Patricio se viene a pie, con los perros, desde una casa que queda al fondo del Bule. Nos cuenta que usa la granza del cereal como un sustrato para las plantas porque, a diferencia de lo que creen muchos, la granza tiene todos los nutrientes que se te ocurran. La busca en el secadero y con esa cascarilla, de a poco, rellena un terreno tan bajo que en algunos lugares brota el agua. Mete de todo: cartones, latas, basura y, por encima, capas y capas de granza que riega para que la cosa asiente. Luego de hacer eso durante años, ahora en ese sitio se puede plantar. Nos habla de sus árboles y de las rosas terciopelo que nadie más tiene por aquella zona del barrio, y acepta asesorarnos con el suelo de la huerta que queremos arrancar en la Junta Vecinal del Saladero.
Titi hizo la de siempre. Apareció temprano, se fue a
trabajar a la peluquería y volvió sobre las doce a poner a punto el Prende para
el encuentro del sábado con lxs más chicxs. Gise, Andrea, Dylan y Lucas
estuvieron a la mañana y retornaron a la tardecita para regar los plantines del
invernadero y trasplantar a los canteros de la entrada los malvones que mandó
la mamá de Silvia. A la entrega de semillas del INTA asistieron pocos pero,
pensándolo bien, fue un día bastante movido. En los senderos que traza este ir
y venir, es el propio museo el que va encontrando su fisonomía.
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