Un suponer:
(imposible porque ni esa locomotora, ni el guinche, ni el galpón de montaje están, ya):
Una locomotora cuelga, con sus sesenta toneladas, del guinche eléctrico, en el galpón de montaje, con un cable trenzado, de más una pulgada y media de diámetro.
Y mientras mirás desde abajo, imponente, ese enorme volumen de hierro en el aire, de pronto te preguntás ¿y el cable? ¿aguantará ese cable?
Fui a ver a Ismael Boccaccini porque sabía que estuvo casi 40 años en la sección carpintería en Talleres Bahía Blanca. El resultó ser la persona – de la que ya varios me habían hablado- que hacía, como nadie sabía hacerlos, los cables trenzados.
¿Cómo se hace? Le pregunté mientras me mostraba un trozo de ese cable que se trajo a su casa poco antes de recibir el fatídico telegrama del 29 de abril de 1993.
Se necesitaba una morsa tipo herrero, una base de 30 x 30 de 80 cm de altura, una prensa de que son anchas, todas pasantes; usted empezaba a doblar el cable todo lo que necesitaba para la empalmadura, lo iba calzando, atándolo con alambre y con todo hasta que lo afirmaba bien al guaradacabo.
Una vez que estaba bien afirmado al guardacabo, que quedaba prensado, ponele que este sea el filo de la morsa, lo forraba todo con hilo sisal y después con alambre duplicado, cuadruplicado, apretaba todo el cable contra el guardacabo lo daba vuelta, desarmaba ese metro 10 que necesitaba para hacer un cable de una pulgada y media en seis partes, en seis hilos que era lo que tenia el cable.
Se abría el corazón que era la soga que llevaba en el medio, se tiraba para un costado, se separaba tres para un lado, tres para el otro empezaba: tres dos uno, entraba y después seguía uno, uno, uno, una vuelta para la derecha, y después arrancaba al reves tomando dos, dos y dos al final, era un laburo de locos.
Había que usar guantes, pero era mas fácil agarrar el cable con una estopa