jueves, 17 de marzo de 2016

MEMORIA CALIENTE



Cuando Miguel Ratto la cedió al museo costaba distinguir qué era. Gustavo Monacci la llevó hasta el taller del carpintero Adolfo Ferreira, en Saldungaray. Adolfo, a quien visitamos en enero, reconstruyó las ruedas, el bastidor de madera y el miriñaque, y convenció al hojalatero Luis Scharff de que valía la pena fabricarle un cenicero nuevo. Al cabo de esa larga vuelta, aquel pedazo de lata volvió por fin al museo transformado otra vez en una locomotora manicera.

El "patrimonio" involucrado en esta historia no es sólo el objeto del que les estamos hablando. Es también la cadena de favores que esta locomotora engancha tras de sí, ese vínculo de colaboración entre personas que apenas se conocen y que no aceptaron cobrar un peso por su tarea, justo ahora que ningún billete sobra. Gracias a ellos vamos a poder convidarles "calentito y rico" -como dice la canción-, un cucurucho de maní.



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