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Junto a los bahienses, los neoyorquinos, los neuquinos o los londinenses que el verano trae hasta este museo, llegan también las visitas desde la ría. La diferencia inmediata entre estos y aquellos visitantes es que mientras los adultos "de afuera" entran por el portón de adelante, los chicos "de acá" suelen hacerlo por encima de los cercos o por debajo de los alambrados que quedan atrás, luego de atravesar un territorio que, aunque les está expresamente vedado, continúan sobreentendiendo como propio. Ese andar casi clandestino por un puerto que no es un país extranjero pero a veces se le
parece, resulta, paradójicamente, parte constitutiva de su ser "de acá". Las aguas de la Rambla de Arrieta no son muy profundas, pero ahí donde los pasos de estos pibes dan sin saberlo con las huellas borradas de sus padres y abuelos, la rambla se vuelve honda (y compleja) en el tiempo.
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