El mes pasado dos compañeras del equipo del museo viajamos a
Córdoba a un curso de museología social organizado por la Asociación de Trabajadores de Museos (ATM) y el Encuentro de
educadores, unos días antes de la XVIII Conferencia
Internacional por una Nueva Museología.
A Córdoba, no caímos con las manos vacías. Dado que el curso
de formación se financiaba a través de la autogestión, a nuestra compañera del
Museo del Puerto, Julieta Raush, se le ocurrió hacer algún producto en el Prende
para vender en Córdoba y de esta manera, colaborar con los gastos de
organización. Durante varias semanas, los dos museos compartimos un proceso de
trabajo que se tradujo, entre otras cosas, en decidir qué objeto fabricar; qué frases,
colores, precios iba a tener; qué tareas se delegaban en otras personas; quiénes
se encargaban de hacer las compras… Fueron muchas las personas que se vieron
implicadas en el armado de los repasadores, por ejemplo, aprovechando que
Lorena, la tesorera de la Asociación de amigos del Castillo, viajaba a Buenos
Aires, le pedimos que comprara los repasadores allá así nos ahorrábamos unos
pesos. Estas frases fueron las que, finalmente, quedaron: ‘sin mí tampoco hay
historia’ y, ‘manchado, percudido, en uso: con un trapo también podemos hacer
historia’.
A Córdoba, también llevamos bolsas. ¡Llegamos a terminarlas justito!
En este caso, el proceso de trabajo implicó al grupo de las Amigas del Prende,
una red de amigas que se desprendió del
taller de lxs pibxs, y que desde comienzos de año viene convocándose en el
taller para conocernos a través de un
hacer. Este año, por ejemplo, ya fabricamos pecheras para el Día de la
mujer trabajadora y delantales para el Primero de mayo. En todos los casos,
buscamos que las imágenes de los productos que logramos reflejen algún aspecto de
las charlas que previamente compartimos.
La pregunta que nos juntó para este el último encuentro fue: ¿qué encuentro en Ferrowhite que no encuentro
en otro lugar? Durante una semana estuvimos palpitando la reunión acercando
nuestras respuestas a una cajita de cartón que quedó a disposición en el
taller, o enviándolas al grupo de whatsapp:
emoción en el alma,
aprender y esperanza,
contención y amor,
la buena energía,
un lugar soñando,
mientras pueda siempre estaré,
fueron algunas de las frases que leímos una vez reunidas y que
fuimos pegando, a modo de bocadillos de pensamiento, sobre un obrero de madera
convertido en trabajadora.
En el encuentro, sin embargo, fuimos un poco más a fondo y sumamos nuevas preguntas. Nos llena de alegría que el grupo de mujeres encuentre en el museo un lugar para desplegar sus potencialidades, pero también evaluábamos importante que puedan expresar otras miradas sobre el museo, más cuestionadoras, de cosas que tal vez les gustaría que fueran distintas, y que incluso, tienen propuesta de cómo pueden mejorarse, transformarse. Buscamos ese nivel de discusión a través de las lecturas de fragmentos de algunos referentes del ‘mundo de los museos’, que consideran a Ferrowhite un ejemplo de museo comunitario. Publican, por ejemplo, declaraciones como estas:
Ferrowhite está adueñado por los
habitantes del lugar.
Participan vecinos.
Se construye en permanente diálogo con la comunidad.
Los visitantes permanecen sin una actitud
contemplativa.
Los visitantes están predispuestos a la experiencia de
rememorar.
Todas estas afirmaciones las fuimos pegando sobre la maqueta
de Arthur Coleman, como una forma de poner a la máxima autoridad en diálogo y a
su vez, en confrontación, con la trabajadora que habíamos vestido. El ejercicio
que nos dimos fue reflexionar sobre si esas frases nos resonaban distantes o
no, por el contrario, estábamos de acuerdo y si era así, formular los argumentos. A nosotras, ¿estas declaraciones, que
suelen quedarse en un círculo académico, nos resuenan extrañas, estamos de
acuerdo, en qué aspectos sí, en cuáles no tanto? Otras preguntas que nos sirvieron para inspirarnos
y a la vez, complejizar la charla, fueron: ¿piensan
que Ferrowhite está atento a lo que les pasa, sienten, piensan sus vecinxs o
no, sólo está preocupado por los objetos? ¿Está Ferrowhite comprometido con las
problemáticas o demandas de la comunidad? Como la historia se ha contado
siempre a través de los hombres, la invitación también buscaba revalorizar
nuestras opiniones, partiendo de la idea de que en la sociedad en la que
vivimos, la palabra de las mujeres muchas veces está debilitada o desautorizada
frente a la de los varones. En esos espacios que estamos solas, las Amigas del
Prende, nos sentimos con plena libertad para hablar sin miedo a meter la pata,
y hacer una bolsa, en este caso, operó como el mejor pretexto para tomar la
palabra.
Nuestras charlas circularon por varios temas:
tenemos que invitar a la gente a que se acerque al
museo,
que la comunidad lo conozca,
tomar la leche los sábados porque sabemos que hay
familias que no pueden,
estar atentas a lo que le pasa al vecino, pero no de
chusma,
revalorizar a los vecinos,
reconocer a las personas que atienden todos los fines
de semana en la boletería y
que lo hacen de colaboración,
mujeres presentes,
mujeres en acción,
es un gusto estar juntas.
Analía tomó nota de los manifiestos e incluyó entre sus registros la pregunta de una Yesi, raramente, dubitativa: disculpen, yo mucho no entiendo de esto, pero quería preguntarles ¿qué es lo comunitario?
Estábamos por viajar a representar a un museo que está en el top ten de los museos comunitarios y,
sin embargo, pocas veces, se había dado a la tarea de preguntarles a los
sujetos de la comunidad de la que forma parte cuáles son sus imágenes sobre ‘lo
comunitario’. Nos interesaba abrir la discusión a quienes conocen desde adentro
lo que pasa (o no pasa) acá. La Museología social que nos dieron a conocer
Mario Chagas y Marcelle Pereira en Córdoba defiende que “no se puede partir de un lugar donde se cree que la comunidad no sabe y
el museo lo sabe todo. La comunidad tiene saberes y posibilidades creativas”.
En esa misma charla, por ejemplo, a Mirella se le ocurrió convocar a su amiga Mirta
Chivetela -ex docente en la EET N° 1 de White-, para que nos compartiera su historia sobre la explosión del
elevador N°5, que en 1985 dejó un saldo de veintidós muertos, entre ellos a su
marido, Eugenio Jorge Emiliani. La propuesta de Mirella surgió por el
desarrollo que tomó la charla y dejó el camino abierto para que todas planteemos
temas para conversar, tengamos iniciativas, etc. Por Mirella logramos conocer
esta historia de vida en el encuentro siguiente, su punto de vista sobre lo qué
pasó y su lucha por mantener viva la memoria de aquella tragedia, muy
importante para un museo que reconstruye historias de trabajo ferroportuarias.
Volvamos con las bolsas. Yesi nos había asegurado la frase.
Sabri, el dibujo, cuando propuso que la
pregunta la hiciera una obrera. Carlitos, nos muestra un diseño de una
obrera que en la mano cargaba con un surtidor de combustible. Analía la ve y manifiesta
que esa trabajadora no identifica al grupo de mujeres, y sugiere reemplazar a
la playera por una costurera, ya que varias conocen el oficio y, enseñaron al
resto, en las jornadas de costura de los delantales, algunas pasos que pueden
hacerse con la máquina.
DEMOCRATIZAR EL MUSEO
Colaboradoras del museo opinando sobre las imágenes que
debían tener los productos del taller. Abrir la discusión implica mover algunas
fichas de lugar; en un principio, también cierta incomodidad, como cualquier
cambio que significa democratizar la toma de decisiones. Sin embargo, podemos pensar
que esos cambios son producto de un proceso de apropiación que la comunidad del
Prende viene teniendo con este lugar, que excede al equipo de lxs trabajadorxs
del museo y a su vez, es coherente con la intención de trabajar con la comunidad y no, para la comunidad.
Una de las mejores cosas que nos pasó este año fue,
precisamente, la consolidación de la “Comunidad del Prende”. Desde que el
taller ocupó la vieja sala de transformadores de la usina, hace poco más de dos
años, se hizo una ola imparable: la formación de un grupo numeroso de
participantes -que crece cada sábado-, a la par que crece el
compromiso de sus familias y con ello, el nivel de organización del proyecto, con Silvia y Malena a la cabeza. En tiempos en los que la marea está revuelta
para la cultura local, elegimos crecer desde las raíces que echamos por el
trabajo comunitario, sin dejar de reclamar por la ejecución del presupuesto municipal
para la obra que el techo del taller necesita y por mejores condiciones para
nosotras como trabajadoras. El museo es el paraguas que nos contiene para que
todxs y cada unx de nosotrxs pueda desarrollar experiencias concretas. Nenucha
dijo aquella mañana en el parque “mientras
pueda siempre estaré”. Depende de nosotrxs que nos dejen seguir estando.
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