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¡Uno más! El miércoles pasado nos volvimos a reunir en Ferrowhite los que estamos llevando adelante el trabajo de taller con los pibes de Loma Paraguaya. Vacaciones de invierno de por medio, algunos aflojaron y, esta vuelta, no vinieron al museo. Pero todo se compensa: sumamos a Marcelo mientras que Ana y Pedro quedaron enganchados y volvieron a decir presente.
Justo antes de salir corriendo para recorrer la torre del Castillo (lo prometido) pasamos por el pañol y todos coincidimos en lo bien que habían quedado las bielas de locomotora. ¡Brillaban! De paso, Pedro andaba enseñando uno de los tomos del manual de locomotoras (la parte mecánica) con el que se estudiaba en el ferrocarril, cuando él era joven, para pasar de aprendiz a mecánico.
Después de una sesión de fotos abrazando a una de las bielas salimos rumbeando al castillo. ¿Qué vimos? Chatarra olvidada en la ría, el buque regasificador, todo White, el Polo Petroquímico en su plenitud, los edificios allá en Bahía. Y por dentro: las enormes paredes del Castillo, ventanales rotos, imaginamos los lugares donde estaban las calderas, las turbinas, un dragón devaluado que apenas se alimenta de palomas.
De vuelta al museo, nos repartimos copias de un plano con las calles de Loma Paraguaya, e intentamos ubicar el sitio exacto donde estuvieron instaladas la estación de trenes y la usina del BAP (Bs. As. al Pacífico). A esas referencias le sumamos la casa de cada uno de los chicos, la esquina de la escuela, la iglesia, la casa de los abuelos de Luciano...
¡Al fin! Después de cuatro encuentros en las dependencias del museo, el miércoles próximo los pibes de Loma hacen de local y los de Ferrowhite nos vamos para allá a hacer, lo que se dice, trabajo de campo.
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