los elevadores de chapa, y a través suyo, a White con su ría.
viernes, 6 de mayo de 2011
UNO DE 97: ERNESTO CORVATTA
Este señor se llama Ernesto Corvatta, nació en Bahía Blanca el 15 de marzo de 1914, o sea tiene, así como lo ven, 97 años.
Me lleva, a lo largo de la conversación:
de la quinta de una hectárea que le dieron en el año 1900 a su padre (ferroviario también él, carpintero en TBBNO) en calle Brasil, a Galván, caminando o en bicicleta;
de White a Neuquén, poniendo rieles, tierra o balasto (década del 30);
del galpón de locomotoras de Ing. White a Talleres Bahía Blanca (década del 40);
de la sección montaje al petit store -el almacén anterior al almacén local- (década del 50);
de la reparación de locomotoras de vapor al proyecto de vagones cerealeros con diez tolvas en el piso (años 60);
del barrio Noroeste al barrio Universitario, y de su casa, a la quinta que tiene enfrente, en un terreno prestado donde cultiva porotos, chauchas, acelga, tomates y choclos.
Y entre medio nos cruzamos con socialistas y comunistas peleandose a los tiros en la actual plaza 17 de octubre, con un sulky que llega con un muerto hasta White, con locomotoras que corren durante la huelga de maquinistas de 1951, con juguetes fabricados en el taller del hermano, acumuladores, bicicletas, veletas, chimeneas y faroles, y con místeres ingleses, jefes ingenieros y militares que organizan trabajos en el taller.
97 años en 197 minutos.
miércoles, 4 de mayo de 2011
HECHOS BOLSA
Este domingo lanzamos una nueva edición de la Vera Bolsa Libre de Trust, una bolsa para hacer los mandados y, de paso, poner el ojo en los que mandan.
Ida Muhamed con las bolsas que cosió en su casa del barrio 26 de Septiembre
Un día alguien notó que buena parte de las donaciones de material ferroviario que llegan a Ferrowhite, usualmente en manos de los propios trabajadores ferroviarios, lo hacen adentro de bolsas para las compras. De golpe fue evidente que el acervo patrimonial de este museo había dependido siempre de ese tráfico hormiga y de su particular camuflaje. En lugar de 1 paquete de yerba, 2 docenas de huevos y 100 gramos de mortadela, 20 kilos de fierros oxidados.
Así, nos pusimos a pensar qué contienen, de dónde vienen y a dónde nos llevan todas esas bolsas que a diario llevamos en la mano. Comenzamos entonces un itinerario que nos condujo del almacén “El Globito”, en el Bulevar, a los grandes supermercados ubicados en el norte de la ciudad, y del Polo Petroquímico al relleno sanitario de Grünbein, pasando por la formula química del polietileno [(CH2-CH2)n], las discusiones en torno al cálculo del costo de vida medido en canastas (¿Quién hace hoy los mandados con una canasta?), los proyectos para la instalación de un Polo Plastiquero en la zona, y los informes del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) sobre el potencial impacto ecológico de las nuevas bolsas “oxobiodegradables”.
Pero como en un museo taller reflexionar es hacer (y viceversa), nos propusimos convertir todo este divague en un artefacto concreto, y ahí nació la idea de confeccionar nuestras propias bolsas. La “Vera Bolsa Libre de Trust”, primera de la serie, se agotó rápido. Todavía se pueden ver algunas dando vueltas por los comercios de White y Bahía. De su armado participaron los chicos del taller de serigrafía (edición 2009), sus coordinadoras Silvia Gattari, Malena Corte y Lucía Cantamutto, el diseñador Carlos Mux, el director de Ferrowhite Reynaldo Merlino, y las vecinas costureras Susana Cardoso, Titi Trujillo, Maruca Sbaffoni y Rosa Ortiz.
Marta en la carnicería del almacén El Toro, Bulevar Juan B. Justo
Titi, Maruca y Rosa trabajaron en las fábricas de bolsas para cereal que funcionaron en el puerto hasta los años setenta. Ellas nos contaron cómo era coser más de tres mil bolsas de arpillera en un solo día trabajando adentro inmensos galpones en los que no había un solo calefactor “porque la arpillera arde que da miedo”. De allí que la “Vera Bolsa” no venga vacía sino acompañada por un cuaderno que reúne sus testimonios.
Esta nueva tanda de bolsas contó con la colaboración inestimable de otra “bolsera”, Ida Muhamed. Ida nos habló de las bolsas que se hacían en su casa. Bolsas no descartables confeccionadas a partir de materiales de descarte: bolsas hechas con retazos de tela, con redes de pesca, con sachets de leche o con el cotín de un colchón de lana. Una manera de hacer economía en un mundo en el que el “use y tire” de la sociedad de consumo aún no había reemplazado al mandato familiar de “que nada se desperdicie”.
“Trust” es una palabra un poco anticuada, aunque su significado, creemos, no ha perdido vigencia. Traducida del inglés al castellano vendría a significar “confianza”. En economía, alude al acuerdo o la unión de empresas bajo una misma dirección con el objetivo de repartirse el mercado, establecer precios (pensemos en las exportadoras de granos instaladas en este puerto, pero también en las cadenas de supermercados), fijar salarios o modos de producción. La expresión “Libre de Trust” puede apreciarse, por ejemplo, en las propagandas de cigarrillos “Particulares” que se conseguían en nuestra ciudad en los años 20. El slogan de la marca remataba así: “Para que no emigre tanto oro argentino”.
Chichín en el almacén El Globito.
En nuestro día a día, las bolsas materializan sistemas clasificatorios completos. “Poner en bolsas separadas” o “meter todo en la misma bolsa” representan gestos epistemológicos precisos, de los que, podría decirse, se siguen concepciones del mundo contrapuestas. Derivados de la gran industria trasnacional y concentrada (1), las bolsas plásticas organizan el consumo doméstico, el ir y venir de las mercancías. De ellas dependemos para hacer las compras durante el día y para sacar la basura ya entrada la noche. Y ellas, que no se degradan, son una de las marcas más visibles del impacto de nuestro modo de vida sobre el ambiente. Por eso, quizás tampoco el habla, la conversación cotidiana, puede prescindir de su figura. De la Bolsa de Valores a las bolsas de empleo, de las viejas bolsas de arpillera para cereal al desarrollo de los "revolucionarios" silos bolsa que permiten especular mejor con las cosechas, del gran saco de Papá Noel a los bolsones del Plan de Seguridad Alimentaria, las bolsas están en boca de todos, nominando una realidad compleja. Cada bolsa resulta, en definitiva, la punta de un ovillo. La “Vera Bolsa”, cualquier bolsa, es como ese hilo que asoma en la costura de la prenda que llevamos puesta. Ese cabito inocente del que no podemos resistirnos a tirar y que revela, de repente, la trama escondida de las cosas.
(1) Según un informe del CREEBA del año 2006, el 100 % del polietileno de alta densidad, baja densidad y baja densidad lineal que se produce en Argentina es fabricado por la planta que Dow Chemical posee en Ingeniero White.
Así, nos pusimos a pensar qué contienen, de dónde vienen y a dónde nos llevan todas esas bolsas que a diario llevamos en la mano. Comenzamos entonces un itinerario que nos condujo del almacén “El Globito”, en el Bulevar, a los grandes supermercados ubicados en el norte de la ciudad, y del Polo Petroquímico al relleno sanitario de Grünbein, pasando por la formula química del polietileno [(CH2-CH2)n], las discusiones en torno al cálculo del costo de vida medido en canastas (¿Quién hace hoy los mandados con una canasta?), los proyectos para la instalación de un Polo Plastiquero en la zona, y los informes del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) sobre el potencial impacto ecológico de las nuevas bolsas “oxobiodegradables”.
Pero como en un museo taller reflexionar es hacer (y viceversa), nos propusimos convertir todo este divague en un artefacto concreto, y ahí nació la idea de confeccionar nuestras propias bolsas. La “Vera Bolsa Libre de Trust”, primera de la serie, se agotó rápido. Todavía se pueden ver algunas dando vueltas por los comercios de White y Bahía. De su armado participaron los chicos del taller de serigrafía (edición 2009), sus coordinadoras Silvia Gattari, Malena Corte y Lucía Cantamutto, el diseñador Carlos Mux, el director de Ferrowhite Reynaldo Merlino, y las vecinas costureras Susana Cardoso, Titi Trujillo, Maruca Sbaffoni y Rosa Ortiz.
Titi, Maruca y Rosa trabajaron en las fábricas de bolsas para cereal que funcionaron en el puerto hasta los años setenta. Ellas nos contaron cómo era coser más de tres mil bolsas de arpillera en un solo día trabajando adentro inmensos galpones en los que no había un solo calefactor “porque la arpillera arde que da miedo”. De allí que la “Vera Bolsa” no venga vacía sino acompañada por un cuaderno que reúne sus testimonios.
Esta nueva tanda de bolsas contó con la colaboración inestimable de otra “bolsera”, Ida Muhamed. Ida nos habló de las bolsas que se hacían en su casa. Bolsas no descartables confeccionadas a partir de materiales de descarte: bolsas hechas con retazos de tela, con redes de pesca, con sachets de leche o con el cotín de un colchón de lana. Una manera de hacer economía en un mundo en el que el “use y tire” de la sociedad de consumo aún no había reemplazado al mandato familiar de “que nada se desperdicie”.
“Trust” es una palabra un poco anticuada, aunque su significado, creemos, no ha perdido vigencia. Traducida del inglés al castellano vendría a significar “confianza”. En economía, alude al acuerdo o la unión de empresas bajo una misma dirección con el objetivo de repartirse el mercado, establecer precios (pensemos en las exportadoras de granos instaladas en este puerto, pero también en las cadenas de supermercados), fijar salarios o modos de producción. La expresión “Libre de Trust” puede apreciarse, por ejemplo, en las propagandas de cigarrillos “Particulares” que se conseguían en nuestra ciudad en los años 20. El slogan de la marca remataba así: “Para que no emigre tanto oro argentino”.
En nuestro día a día, las bolsas materializan sistemas clasificatorios completos. “Poner en bolsas separadas” o “meter todo en la misma bolsa” representan gestos epistemológicos precisos, de los que, podría decirse, se siguen concepciones del mundo contrapuestas. Derivados de la gran industria trasnacional y concentrada (1), las bolsas plásticas organizan el consumo doméstico, el ir y venir de las mercancías. De ellas dependemos para hacer las compras durante el día y para sacar la basura ya entrada la noche. Y ellas, que no se degradan, son una de las marcas más visibles del impacto de nuestro modo de vida sobre el ambiente. Por eso, quizás tampoco el habla, la conversación cotidiana, puede prescindir de su figura. De la Bolsa de Valores a las bolsas de empleo, de las viejas bolsas de arpillera para cereal al desarrollo de los "revolucionarios" silos bolsa que permiten especular mejor con las cosechas, del gran saco de Papá Noel a los bolsones del Plan de Seguridad Alimentaria, las bolsas están en boca de todos, nominando una realidad compleja. Cada bolsa resulta, en definitiva, la punta de un ovillo. La “Vera Bolsa”, cualquier bolsa, es como ese hilo que asoma en la costura de la prenda que llevamos puesta. Ese cabito inocente del que no podemos resistirnos a tirar y que revela, de repente, la trama escondida de las cosas.
(1) Según un informe del CREEBA del año 2006, el 100 % del polietileno de alta densidad, baja densidad y baja densidad lineal que se produce en Argentina es fabricado por la planta que Dow Chemical posee en Ingeniero White.
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domingo, 1 de mayo de 2011
FELIZ DÍA
Algunas (sólo algunas) de las personas que con su trabajo han hecho de este museo lo que hoy es.
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