viernes, 29 de mayo de 2015

LA ESTACIÓN ERA UNA FIESTA

Hacía rato que la estación Sud no se veía así, repleta. Había gente en las vías, en los pasos a nivel de alrededores y en la playa de estacionamiento; había algunos subidos a la torre de señales, otros trepados a las paredes de la estación, y muchos apiñados en el andén en puntas de pie y con los cuellos estirados, disputando un espacio para ver un poco mejor o estar más cerca de la valla.

La razón es que una formación de los “Nuevos Ferrocarriles Argentinos” llegaba a la estación.  Sí, uno de esos trenes argentinos compuestos por locomotoras y vagones chinos que, más tarde o más temprano, correrán el servicio de pasajeros Pza. Constitución – Bahía Blanca. Una especie de anticipo, anuncio o promesa de lo que vendrá.

Sea por la fascinación de ver un tren más largo que el andén mismo, por la sensación de estar ante un hecho histórico o ante la presencia misma del progreso y del futuro, nadie quiso perderse la cita. Ahí estuvieron trabajadores ferroviarios de ayer y de hoy, vecinos y fanáticos del ferrocarril, habitantes y habitués de la estación, familias enteras y jóvenes militantes, chicos con banderitas argentinas y señoras con peinados de peluquería, cholulos y descreídos. La causa parecía superar – si es que es posible hacerlo- la coyuntura política.





UNA "SELFIE" CON RANDAZZO

Bombos y trompetas, banderas de la Unión Ferroviaria y de La Cámpora, aplausos y cánticos en modo murga cumbia; afiches, vallas y luces fueron los elementos que compusieron la escena un tanto surrealista y por unas horas suspendieron el ritmo cansino y casi silencioso que habitualmente lleva la estación.

Pero acaso lo que más se destacó por su cantidad fueron las cámaras, los flashes y las “selfies”. Sacarle una foto al tren, sacarse una foto en el vagón, sacarse una “selfie” con el ministro Randazzo. En la era de la democratización de la producción icónica, el celular se presenta como la herramienta clave de nosotros, cronistas profanos del acontecimiento. Y la “selfie” como el testimonio más auténtico de -pero acaso también como una razón más para- haber estado ahí.

Para unos, la llegada del nuevo tren se inscribe en esa tensión entre ser y parecer; entre la mostración estratégica ante la coyuntura y el avance de un proyecto serio de renovación ferroviaria; en comenzar por cambiar los trenes y más tarde arreglar las vías. Para otros, se trata de algo que decanta por su propio peso. “Merecíamos  viajar mejor, trabajar mejor”, dice Rubén, maquinista de Ferrobaires que habitualmente corre los servicios de pasajeros entre Buenos Aires y Mar del Plata. 




SUBTERRANEO EN SERVICIO 

Mientras en el andén principal se vivía la excepcionalidad de la fiesta, fueron llegando los pasajeros que tomaban el servicio de las 19.45. Al lado de la ventanilla, un pizarrón anunciaba: “28-05 Pasajeros tren destino Pza. Constitución e intermedias, por subterráneo, plataforma N°3”.
Quienes fueron a tomar el tren esa tarde, no subieron a la flamante formación para conocer sus instalaciones y comodidades (coche comedor con barra; pullman con televisores en los pasillos, clase turista con aire acondicionado, camarotes), ni recibieron la vianda ni el manual que reza “Viajás mejor. El tren es tuyo. Cuidalo”. Lo vieron desde el otro andén, y desde ahí también le sacaron alguna que otra foto.


Fue el subterráneo lo que volvió a sortear las vías y a unir esos dos andenes. El mismo que durante 20 años estuvo clausurado debido a la cancelación de los muchísimos servicios que partían de esta estación con destino Zapala, Neuquén, Bariloche, S. A. Oeste… El mismo que hace poco más de un mes limpiamos para rehabilitar -aunque sea por una tarde– su tránsito, y acaso también el derecho a demandar que permanezca abierto y en servicio.



“Ojalá venga algún día” nos había dicho Marcelo Gómez, maquinista de la U.E.P.F.P, cuando fuimos a charlar con él semanas antes de hacer la intervención “Paso de largo”. El jueves 28 de mayo de 2015 a las 17.40 horas, es decir 131 años, 31 días, 23 horas y 40 minutos después de la “llegada” del tren inglés a Bahía Blanca, ahí estaba, el primer tren chino. Ojalá no pase de largo.

martes, 26 de mayo de 2015

EL ACTO EN CUESTIÓN

Mientras preparábamos la fiesta patria del domingo que pasó, a nuestra compañera Ana Miravalles le propusieron decir unas palabras sobre el 25 de mayo en el acto del Conservatorio de Música de Bahía Blanca. Esto es parte de lo que Ana apuntó y va a leer en un rato.


Los actos patrios presuponen el respeto a un ritual que pareciera exigir a quien los prepara atenerse a un cierto repertorio de expresiones más o menos solemnes (gesta, grandeza, ideales, próceres, y también libertad, igualdad, unión, hermandad) y a quienes participan de él, una actitud reverencial. El acto adquiere así el carácter de una verdadera liturgia laica cuya sacralidad no suele ponerse en duda y que se manifiesta en gestos precisos: ponerse de pie, hacer silencio, recibir con respeto a la bandera, cantar el himno bien erguidos (y ojo con tener las manos en los bolsillos o los brazos cruzados). Y es verdad, también, que esa retórica -cuya inercia en la escuela es aún fortísima- nos resulta a todos un poco artificial o forzada. ¿Será porque esas palabras poco tienen que ver con la dinámica de la vida actual? ¿Será que nos sentimos un poco cínicos, al enunciarlas una vez al año, cuando el resto del tiempo solemos estar convencidos de que todo es mucho más bajo, menos brillante?

Por eso, cuando la cantera retórica parece agotada, nos suelen pedir a los “profes de historia” que nos ocupemos, con la esperanza de que le demos carnadura al asunto. Pero ahí es donde “los de historia” nos vemos en figurillas, porque las imágenes absolutamente pregnantes que contribuyeron a fijar nuestra idea de la Revolución de Mayo (las imágenes de los negritos pintorescos, los pregoneros con sus rollos desplegables, las lavanderas, los vendedores de velas y empanadas que dan una ambigua, quasi idílica imagen de la “época colonial”, los vecinos de Buenos Aires con sus paraguas reunidos frente al cabildo -en paz-, queriendo “saber de qué se trata”, reclamando el fin del dominio español y la constitución de un gobierno patrio, French y Berutti repartiendo cintas entre el “pueblo” que está listo para festejar la destitución del virrey Cisneros como si de ganar un mundial de fútbol se tratase), todas esas imágenes, habiendo estudiado un poco de historia, se desmoronan, se reducen a meros papelitos de colores. Porque esos negritos -que en realidad eran esclavos, con todas las letras-, o el vendedor de velas o la lavandera, o los paisanitos de bombachas y faldas de voladitos y pañuelito al cuello, no tenían los mismos intereses, las mismas necesidades y mucho menos los mismos derechos que las acicaladas y apeinetadas damas que bailaban el pericón con elegantes caballeros de chabot; porque la revolución no fue pacífica (recuerden a modo de ejemplo el fusilamiento de los contrarevolucionarios en Córdoba ordenado por Moreno pocos días después del 25, y el ejército que la Junta le encomienda a Belgrano, que no fue a pasear sino a imponer la revolución con las armas, con todo el respeto y la admiración que la figura de Belgrano nos merece), ni fue “todo el pueblo argentino” el que quería ser “libre” e independizarse de España sino en particular los comerciantes y ricos propietarios que veían sus intereses ahogados por el régimen monopólico español y los intelectuales que encontraron en el ideario de la revolución francesa los argumentos adecuados para poder constituirse en la elite dirigente de una nueva nación; que no hubo ninguna unión sino desmembramiento territorial (el alto Perú, Paraguay, la Banda Oriental), y sobre todo una feroz puja de intereses entre porteños y provincianos, unitarios y federales, ricos hacendados de cuyo, del litoral o de la provincia de Buenos Aires, que recién quedó saldada con la consolidación del estado -por la fuerza- en 1880. Pero, claro, ninguno de nosotros en un acto va a poner sobre el escenario todas estas situaciones, todos estos conflictos porque, básicamente, dejaría de ser un acto.



Evidentemente, entonces, en el acto del 25 de mayo no es la historia lo que importa sino el mito, en tanto relato de origen de la nación, con su simbología, su misterio y, en consecuencia, su fuerte eficacia emotiva. Pero el mito también tiene su historia. Nació o tomó fuerza a partir de 1880, momento de la definitiva organización del Estado nacional por sobre los poderes provinciales, y se consolidó a lo largo de todo el siglo XX. Habría que ver cómo. Por mi parte, en estos días me puse a revisar algunos diarios de Bahía Blanca, tomando al azar tres años -1925, 1945 y 1955-, para hacerme una primera idea de cómo se festejaba en nuestra ciudad el 25 de mayo en otros tiempos. Encontré que la conmemoración de la fecha ocupaba un lugar preeminente, que tal vez hoy nos cuesta dimensionar.

Por un lado, los actos oficiales preveían salva de bombas, jura de la bandera por parte de los soldados conscriptos, bandas militares, y misas de campaña, así como recepciones formales con cocktail en la municipalidad a la par del reparto de víveres a personas pobres y familias necesitadas -para que también disfruten el día de fiesta-, otro cocktail y baile en el club Argentino, conjuntos teatrales y de radiofonía local que visitan el Hogar del Anciano, el Hogar del Niño, el Patronato de la Infancia, concurso estímulo de dibujo y pintura al aire libre, matiné para niños en el teatro municipal, fuegos artificiales, almuerzo en el centro republicano español, y hasta una audición poética a cargo de Berta Singerman.

Por otro lado, la escuela. Veamos, por ejemplo, el programa del acto escolar desarrollado el 25 de mayo de 1945 en la escuela 34: “Acto ritual de izar la bandera y Oración a la bandera de Joaquín V. González, por todos los alumnos. Himno Nacional Argentino. Discurso patriótico a cargo de la maestra de sexto grado. “Patria”, declamación de la niña Silvia Cornejo. “El farol de los gauchos”, zamba canción; “25 de mayo” recitación por el niño Hector Cantarelli. “La voz de un niño a la gloriosa Enseña patria”, recitado por el niño Edgar Burriel. “Días de mayo” declamación por la niña Edelia Rodriguez. “Así es mi patria”, declamación por el niño Héctor Gonzalez; “La Bandera”, dramatización. “Exámenes” función de títeres a cargo de los alumnos Eber Ficosecco, Marta Viera, Celia Ojea y Lina Boccaccini. “Diálogo patriótico” a cargo de los alumnos Arrigo Marcolini y Umberto Poloniato; y finalmente, “Canto a bandera.”

Desde su concepción a partir de la institución misma de la escuela pública en la Argentina, el mito de Mayo se afirmó y transmitió indemne casi hasta el presente como momento inaugural de la Patria –la tierra de los padres, un territorio de origen para todos los argentinos, independientemente del lugar de origen real de la mayor parte de los niños o padres de los niños que concurrían a la escuela-, en el que se define una identidad nacional –representada en las figuras del “prócer” –burgués ilustrado-, y el “gaucho” -hombre de campo-, independientemente de las tradiciones culturales propias de cada uno.

Pero la fiesta del 25 de mayo no es sólo un hecho protocolar, una imposición propia de los cuarteles, de las oficinas municipales o del patio de las escuelas. Siempre ha sido ocasión también de festejos populares. Por ejemplo, en el año 1945, en el barrio Noroeste hubo a lo largo de toda la jornada, en el Club Deportivo Catamarca, primero un partido de fútbol amistoso entre casados y solteros, almuerzo a la criolla, conferencia patriótica, vino de honor y baile. En Villa Harding Green, organizada por la “Comisión de Vecinos Pro Festejos Patrios”, la fiesta consistió en salva de bombas a la salida del sol, reparto de víveres donados por la escuela naval de aviación, y pruebas variadas con premio: arrojar la barra (el premio, una botella de vermouth para el ganador), cinchada entre solteros y casados (un cajón de cerveza de premio para los ganadores y copetín para los dos equipos), sortijas a caballo, una competencia para damas “el nudo de la corbata” (como premio, una croquiñol y una caja de bombones), carrera de cien metros para hombres (medalla), pruebas para niños (juegos de mesa y alcancías), doma de potros, suelta de lechón enjabonado para menores de 15 años (y el premio lógicamente es el propio lechón para quien logre agarrarlo), fin de fiesta con disparo de 21 bombas y finalmente baile. En el Club Argentino, por contraparte, se preveía un coctail elegante, y baile hasta altas horas de la madrugada.


La variedad de festejos señala la eficacia del mito para, de distintas maneras, alcanzar grupos socialmente distantes. ¿En qué radica esa eficacia? Tal vez, en que traza un gran borrón en el imaginario público: borra todas las diferencias (las diferencias de origen étnico o de proveniencia nacional, las diferencias de clase), borra como si nunca hubieran existido -como si no existiesen- los conflictos (desde el conflicto que en sí constituyó el proceso revolucionario de mayo, a los conflictos que como consecuencia de él se produjeron a lo largo de la historia argentina, y a los conflictos que en cada momento tensan y motorizan la convivencia de quienes habitamos en este suelo), y borra la historia misma con sus complejidades, sus polémicas, sus matices y sus constantes relecturas. Al basarse tradicionalmente en la exaltación del concepto de Patria como una abstracción fundada en la gesta cívica y militar, llevada a cabo por un grupo de héroes impolutos, incorruptos, y ecuánimes, la fiesta del 25 de mayo llegó a constituir uno de los ejes centrales en la construcción imaginaria de la “argentinidad”. Sin embargo, parecería que en algún momento la aceptación de esa retórica patriótica se quebró, la posibilidad de seguir pronunciando esas palabras se perdió, y todo aquello que parecía haber sido funcional a la operación de construcción de una identidad común -salvo quizás el fútbol-, se volvió inoperante. Por un lado, porque el mito quedó cristalizado y se resquebrajó, y la historia comenzó a colarse por entre sus fisuras cuando comenzó a hacerse evidente y explícito que el término “Patria” se usaba en el sentido de “tierra de los genuinos padres fundadores”, o sea, la de los dueños de la tierra y por lo tanto del poder, y empezó a nombrarse con todas las letras eso que quedaba oculto, es decir, los conflictos por la propiedad, las injusticias y las tensiones que implicaba la conformación de ese poder. Y por otro, ¿No habrá incidido en ese vaciamiento la experiencia de la dictadura, durante la cual palabras como “Nación”, “Patria”, “Estado” quedaron directamente asociadas al autoritarismo, al belicismo y al fanatismo? Después de la guerra de Malvinas el “o juremos con gloria morir” ¿No se vuelve una terrible y dolorosísima realidad? Porque morir con gloria se muere solo en los himnos exaltados. Y como contrapartida: ¿No habrá sido esa distancia con respecto al sentimiento nacional -resultado de esta historia traumática- lo que facilitó que el patrimonio del Estado fuera dilapidado –sin significativas resistencias masivas- con las privatizaciones en los años 90?

Porque la patria, la tierra de todos, no es el acero, no son los ejércitos, no es esa entelequia alada y resplandeciente, ni nos ilumina con su luz dorada, ni nos hermana mágicamente porque usemos todos cintitas con los mismos colores. Eso es algo que aprendimos dolorosamente muchos de quienes hemos vivido la historia reciente, y tal vez por eso nos cuestan tanto los actos. Porque ¿quién de nosotros podría ahora pronunciar un “discurso patriótico” sin sentirse un poco raro? Por suerte en estos años, desde muy variados lugares se ha trabajado y se trabaja para que tantas palabras trilladas vuelvan a tener un sentido. Porque si quisiéramos usar todavía esa difícil palabra, la patria no es retórica, es este lugar donde vivimos, trabajamos, construimos nuestras vidas, tratamos de realizar nuestros sueños, padecemos, y morimos todos. Más allá de toda mistificación, tal vez sea en función de un concepto como ese que tratamos de construir una sociedad verdaderamente democrática donde la verdad sea el fundamento de la justicia, del respeto por el bien común, eso que está por encima del interés particular de cada uno. Y tal vez sea por eso, entonces, que festejamos, porque la fiesta es también el momento en que una comunidad se celebra a sí misma, celebra su propia existencia.

domingo, 24 de mayo de 2015

EL PUEBLO SABE DE QUE SE TRATA



Ayer hizo frío. Casi siempre hace frío para la fiesta del 25. Como si aquella lejana revolución requiriese, año a año, cierta cuota sacrificio. Igual la pasamos bien. Nos tomamos todo el chocolate. Nos comimos hasta el último pastelito. Cada 25 de mayo conjuga la evocación de un acontecimiento que ninguno de nosotros vivió con el recuerdo patente de todas las veces que lo conmemoramos. El "sentimiento patrio" es una fabricación trabajosa que se pretende tan natural como el fresco del otoño. Pero no por ser un invento resulta menos efectiva, tiene menos peso sobre la manera en que unos y otros concebimos a la nación que, para alegría o pesar, elogio o queja, nos reúne. Es cierto, por lo general la ocasión no sirve para nada muy distinto a la repetición ritual del mito de origen que todos conocemos, pero alguna que otra vez -nos gusta pensar- también es la oportunidad de poner en escena aspectos poco tenidos en cuenta de la historia que se celebra. Ayer, frente a un público emponchado hasta las orejas, el Ballet Folcklórico Bahía Blanca bailó descalzo. Las chicas con soleritas de algodón, los muchachos con el torso desnudo. Lo que bailaron, en diez minutos eléctricos al pie de la usina desmantelada, fue la historia de los negros en nuestro país. La historia de su esclavitud, de su aniquilamiento y, a la vez, de su decisiva -y poco reconocida- influencia en nuestra cultura. Cuando terminaron hacía un calor tremendo.











viernes, 22 de mayo de 2015

MUSEO Y MUGRE

En Ferrowhite tenemos las manos hechas una mugre porque arrancó “Prende”, un taller en el que chicas y chicos de Ingeniero White aprenden serigrafía y nos enseñan, de paso, que la serigrafía puede tener también algo de juego.

Mañana, sábado 23, a partir de las 11 hs., se viene el segundo encuentro.


martes, 19 de mayo de 2015

METELE


Fin de semana revolucionario en el parque de la usina: la Asociación Amigos del Castillo te invita este domingo 24, a partir de las 15 hs., a celebrar la Revolución de Mayo en el parque de la ex usina General San Martín, con pastelitos caseros y chocolate caliente, la participación de la peña Nuevo Rumbo, los guitarristas Jorge Holzmann y Ricardo Juárez, y la presentación en exclusiva del Ballet Folcklórico Bahía Blanca, ganador del Pre-Cosquín 2015.

Todo un lujo con entrada libre y gratuita.

lunes, 18 de mayo de 2015

UN GRAN COMIENZO

Lali Delaocho y Facundo Braidich, tango y rock: un gran comienzo para "Conozco la canción", el ciclo que coordina nuestra querida Sarita Cappelletti en La Casa del Espía.


martes, 12 de mayo de 2015

CONOZCO LA CANCIÓN

Este domingo, a las 17 hs., inicia "Conozco la canción". Sarita Cappelletti y sus alumnos del Taller de Canto de La Siempre Verde vuelven a La Casa del Espía con nuevas melodías y el talento de siempre. En esta oportunidad Lali Delaocho interpretará tangos y boleros, y Facundo Braidich, baladas y rock.



Como dice ese tema que entonan, implacables, los coros de la patria: "Usted preguntará por qué cantamos". No para hacernos famosos, claro está. Tampoco -¡qué esperanza!- para ganar mucha plata. Lo que pasa en este lugar el tercer domingo de cada mes es un secreto a voces: la música nos involucra. Somos todos distintos pero estamos juntos acá. (¿Te traés otro café, Rodolfo?). En cada canción se trama cierto sentido de pertenencia que no está escrito en las partituras pero que se va tramitando al hacerlas propias y compartirlas con otros. Sedimentadas por la tradición o enlatadas en Miami, las canciones suelen llegar de muy lejos, pero a nosotros nos interesa ese último giro que dan en su largo su camino, cuando pegan la vuelta a la esquina y las encontramos transformadas en la voz de algún vecino.

domingo, 10 de mayo de 2015

¡MUSEÓLOGOS DEL MUNDO, UNÍOS!


El sábado vinieron de visita los miembros del Laboratorio TyPA de Gestión en Museos 2014. Juntos, pusimos las salas de Ferrowhite bajo el microscopio, aprendimos lo que pesa la historia ferroviaria cuando se lleva una llave de locomotora encima, y compartimos un vermut con la barra de amigos de cada fin de semana.