Tierra, agua y un poco de pasto. Un ladrillo de adobe está
hecho con los elementos de la misma intemperie de la que nos protege. Ahí no
hay misterio. El asunto es la mezcla. La justa proporción que garantiza la
amalgama. Los baldes que vienen y van, la montañita que parece un volcán, las
palas que revuelven para que todo -tierra, agua, pasto, sudor y risa- se
entrevere hasta convertirse en algo perdurable, distinto a la simple suma de
sus partes. Sí, el asunto acá es la mezcla. ¿Pero algo parecido no puede
decirse de este museo?
Esta jornada de fabricación de ladrillos de adobe da continuidad al taller de construcción de hornos de barro iniciado a fines de 2020 junto la Universidad Tecnológica Nacional, la cooperadora del Jardín de Infantes 932 y la agrupación Creando Puentes, con el apoyo del programa Ibercultura Viva y del Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca.
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