Teníamos todo listo. Habíamos ordenado y limpiado el taller,
acomodado las estanterías recién terminadas, puesto caballetes y
tablones, traído sillas y trasladado los banquitos. Habíamos preparado
los lápices de colores, las tijeras y los cartones. Habíamos dejado listas las
galletitas y las leches para que las amigas de la Asociación, que habían
confirmado su presencia, prepararan la chocolatada que les sale tremenda.
Teníamos todo listo. Pero eran las 8.30 de la mañana y no
paraba de llover. Suavecito, pero constante. Había llovido prácticamente toda
la noche y por esa razón parte del taller Prende amaneció inundado. Porque
aunque esté en la planta baja del castillo, el agua de la lluvia, en teoría arriba,
en el techo, por algún lado se va filtrando. Y entonces es en días como este,
cuando llegamos y nos encontramos con este
panorama, en que nos preguntamos por qué no habrá llegado el subsidio que si bien no alcanzaba para reparar todo
el techo, al menos hubiera servido para limpiar las canaletas de este Monumento
Nacional y Provincial.
También las calles de tierra del Boulevard y el Saladero
amanecieron hechas un barrial. Un lodo patinoso con olor a cereal podrido que hace
muy difícil que puedas salir de tu casa sin resbalarte, caerte o ensuciarte. Un
barro que con estos días de calor y de humedad, además, se llena de moscas y mosquitos.
De modo que, aunque el taller hubiera estado en condiciones, lo que habría
fracasado igual, y muy a pesar de la convocatoria, es la asistencia. Porque lxs
chicxs y las familias del taller Prende y de Envión no podían salir de sus
casas, no podían caminar el barrio, no podían llegar hasta el museo.
Dirán que son estos días grises los que generan un
particular estado de ánimo y estimulan una mirada particularmente negativa
sobre la realidad. Puede ser. Pero hay veces en que las cosas que andan mal se
acumulan. Como el deterioro de este edificio patrimonial y emblemático de esta
localidad portuaria, el barro con el que convivimos tras cada lluvia, el cartel que
nos sacaron cuando repararon una sección de cableado eléctrico y no volvieron a
colocar, las cloacas que desbordan, el colectivo que tiene que cambiar el recorrido
para evitar encajarse en el lodazal… En este museo y en estos barrios de los
cuales formamos parte, también los reclamos son históricos.
Hoy la lluvia nos aguó la mañana, el barrio y el taller. Un día de perros, como se dice. Pero la
culpa o la responsabilidad no es ni de la lluvia, ni de los perros. “¿Jorge, se suspendió?- preguntaba temprano
una de las chicas del Envión- Si no, esperemos hasta las nueve de la tarde,
capaz que no llueve más, mejor. Así que hacelo, hacelo, porque capaz que no
llueve más después… Y aparte a mí me reencantó la idea de ir allá.”
La actividad de hoy era sobre derechos humanos. Y así nos
quedamos todxs, con las reganas y la rebronca.
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