El pasado fin de semana comenzamos con "El humedal. Naturaleza y cultura." cuatro jornadas de capacitación para docentes de nivel inicial y primario destinadas a conocer, junto a los amigos de la "Reserva Natural Bahía Blanca, Bahía Falsa, Bahía Verde" y la "Fundación Rescate de Aves Marinas", un poco más sobre la ría de Bahía Blanca.
La actividad arrancó el viernes en el museo y el sábado viajamos hasta el muelle de Cerri. Este próximo fin de semana la seguimos en Villa del Mar.
Nuestra ciudad recibe su nombre de un territorio al que, en definitiva, se opone. (Puede que el contrasentido explique más de una cosa). En efecto, la Bahía Blanca resulta para la mayoría de los bahienses justamente eso: un espacio en blanco más allá de los márgenes. Un lugar tan extraño como, pongamos, los mares de la luna. Esa luna que mece las mareas que cubren y descubren el enigma de un paisaje tan cercano como remoto, tan a mano como difícil de entender. Porque la bahía no sólo cambia de la baja a la pleamar. Es una si, con los pescadores, la llamamos "ría", otra si, como los geólogos, la nominamos "estuario", otra incluso en la voz del Licenciado en Comercio Internacional que distingue en ella "un puerto de aguas profundas", y otra muy distinta para quienes, como Juan Carlos Alesoni o Ida Muhamed, fue siempre el patio de su casa. Pero cada unas de esas bahías son esta bahía en la que naturaleza y cultura no sólo no pueden pensarse por separado, sino que son parte indiscernible de un mismo mundo en crisis.
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